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En un país en el que se han hecho series sobre folclóricas, reinas y banqueros, en el que se han llevado a la pequeña pantalla escabrosos sucesos reales y en el que se ha buscado la inspiración en periodos relevantes de siglos pasados resulta curioso ... que no se haya aprovechado el ingente material que le depara la política. La ficción no se ha sentido tentada, por ejemplo, por retratar la contundente irrupción de Podemos y sus posteriores fisuras, o por la caída e inmediata resurrección del actual presidente del Gobierno, o por las consecuencias de los excesos de muchos representantes políticos en la economía del país. Ni siquiera han despertado interés para trasladarlas al audiovisual tramas tan llamativas como las que propiciaron la dimisión de Cifuentes, los entramados del comisario Villarejo o el espejismo del que fue víctima Rosa Díaz, por citar algunos ejemplos recientes. Si retrocedemos un poco más y nos vamos a los primeros gobiernos socialistas y populares saldrían historias a raudales que se reivindicarían ellas solas.
La delicadeza de algunos temas, el miedo a herir sensibilidades o el temor a enfadar a la gente que manda, además de la falta de confianza en encontrar financiación, podrían ser las razones por las que las productoras hayan preferido dejar aparcada esta parcela de la realidad. Descartadas las adaptaciones de hechos verídicos las series españolas podrían haberse decantado por guiones inspirados o que guardan similitudes con acontecimientos verídicos. Pero tampoco. Las series sobre política nacional no han encontrado arraigo en el espectador patrio porque han brillado por su ausencia. No sirve como excusa que no exista tradición en España, ya que tampoco la había en otros campos o géneros y hoy en día se hacen productos capaces de codearse con los de que cualquier industria extranjera.
¿Qué pasa con las series políticas? ¿Por qué apenas se oye a hablar de proyectos sobre el tema? ¿Por qué las cadenas no encuentran atractiva una trama tan de actualidad y tan jugosa para captar espectadores? No suelen ser proyectos que salen fácilmente adelante. Se les debe dedicar horas y horas para documentarse adecuadamente, suelen causar incomodidad por si generan represalias, y tienen el handicap de que es posible que caduquen rápido y así es difícil mantener la vigencia.
Cuando Movistar presentó sus primeros proyectos de ficción en 2017 se mencionó que uno de los que estaba trabajando tenía la política como telón de fondo y aunque nunca se avanzaron detalles sobre él en diferentes corrillos sí se convino en la necesidad y oportunidad de una producción en estas características que pudiera mirar de frente a títulos extranjeros como 'Borgen', 'Baron Noir' o, por supuesto, 'El ala oeste de la Casa Blanca'. De aquel esbozo de serie nunca se llegó a saber nada más. Es cierto que en títulos como 'La zona' o 'La peste' la política juega un papel importante pero no se les pueden llamar series políticas al uso. Son más bien trabajos en torno a la corrupción, aunque desgraciadamente esta lacra está muy unida a los que ocupan las instituciones.
En este sentido el mejor ejemplo es 'Crematorio', estupenda propuesta de ocho capítulos basada en un libro de Chirbes que llegó de la mano de Canal +. Fue en 2011 cuando Jorge Sánchez Cabezudo firmó este trabajo sobre los excesos de la construcción en la costa mediterránea con el beneplácito de las autoridades. Y parecía que iba a sentar un precedente para explorar desde la ficción otros casos o situaciones reales, pero la crisis económica pasó factura y la producción en nuestro país pisó el freno.
Hubo intentos anteriores de aproximarse a la política desde la comedia. En 2001 Telecinco estrenaba 'Moncloa, ¿dígame?', comedia producida por El Terrat que pretendía heredar la ironía con la que los ingleses hablan en las series de sus políticos, pero que no consiguió hacerse un hueco entre los espectadores. Tal vez llegó demasiado pronto. Antena 3 y Bambú hicieron un intento en 2016 con 'La embajada', en la que la corrupción también estaba muy presente y en la que se señalaba (de manera tímida, eso sí) a los partidos políticos como responsables, aunque sus verdaderos intereses iban por otros derroteros (amorosos y diversas intrigas). Tampoco logró buenos datos de audiencia por lo que el propósito se quedó corto.
