¿Hace un porrito?
Tercera temporada ·
HBO estrena la tercera temporada de su adictiva 'High Maintenance', que propone pedalear por la intimidad de Brooklyn en compañía de un entrañable camello barbadoSecciones
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Tercera temporada ·
HBO estrena la tercera temporada de su adictiva 'High Maintenance', que propone pedalear por la intimidad de Brooklyn en compañía de un entrañable camello barbadoUno está en casa, por la noche, en gayumbos, y, de repente, le asalta un 'munchie' (vamos, un antojazo de toda la vida) como una catedral. Le apetece una 'macburguesa'. O sushi. O un cachopo. O unas mollejitas fritas, qué sé yo. La prodigiosa vida ... moderna nos ha colocado, en el móvil, un rosario de apps para calmar ese impulsivo monazo de hidratos de carbono y grasas trans. No está tan claro qué hacer cuando el caprichoso simio pide, aquí y ahora y a grito pelado, un may. Un canuto. Un McFly. Un pisto. Una cañita. Un canelo. Un trocolo. Un chiflo. Un peta. Los de la HBO tienen la solución. Cuando le pase, líese y fúmese a cara perro un par de capitulitos de 'High Maintenance'. ¿Hace un porrito?
Como esos pobres repartidores explotados (perdón, emprendedores motivados) que cargan a la espalda con una neverita amarilla isotérmica, pero con una mochila llena de grifa. Igualito que un 'Teleporro'. O un 'JustCanuto'. O un Glovo de la maría (ojo, que un globo de maría es, definitivamente, una cosa pelín distinta). Así se recorre Brooklyn, de Williamsburg a Prospect Park, el protagonista de esta ficción de la que HBO acaba de estrenar su tercera temporada y que pasa por ser una de las propuestas más deliciosas que la plataforma ha producido en los últimos tiempos. Sí, es un fumada en toda regla.
El barbado personaje que interpreta Ben Sinclair es un camello. Pero, a pesar de compartir gremio, se parece bien poco a Pablo Escobar, Avon Barksdale o Walter White. Más que al narcotráfico, él se dedica al menudeo. Y nada de trapicheo marginal: su forma de entender el negocio, de mover la mierda –en formato bolsita, en comestibles y en recargas para cigarrillo electrónico– tiene muchísimo más que ver con una empresa tecnológica de bienes y servicios. Tiene su móvil, su casco y su bici. Nada más. Por no tener, no tiene ni nombre. Él es 'The Guy'. El tío.
Vistas las dos primeras tandas de capítulos, resulta imposible no haberse enganchado a ese tipo barbado, tan raruno, con pintas de flipado, que enciende una ficción que se consume a caladas, con capítulos breves y autoconclusivos. Además de 'dealer' en bici, hace las veces de psicólogo, de manitas y de lo que se tercie. Lo mismo le enchufa el ventilador a una familia de judíos jasídicos achicharraditos vivos en pleno shabat que se carga un ratón–gaseándolo con una calada de hierba– que ha provocado una crisis de pareja en casa de unas lesbianas muy concienciadas ellas con el medio ambiente.
Y esas historias son el ingrediente principal de esta cannábica ficción. En realidad, más allá del humo, de los vahos alucinógenos, 'High Maitenance' propone, sin ínfulas, un retrato sociológico de una generación de treintañeros y cuarentones neoyorquinos recluidos en apartamentos minúsculos. Ben Sinclair abre la puerta y entra en la cocina de la soledad, las inseguridades, la insatisfacción, de almas hipotecadas e hiperconectadas, de sociópatas en potencia, fumetas entrañables y parejas en continuo estado de demolición que, salvando unas cuantas décadas, recuerda muy mucho al safari urbano que proponía la exquisita novela 'Los inquilinos de Moombloom' de Edward Lewis Wallant. Y, ya puestos, un consejo de amigo: hágase con ella. Ya.
Ante su última tanda de capítulos, conviene recordar que, en un principio, 'High Maintenace' fue engendrada y alumbrada como modesta webserie autofinanciada, por y para internet. Igual que la muy ibérica 'Paquita Salas' (que nació en Flooxer para acabar en Netflix), el éxito de este extraordinario producto en Vimeo hizo que diera el salto a la Home Box Office, que sigue ofreciendo, a modo de temporada 'beta' aquellos primeros episodios de apenas unos minutos de duración. Los muy condenados son adictivos como ellos solos. Son píldoras cannábicas que conviene consumir a caladas, con moderación. Porque tienen un terrible efecto secundario: cuando se acaban, dejan un mono terrible.
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