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Por fin llega la segunda temporada de 'The Last of Us', tras dos años de larga espera. Los fans del videojuego quedaron encantados con ... la adaptación, lo subrayan siempre que pueden porque mimetiza algunos momentos del título consolero y capta bien su espíritu, algo que no ocurre demasiado a menudo, por no decir nunca, hasta que apareció en streaming la genial serie de animación 'Arcane', a la que siguió la divertida 'Fallout'. Hay detalles que, indudablemente, van directamente al paladar de los acérrimos seguidores del juego de partida. Hay mensajes ocultos cuya lectura es casi exclusiva de quienes han pasado horas dándole al PC o la Playstation, pero no atender a estos guiños, especialmente pensados para gamers, no afecta a la narrativa en su conjunto. Las diferentes capas se disfrutan igual, una característica esencial para la grata recepción de la propuesta. La nueva sesión empieza un lustro después de los anteriores acontecimientos, a punto de inaugurar el año 2029. Los protagonistas, Joel y Ellie, viven juntos, pero distanciados, como buen padre e hija adolescente rebelde, en una aldea amurallada donde se ha formado una comunidad que intenta recuperar una normalidad que, intuimos, nunca llegará. Realizan las tareas propias de una vida en común, en un aparente equilibrio, cada cual con su labor dentro del colectivo, pero el fantasma de los muertos vivientes atacados por el hongo sigue ahí, en el exterior, alrededor del pueblo. Los habitantes del lugar parten leña, cocinan y se pegan un baile después de cenar, pero también salen a patrullar bien armados, a lomos de un caballo, para localizar posibles amenazas y exterminarlas.
Dejando a un lado del videojuego de partida, por el momento, el primer capítulo de la continuación de 'The Last of Us' no es la bomba. No es un regreso por todo lo alto si nos centramos en la ficción audiovisual. Lo que vemos nos suena a ya visto, sin apenas detalles que distingan la historia de otros relatos de zombis que ya hemos podido ver, que son muchos. Entendemos que estamos ante un capítulo en el cual se asientan las bases de lo próximo que vamos a ver. Empiezan a construirse varias tramas. Los roles principales quedan claros. Joel, un Pedro Pascal notablemente avejentado, es un progenitor atormentado que peca de excesivo proteccionismo con su hija adoptiva, cansada de no poder hacer lo que le da la gana, léase lo que ella entiende por libertad. Ellie se salta las reglas siempre que puede, le gusta jugar con los límites y rehuye de su padrastro. Se encierra en el garaje de casa con sus cosas. La relación familiar ya quedó retratada en la primera temporada, con la explosión final, y aquí no parece que vaya por buen camino, debido a los problemas habituales de la edad del pavo y la obsesión de un hombre por cuidar al máximo a una niña que se cruzó en su camino por accidente y ha ocupado un importante vacío en su existencia. Ambos personajes están enfadados hasta el punto de que resultan algo irritantes.
Las preocupaciones paternales de Joel llegan a un punto sin retorno que le llevan a ir a terapia, un signo más del intento de crear una sociedad inmersa en una supuesta normalidad. El final del episodio, por título 'Future Days', nos recuerda qué es lo que puede pasar. Acaba en alto, a la espera de la siguiente entrega semanal, de un total de siete, todos los lunes en el menú de Max. Ellie es descarada y agresiva, solamente se relaja y baja la guardia con una compañera de aventuras, Dina, a quien interpreta con una sonrisa Isabela Merced, la que fuera Dora, la exploradora, en pantalla grande e imagen real. Ambas salen a patrullar, a matar infectados, mientras hablan de sus ligues. 'The Last of Us', la serie en carne, a veces pútrida, hongo y hueso, aporta algunas diferencias respecto al videojuego original, enriqueciendo el visionado, dejando claro que los infectados son lo de menos. Lo importante es lo que ocurre alrededor de la viscosa amenaza y las relaciones entre los personajes de la aventura. El resultado está por encima de la media en comparación a otras producciones actuales con no-muertos, pero este comienzo de temporada, a pesar de no ser la típica historia de zombis, no es un puñetazo en la mesa. Los jugones sí cuentan con múltiples referencias para gozarla. Ellie ya luce el tatuaje que camufla la mordedura de un infectado y lleva su famoso diario, donde garabatea sus impresiones. Además, no se desprende de la navaja que perteneció a su madre y en su habitación de teenager embrutecida hay un póster de su serie de cómics favorita. Importante la presentación del caballo con el que se mueve la protagonista, vital en el videojuego, con similar aspecto. Hay más huevos de pascua que remiten a puzzles del título de Naughty Dog e irrumpe en escena una acechadora, a medio camino entre los corredores y los chasqueadores, con capacidad para tomar algunas decisiones entre las sombras. El casting sigue siendo excelente. Ya quedó enterrado cualquier atisbo de crítica sobre la elección de Bella Ramsey como Ellie. Veremos cómo se enreda la madeja.
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