Aunque suele pasar inadvertida en los recopilatorios 'Cuéntame' nunca ha sorteado la política, como no podía ser de otra manera en una serie que tiene a la historia de España como principal soporte. Así Antonio Alcántara militó durante años en UCD, llegó a tener un cargo importante y soñó con aspiraciones mayores que se frustraron por la caída de este partido cuando el PSOE comenzó a arrasar en las urnas. También 'El Ministerio del Tiempo' ha sabido manejar con inteligencia acontecimientos políticos vividos en España e incluso buscarle nuevos puntos de vista para no caer en maniqueísmos. 'El día de mañana' y 'Fariña' son otros buenos ejemplos de excelentes retratos históricos que no huyen de lo político, pero que no se podrían considerar series políticas al uso.
Con este repaso demostramos que a las cadenas y productoras españolas les ha costado coger el toro por los cuernos y apostar en serio (y en serie) por una trama que tenga a un político en el centro de su argumento, que siga sus pasos, su día a día, su entorno. No se sabía si se podría tomar distancia, si era un jardín del que era imposible salir ileso, si el público votante de un partido u otro iba a ser receptivo a este tipo de relatos… Todo han sido incertidumbres que se han puesto de manifiesto en no pocas mesas de guionistas.
Pero el aumento de la producción ha propiciado en los últimos meses dos nuevos intentos, con resultados desiguales. Por un lado Telecinco ha estrenado 'Secretos de estado', producida por Melodía Producciones. Cuando comenzó a rodarse se señaló rápidamente como precedente u objeto de inspiración 'House of cards', pero varios actores manifestaron posteriormente su disgusto por la deriva del proyecto. Tampoco es que 'House of cards' sea una serie seria y sin excesos, pero al menos en sus inicios pretendía servir de disección de lo que acontecía en los pasillos del Congreso de los Estados Unidos. 'Secretos de estado' no. El accidente del presidente del Gobierno es la excusa para desatar luchas de poder y pasiones escondidas, que bien podrían desarrollarse en un contexto político como en otros escenarios distintos.
Lo de 'Vota Juan' es otra cosa y tal vez no se está hablando lo suficiente del excelente trabajo que han realizado los guionistas Diego San José y Juan Cavestany con la productora 100 balas para TNT. Javier Cámara se parece a muchos de los políticos que hemos conocido en este país. O toma la inspiración de un lado y de otro. O palpa bien el clima político actual. Está brillante como ese ministro de Agricultura empeñado en llegar a toda costa a la presidencia de su partido, rodeado de un equipo que conoce sus limitaciones pero cuya ansia de poder no les impide seguir adelante, y con unas circunstancias que se le van volviendo favorables y no precisamente porque él merezca por sus méritos salir bien parado.
El tono de comedia ayuda. Tal vez es el mejor parapeto para exponer sin problemas lo que narran. Si alguien protesta o se siente molesto siempre se puede recurrir a que aquello es humor, está exagerado, o juega con lo grotesco para evitar enfados… Pero la realidad es que lo que han contado los ocho capítulos de su primera temporada no es nada descabellado. ¿O no hemos visto a representantes públicos recurrir a todo tipo de discursos que nada tienen que ver con los problemas reales del ciudadano? ¿O no hemos sido testigos de procesos de primarias cuyo resultado era más que dudoso? ¿O no intuimos acuerdos entre diferentes formaciones que poco tienen que ver con el bien común?
De todo eso habla (y hablará, esperamos nuevas entregas) 'Vota Juan', de una clase política cuyos valores quedan en entredicho. Muchos políticos de este país merecen este retrato que ha hecho la serie, aunque ninguno reconocerá sentirse representado. La comedia va ganando enteros a medida que avanza la serie hasta volverse trepidante y desternillante a la vez. Y no es fácil. Como tampoco es sencillo sentir compasión por unos personajes tan mezquinos. Y eso también sucede. Posiblemente en eso influyan las excelentes interpretaciones de todos (todos) los actores y unos guiones ajustadísimos.
Este sí puede ser un buen precedente para abordar la política en nuestro país desde ópticas más atrevidas. El tiempo dirá si se queda en un hecho aislado o no.
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