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La generación que ronda los 40 años (por arriba o por abajo) reconocería en cualquier tugurio y podría tararear la sintonía que John E. Davis compuso para la cabecera de 'Beverly Hills 90210', la serie que Telecinco bautizó en España como ' ... Sensación de vivir', que sonaba a eslogan de refresco de cola. Aquella pegadiza banda sonora ha quedado asociada a una adolescencia en que la televisión se interesó por el público joven, por sus problemas y sus sueños, y comenzó a lanzar una colección de títulos que lo convirtió en protagonista de las ficciones catódicas. Esa misma generación se ha hecho mayor de golpe (algunos aún no nos dábamos por enterados) con la noticia de la muerte de uno de los actores principales de esta serie, Luke Perry, tras sufrir un derrame cerebral. Aquellos ídolos juveniles, que se las prometían eternos, también terminarían muriendo.
A pesar de que hoy en día existe una impresión generalizada de retroceso social (por los límites del humor o por la hipersensibilidad con algunos temas) lo cierto es que un vistazo a series de los años 90 nos saca de ese error. Por aquel entonces la ficción servía tramas mucho más edulcoradas y había un buen número de asuntos que era impensable que se tratasen con normalidad, al menos en producciones que se emitían por cadenas generalistas. Esto era, en definitiva, un reflejo de lo que ocurría en las calles, donde se echaban mano de metáforas para abordar distintas realidades y no pocos colectivos tenían que hacer frente a toda clase de estigmas.
En este contexto surgió 'Sensación de vivir' y rápidamente se convirtió en un referente para los chavales de la época, aunque lo más cerca que la mayoría habían estado de las playas de Los Ángeles fuese en un sueño. Hasta entonces los problemas de los jóvenes se trataban de manera secundaria en obras adultas o de un modo superficial en 'sitcoms'. Lo que planteaba Darren Star era un proyecto que otorgaba todo el protagonismo a los adolescentes, mientras que los padres y otras figuras paternales ocupaban un segundo lugar y nada relevante a la hora de tomar decisiones. Se inauguraba así un género, el serial juvenil, poco explotado hasta entonces y que después ha logrado una enorme presencia en las parrillas.
Darren Star presentó a Fox su idea y lo hizo de la mano de Aaron Spelling, conocido en la industria por pelotazos como 'Vacaciones en el mar', 'Los Ángeles de Charlie' o 'Dinastía'. Y seguramente él tuvo mucho que ver en que se aderezase la historia con elementos propios de los culebrones sofisticados 'made in EE UU' que habían triunfado varios años antes, como 'Dallas', 'Falcon Crest' o 'Dinastía'. La combinación gustó y la serie se estrenó en octubre de 1990. Tardó en enganchar a la audiencia, pero cuando lo hizo no la soltó hasta diez años después en que se clausuró con medio reparto original ya embarcado en otros menesteres.
La acción transcurría en un instituto de Beverly Hills al que acudían pluscuamperfectos alumnos de familias ricas. Para que el común de los mortales se identificase con aquellos niñatos adinerados la historia se narraba a través de dos ermanos recién llegados de Minnesota, los Walsh, con una posición económica más humilde, que observaban con el mismo asombro todos los excesos de su alrededor y de sus nuevos amigos, Steve, Kelly, Donna, el malogrado Dylan... La moraleja de la serie, no obstante, era que a pesar de sus idílicas vidas aquellos muchachos se debían enfrentar a los mismos bretes que el resto de jóvenes de final de siglo: desamores, coqueteos con la droga, problemas de identidad, desórdenes alimenticios, acoso... Tenían casas enormes y coches deslumbrantes pero sufrían por idénticas cuestiones.
Pese a que estos problemas formaban parte de las tramas, se desarrollaban a lo largo de capítulos y no se pasaba por ellos de soslayo, en muchas ocasiones se recurría a eufemismos para abordarlos. Se evitaba ser explícito con cualquier historia que pudiera incomodar a alguien y se precipitaban finales felices. Así las adicciones remitían casi por arte de magia, la homosexualidad se insinuaba pero no se nombraba, y los personajes negros aparecían de manera episódica y luego desaparecían misteriosamente. Todo esto resulta impensable hoy en día, pero cabe recordar que por entonces el simple hecho de que la protagonista, Brenda Walsh, perdiese la virginidad (y nos hicieran partícipe de ello a la audiencia) motivó que varias empresas retirasen sus anuncios de la cadena. Para que luego nos cuestionemos los avances logrados en las últimas décadas.
Con este panorama muchos lectores se preguntarán si los jóvenes de la época eran (éramos) bobos. No lo creo. Había poco entre lo que escoger. Se extrañarán de que esta serie gustase tanto. Pero hay que entender y valorar que este título supuso un avance, abrió puertas. Y por primera daba voz a los jóvenes. Era una voz pija, sí. Y sesgada, también. Pero al menos proporcionaba representatividad y visibilidad a un target ninguneado. Después llegarían propuestas más realistas, como 'Es mi vida', que posiblemente le deben a 'Sensa' (así la conocían muchos seguidores patrios) el haber despertado el interés de los canales por estos productos.
Al margen de todo esto, 'Sensación de vivir' nunca se ocultó como culebrón. Muchos seguidores se desvivían por las idas y venidas entre Dylan y Brenda, se compadecían del amor secreto de Andrea por Brandon y asistían a la relación nada carnal de Donna y David (ella no quería pasar por la cama hasta que no se casaran y tardaron en contraer matrimonio diez temporadas). A medida que avanzaban las tandas de episodios se rizaba el rizo, se formaron triángulos amorosos, surgieron nuevas combinaciones de parejas y se introdujeron nuevos personajes.
Gran parte del éxito se debió a la elección del reparto (guapos, radiantes, iconos de moda) y a la proyección del sueño americano que proyectaban, despertando la ilusión entre los que la seguían de formar una pandilla similar, salvando todas las distancias del mundo.
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