No es plato para todos los gustos el último intento de llevar a la pantalla el rico universo literario del genio Terry Pratchett, una curiosa fusión entre fantasía, comedia, thriller y ciencia ficción que se inspira en los libros del añorado escritor
Los amantes del humor absurdo y la literatura fantástica todavía lloran la marcha del enorme Terry Pratchett, el creador del inefable Mundodisco, situado en un lugar lejano, perdido entre universos paralelos, sostenido por cuatro elefantes que se apoyan sobre el caparazón de una tortuga estelar gigante llamada Gran A'Tuin. El sueño húmedo de todo terraplanista apuntala su tono cómico y excepcional carácter desde el primer libro donde se retrata, entre más de cuarenta títulos publicados que gozan de legiones de seguidores. La emblemática saga literaria del singular escritor británico, editada entre 1983 y 2015, fusiona fantasía y ciencia-ficción con una imaginación apabullante. Con un medido toque paródico, guiños metalingüísticos, cierto coqueteo con el steampunk -aires de época victoriana mezclados en un hábil turmix con un look futurista gótico e industrial- y una desprejuiciada revisitación de conceptos folclóricos y leyendas que han nutrido a grandes juntaletras como Tolkien, Shakespeare o el mismísimo Lovecraft, Pratchett crea su propia imaginería, un rico conglomerado de ideas que le permiten elaborar agudas metáforas sobre nuestra propia existencia. La serie 'La guardia', de reciente estreno en nuestras pantallas, en Movistar+ a capítulo por semana, se inspira en la esencia de la obra de este añorado creador. No adapta directamente ninguno de sus textos, aunque se fija en algunos volúmenes indispensables como '¡Guardias! ¿Guardias?', 'Hombres de armas', '¡Voto a bríos!', 'El quinto elefante', 'Ronda de noche', 'Regimiento monstruoso' o 'A todo vapor', por citar algunos ejemplos.
No es la primera vez que el ingenioso material de Pratchett cobra vida en imagen real, ahí está la conocida 'Good Omens (Buenos presagios)', basada en el libro que coescribió junto al gran Neil Gaiman, disponible en Amazon Prime. 'Johnny and the Dead', 'The Colour of Magic' o 'Going Postal' son otras versiones audiovisuales que no han gozado de mucho predicamento. Con el crédito a toda pantalla «hace tiempo en algún lugar de una lejana dimensión de segunda» comienza esta producción de BBC Studios de ocho entregas creada por Simon Allen ('Los mosqueteros'), bajo la realización de Craig Viveiros ('Tin Star'), Emma Sullivan ('Into the Deep') y Brian Kelly ('The Loch'). 'La guardia' fusiona varios géneros, apoyándose en una intriga policíaca como eje central, en un escenario de estética futurista, visualmente atractivo, lo más destacable de un show que se antoja confuso, a pesar de contar con elementos sugestivos y una dirección artística imaginativa y certera. Si no se conoce la obra literaria de partida, no es fácil empatizar con el tono de la historia de buenas a primeras. Tampoco fluyen las referencias como debieran. Al no ser una adaptación fiel, los propios conocedores del legado de Pratchett pueden perderse. De hecho, las críticas están siendo muy tibias. La propia hija del escritor, Rhianna Pratchet, se desvinculó del proyecto y comentó, antes del estreno de la serie, que «no tenía ni un ápice del ADN de la obra de su padre».
Ruido y nueces
La serie es consciente de su peculiaridad. Al final del capítulo que abre la aventura, un personaje afirma rotundo con sana ironía: «Al principio se hace pesado, pero luego engancha». No se puede definir mejor. Familiarizarse con un mundo donde conviven trolls con licántropos, patrulleros histriónicos, asesinos rocambolescos, goblins y otras criaturas fantásticas y mitológicas, incluyendo dragones, no es plato para todos los gustos. Socarrona y excéntrica, puede recordar en su concepto a la serie de culto de los ochenta 'Enano rojo', aquel delirio espacial, o a la maravillosa 'Los héroes del tiempo', de Terry Gilliam y los fabulosos Monty Python. Richard Dormer, el rostro de Beric Dondarrion en 'Juego de tronos', protagoniza una investigación vaporosa que le obliga a explorar cada rincón de la ciudad de Ankh-Morpork, una caótica metrópolis de Mundodisco donde reina el crimen organizado. Existen los gremios de ladrones y asesinos que se apoyan entre sí, repartiéndose la tarta atendiendo a sus propias reglas. Controlar el alto nivel de corrupción es la complicada tarea del escuadrón que da título a la serie, un supuesto grupo de agentes de la ley que parece, más bien, una reunión de alcohólicos anónimos. Su autoridad parece ser la única que existe en una urbe decadente donde se avecinan terribles catástrofes sobrenaturales. En realidad, tendrán que rebelarse contra el orden establecido.
Sam Adewunmi ('The last tree'), Marama Corlett ('La ciudad y la ciudad'), Adam Hugill (1917), Joe Eaton-Kent ('Don´t Forget the driver'), la voz de Ralph Ineson ('La bruja') y Lara Rossi ('Tierra firme') completan el reparto principal de 'La guardia'. Cada rol cuenta con sus peculiaridades. No hay patrulla más grotesca. Un humano pelirrojo algo despistado adoptado por una banda de enanos, una chica lobo a la que le va el punk, una mujer guerrera en busca de venganza que tiene como mascota un mini-dragón, un troll gigante de piedra con demasiado corazón y un forense de género no-binario al que le persiguen sus fantasmas. Liderando esta plantilla de discutibles paladines de la justicia encontramos a un sujeto histérico, capitán al mando, al que da vida con nota un caricaturesco Dormer. 'La guardia' es un divertimento fuera de lo común, para lo bueno y lo malo. A ratos desquiciado, tiene tantos detalles que puede disfrutarse si antes no nubla la mente de la audiencia. No lo tiene fácil para encontrar un público entregado a la causa. El mundo que despliega es inusual, un mosaico de figuras icónicas de la literatura y cultura popular en un decorado que se sale de lo convencional. Su sarcasmo y sentido del humor extraordinario puede incomodar al espectador foráneo. Además, el espíritu de Prachet se respira, pero está manipulado de tal manera que más de un feligrés se rasgará las vestiduras, no sin cierta razón.
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