'Daybreak' describe un fin del mundo tan tremebundo como divertido. Pura energía juvenil en una serie en la senda de 'The End of the F***ing World', también basada en un cómic y más despendolada
El apocalipsis ya está aquí, creativamente hablando. La explosión de una bomba atómica, o varias, sigue nutriendo los relatos audiovisuales, aunque pueda parecer demodé, sobre todo después del mazazo de 'Chernobyl'. 'Daybreak', la última apuesta de Netflix, que semana a semana no deja respirar al espectador estrenando material a destajo -menos mal que existe el concepto 'añadir a la lista' para acumular asignaturas pendientes-, parte de una hecatombe brutal que deja al planeta bajo mínimos hasta el punto de que los adultos dejan de existir, o como mucho se han convertido en 'ghoulies', una especie de zombis abyectos, poco amenazantes, que repiten verbalmente, como un mantra, reclamos consumistas. Estamos ante un producto que se mira en el target juvenil y supone un soplo de aire fresco en la parrilla en streaming gracias a su notable desparpajo. Sentido del humor no le falta a esta comedia dramática con chispeantes momentos de acción creada por Brad Peyton, director de 'Proyecto Rampage' y 'San Andrés' -aquí más inspirado-, junto a Aron Eli Coleite, basándose en las viñetas de Brian Ralph, bastante más oscuras.
En 'Daybreak' el apocalipsis puede molar, por momentos, porque también hay alimañas al acecho. El protagonista es un joven de 17 tacos al que le pilló la gran catástrofe camino de una cita después del instituto en California. Con su skate recorre las calles esquivando ghoulies y ladronzuelos mientras disfruta del «todo gratis» que le aporta la situación. Su obsesión es encontrar a su chica, en un panorama desolador según cómo se mire. En su búsqueda se cruza con todo tipo de personajes, algunos marcadamente grotescos, que parecen salidos de una explotación italiana de 'Mad Max' de los años 80, con 'Los nuevos bárbaros' a la cabeza. Tan divertida referencia apunta por dónde van los tiros en un producto inspirado en la estética de cintas de culto como 'The Warriors', palabras mayores, o la saga 'Zombieland' en cuanto al tono, cuya segunda parte continúa defendiéndose en la cartelera. '1997: Rescate en Nueva York' y su secuela '2013: Rescate en L.A.', Carpenter elevado al cubo, también figuran en una ristra de influencias poco veladas que nos llevan directamente a 'Turbo Kid', de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, donde un joven vagabundea en busca de agua montado en su bicicleta en un futuro apocalíptico, enfrentándose a todo tipo de peligros inesperados.
'Daybreak' se antoja una distopia post-millennial, una comedia romántica adolescente que juega en la misma liga que otras series cercanas en el tiempo como las recomendables 'Wayne' (YouTube Originals) o 'The End of the F***ing World' (Netflix), también basada en un cómic. Los códigos propios de una comedia de instituto se fusionan con 'Mad Max'. El tradicional high school como escenario pasa a ser un panorama postapocalíptico donde la juventud se ha dividido en tribus y dan muestras de poder sumamente patéticas (ser popular sigue siendo la panacea). El personaje principal rompe la cuarta pared, habla al espectador, o a los propios creadores de la serie, como en 'Parker Lewis nunca pierde', esa maravilla de los años 90 que alguna plataforma debería rescatar. Escenas paródicas, humor negro a mansalva con gore incluido y muchos chistes sobre redes sociales. Instagram está presente, no falta un centro comercial como paisaje, como mandan los cánones del género, y los roles caricaturescos. La historia, otra vuelta de tuerca al salto de la adolescencia a la edad supuestamente adulta, avanza a base de flashbacks, bien integrados con cabriolas técnicas. Sale Matthew Broderick haciendo un papel entrañable y Colin Ford ('Capitana Marvel'), Alyvia Alyn Lind ('Un mar de enredos'), Sophie Simnett ('Poldark'), Krysta Rodriguez ('Quantico'), Austin Crute ('Super empollonas') y Cody Kearsley ('Riverdale') conforman el reparto. Diez capítulos vibrantes ya están disponibles en el menú principal, dispuestos a ser degustados con la mente abierta.
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