Todos lloramos a Chandler Bing

Resultaba difícil elegir entre uno de los miembros de 'Friends'. Cuando alguien te preguntaba cuál era tu favorito costaba decantarse por uno. Qué pregunta más inoportuna. Aunque en mi caso, cuando no había más remedio que escoger a uno sí o sí, me decantaba por Chandler. Todo el mundo lo sabe. Porque me divertía mucho, que es lo mejor que puede hacer alguien por ti, divertirte. Y porque me identificaba con él, aunque las distancias entre nosotros fuesen abismales. Con aquel chico que camuflaba sus traumas infantiles y sus inseguridades en humor sarcástico y punzante. Con aquel muchacho que trabajaba en algo que nadie era capaz de recordar porque tenía pinta de ser gris y aburrido. Con ese tipo poco sociable que no sabía relacionarse y no triunfaba demasiado en el amor, si es que en eso se puede triunfar. «No soy bueno dando consejos -aseguraba- ¿puede interesarte un comentario sarcástico?».

Hoy todos estamos un poco de luto. Cómo para no estarlo. Los que éramos feligreses de Chandler y los que quizá tenían otros personajes favoritos pero lo apreciaban igual. Nos hemos despertado conociendo la noticia de la muerte de Matthew Perry, el actor que interpretó a Chandler, es decir, el verdadero culpable de que queramos tanto a ese personaje, porque lo encarnó de una manera tan magistral que era imposible que no nos cayese bien, que no se le tuviese cariño, a pesar de su mordacidad y su mala baba en ocasiones. «Soy Chandler, hago bromas cuando me siento incómodo», reconocía. Eso se le perdonaba porque sabíamos que era el modo de camuflar sus debilidades y de conectar con los demás. Y los demás lo querían así. Sobre todo Joey como confidente, cómplice y compañero de piso. Y más tarde Mónica, como compañero de vida. Aquellas fueron sus dos relaciones más duraderas y las que mejores momentos nos propiciaron.

Con el primero por esa visibilización de la amistad masculina sin complejos, sin dobleces. Hoy uno de los sillones de aquel apartamento de los chicos se ha quedado vacío y nadie podrá ocuparlo jamás. Aquel sillón desde el que competían para ver quién era capaz de hacer más cosas sin levantarse, en el que podían pasar horas viendo 'Los vigilantes de la playa', del que no se movían cuando descubrieron que tenían porno gratis en la televisión. Ojalá volvieran a subirse juntos alguna vez en aquel horroroso perro blanco de plástico que Joey compró como elemento decorativo tras intervenir en la primera temporada en 'Los días de nuestra vida'.

Con Mónica más tarde constatamos los sentimientos que escondía Chandler. Ese noviazgo nos permitió admirar su lado romántico, su cara amable, su ánimo conciliador en momentos de crisis. Primero en la clandestinidad (fueron descubriendo a sus amigos la relación en diferentes etapas) y más tarde convirtiéndose en una pareja sólida que daba estabilidad a la pandilla alrededor suyo. Si ellos estaban bien todos estaban bien. Nos deja lecciones memorables como esta: «Es mejor mentir que tener una discusión complicada». Algo que después hemos aplicado a nuestras vidas.

Todos fuimos testigos de los cambios físicos que experimentó Chandler, aunque quisimos pasarlos por alto sin preguntarnos qué le estaba pasando. Más tarde descubrimos los problemas a los que se enfrentó Matthew Perry durante sus años de éxito, nos contaron esa historia mil veces repetida del payaso triste. El historial de adicciones del actor nos asombró y nos volvió a demostrar que el éxito y el dinero no siempre traen consigo la felicidad.

Ha muerto Matthew Perry a los 54 años, ahogado en un jacuzzi tras sufrir un paro cardiaco. Pero nos ha dejado lo mejor que nos podía dejar un actor: un personaje eterno, alguien a quien nunca conocimos pero al que lloramos y echamos de menos como si se nos fuese un familiar. Adiós Chandler Bing. Muchas gracias y buena suerte.