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«Si vas a hacer una máquina del tiempo, hazla con estilo», contestaba Doc a Marty McFly en 'Regreso al futuro' cuando este descubría que iban a viajar al pasado en un DeLorean. Estrenada en 1985, la película de Robert Zemeckis mitificó para siempre un ... automóvil que se había dejado de fabricar tres años antes. Su producción duró de 1981 a 1982 y apenas llegó a las 9.000 unidades. Con su carrocería de acero inoxidable, puertas de alas de gaviota y un motor de 2.800 centímetros cúbicos que desarrollaba 132 caballos, este deportivo fue el empeño de John Zachary DeLorean (1925-2005), un ejecutivo de la industria automovilística que soñó con vender un coche al margen del sistema.
La serie documental de Netflix 'John DeLorean, un magnate de leyenda' reconstruye la rocambolesca vida de un empresario que acaparaba las portadas a comienzos de los 80 y que cuando murió en 2005 en un bloque de apartamentos de New Jersey vendía relojes en internet. Su exesposa, la modelo CristinaFerrare, le califica en el filme de «narcisista maligno»; su hijo Zach confiesa que cada vez que ve un coche construido por su padre «desearía tener una puta granada de mano para explotarlo». DeLorean fue a la vez un visionario y un embaucador. Un modelo de masculinidad que protagonizó el primer juicio mediático anterior al de O. J. Simpson y en cuya biografía aparecen el IRA, el pornógrafo Larry Flynt y el tráfico de cocaína.
Hijo de un inmigrante rumano, delegado sindical y empleado de Ford, y una madre austrohúngara que trabajaba en General Electric, John DeLorean nació en la ciudad cuna del motor: Detroit. Escapó de la pobreza gracias a la educación pública y, tras graduarse como ingeniero y luchar en la II Guerra Mundial, empezó a escalar puestos en General Motors. Su mayor éxito fue lanzar el Pontiac GTO en 1964, considerado el primer 'muscle car', un coche con un motor potentísimo pero con un precio asequible, que se convirtió en objeto de deseo de conductores jóvenes.
Aquel ejecutivo estrella se reinventó para destacarse de los encorbatados y grises mandamases de la industria automovilística. Se dejó el pelo más largo, se operó la mandíbula para parecer más viril y empezó a salir en las revistas con novias como Ursula Andress. Tras su matrimonio con la top model Cristina Ferrare, a la que podía obsequiar con ocho abrigos de visón en un día, se convierte en el rey de Nueva York. En 1973 renuncia a un salario de 650.000 dólares y crea su propia compañía, la DeLorean Motor Company (DMC). Contrata al italiano Giorgetto Giugiaro para diseñar la carrocería de un revolucionario vehículo con chasis y suspensión de Colin Chapman, el creador del equipo Lotus, que por entonces arrasaba en la Fórmula 1.
Con sus aires de estrella de rock, DeLorean cameló al Banco de América, al presentador Johnny Carson y a Sammy Davis Jr. para que fueran inversionistas del DMC-12. En su búsqueda de emplazamiento para una factoría recorrió el mundo y hasta pasó por España. Al final, recaló en Belfast, en el corazón del enfrentamiento entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte. Allí recibió 120 millones de dólares del Gobierno británico con el fin de crear empleo en una zona deprimida y ayudar a rebajar la violencia. Pero el dinero se esfumaba y los coches no eran tan buenos como prometía. El día de la presentación, recuerda un periodista, las puertas no se abrían. Los atentados contra la fábrica tampoco ayudaban.
1982 es el año de su caída. El Gobierno conservador de Margaret Thatcher corta el grifo de subvenciones y DeLorean se ve con miles de coches en las campas de Dunmurry que nadie quiere comprar. No se le ocurre otra cosa que ponerse a traficar con cocaína para obtener ganancias rápidas. «Esto es mejor que el oro, que pesa más», se le escucha decir en el vídeo de su detención en el hotel Sheraton del aeropuerto de Los Ángeles. «Esa noche mi vida cambió para siempre», lamenta su hijo Zach en el documental. Increíblemente, a pesar de ser pillado con 90 kilos de droga, DeLorean fue declarado inocente dos años después tras un juicio que siguió todo el país.
Su mejor ayuda la recibió del pornógrafo Larry Flynt, que filtró a los medios cintas secretas del FBI, que ayudaron a demostrar que la agencia había montado una emboscada al empresario. Los tres episodios de 40 minutos de la serie de Netflix ofrecen suficientes pistas para demostrar el ánimo defraudador de su protagonista a lo largo de su vida: robo de patentes, malversación de fondos públicos, compañías en paraísos fiscales... DeLorean fue pionero en dotar de glamour a los tiburones de Wall Street y adelantó todos los excesos y la falta de ética que caracterizarían las finanzas en los 80. La DeLorean Motor Company sigue existiendo en Humble (Texas) para reparar y vender piezas del coche en el que Marty McFly viajaba en el tiempo.
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