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Puede que el gran problema de 'La maldición de Bly Manor' esté en su predecesora, la magnífica 'La maldición de Hill House'. Pese a las hordas de detractores, la primera ficción serializada que Mike Flanagan desarrolló para la todopoderosa Netflix estaba repleta ... de momentos brillantes -aquel capítulo elaborado en torno a un vibrante plano secuencia fue uno de ellos-. Adaptación de la novela homónima de Shirley Jackson, la serie ponía el foco en un grupo de hermanos, responsables de una funeraria, que se reúnen de nuevo tras una tragedia familiar. La serie atrapó a los espectadores y mantuvo la atención de la audiencia sin problemas en un metraje tenso, exquisitamente ambientado y rodado, y con un equilibrio muy inteligente entre el drama familiar y el horror.
Y, claro, cuando el mismo 'showrunner' prepara la sucesora espiritual de una gran obra, las expectativas crecen, pero 'La maldición de Bly Manor' no acaricia la gloria de un título que, por otro lado, fue rápidamente olvidado. Plomiza y lenta, la nueva serie, que adapta esta vez una serie de relatos de Henry James, cambia el terror por el romance gótico y ahí radica uno de sus grandes defectos. En estructura de muñecas rusas, la historia da comienzo en la víspera de una boda, cuando una misteriosa mujer (Carla Gugino), tal y como sucedía en la adaptación fílmica de 'Frankenstein', empieza a narrar una larga historia que tuvo lugar a finales de los ochenta a los invitados. A partir de ahí, su voz en off narra la llegada de Danielle Clayton (Victoria Pedretti), una 'au pair' atemorizada por una inquietante figura que la persigue, a la mansión que da título a la serie. Allí cuidará y formará a Miles (Benjamin Evan Ainsworth) y Flora (Amelie Bea Smith) dos hermanos de 10 y 8 años, un tanto redichos, que perdieron a sus padres en un viaje a la India. El tutor de los pequeños, el tío Henry (Henry Thomas), evita con aplomo inusitado presentarse en un caserón que está al cuidado de Hannah (T'Nia Miller), una inquietante ama de llaves que apenas prueba bocado; el cocinero Owen (Rahul Kohli), que hace las veces también de chófer desde que Peter (Oliver Jackson-Cohen) desapareció, y la jardinera Jamie (Amelia Eve).
Es un comienzo plagado de tópicos pero que sitúa muy bien al espectador porque la excelente ambientación gótica y la cuidada atmósfera siguen ahí, plantando más y más misterios a cada minuto -la primera recomendación que la pequeña le hace a Danielle es que no salga de su habitación por las noches-. El problema es que la historia avanza de forma exasperantemente lenta y, al final, el pánico y el terror apenas llaman a la puerta, pese a los rastros de barro por los pasillos, los muñecos malrolleros y las apariciones de corte fantasmal. Muy poco a poco, los personajes van desentrañandos sus traumas y dejando pasar la luz al espectador en una mansión en la que todo el mundo parece esconder algo y en la que los saltos temporales al pasado están a la orden del día.
¿Qué pasó con la anterior niñera? ¿Qué esconde el tío Henry? ¿Qué fue de los padres de los muchachos? ¿De qué huye Danielle? ¿Qué atormenta a Hannah? Son preguntas que el espectador se hace desde el primer capítulo y cuya resolución no comenzará a darse hasta más allá del ecuador de los nueve episodios que completan al ficción, una resolución predecible, llena de lugares comunes y que apenas mueve las emociones. En este sentido, pese a que ambos niños están perfectos en su papel de redichos, pueden acabar con la paciencia de un espectador espectador que a menudo se mueve entre la confusión y el hartazgo, con unos sustos y unas apariciones relativamente aleatorias, carentes de la gracia y el genio con el que Flanagan suele abordar estas cosas -a la maravillosa 'El juego de Gerald' me remito-.
Pese a los destellos de emoción de algunos de sus capítulos -la historia aparte de Viola y la peste resulta espléndida, por ejemplo-, no es 'La maldición de Bly Manor' una serie para ver del tirón. Plagada de largas conversaciones, apenas tiene acción y desarrollo y eso va en detrimento de su mensaje y lo que se espera. Tampoco parece que se mire mucho en un contexto actual, aunque permite extraer valiosas reflexiones sobre el paso del tiempo y la distorsión que este genera ante la realidad, la infidelidad, los roles de género -curioso que Rebecca, la primera niñera, se queje de lo complicado que es acceder a un bufé de abogados o que Owen sea el cocinero y Jamie la jardinera- y poco más. Es una pena que una serie tan vistosa esté, a la vez, tan vacía.
Los nueve episodios de 'La maldición de Bly Manor' están disponibles en Netflix.
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