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Siendo directo, al que esto escribe 'The Acolyte' le ha parecido, hablando en plata, aunque lo suyo quizás sea en wookiee, un fiasco total. Interesante en sus intenciones, si bien ha encontrado cierto equilibrio en su tramo final, es difícil defender un guion escrito con ... una plantilla oxidada, con serios altibajos y algún capítulo extremadamente tedioso. La realización no es para echar cohetes, a pesar de contar con un material que, visualmente, podría haber dado más juego. Estrenada esta semana la conclusión, tras ocho entregas que se han hecho largas, toca hacer balance después de un inicio estrepitosamente enclenque (se estrenaron dos entregas del tirón en Disney+).
Las imágenes de avance en internet dieron mucho de qué hablar. Aparentemente, la nueva apuesta derivada del universo de 'Star Wars' prometía buenas escenas de acción y una trama alambicada cercana al thriller, en la senda de 'Andor', con una estética más obvia. Sin embargo, a pesar de la llamativa campaña de promoción, el espejismo no tardó en desvelarse en el primer episodio. De entrada, desaparecen con premura algunos personajes, supuestamente emblemáticos, sin apenas desarrollo. Es más, resulta desagradable cómo fallecen, uno tras otro, roles sugestivos con muertes poco épicas. Hablan mucho, predominan los bustos parlantes, y mueren más de lo debido sin que apenas se agiten nuestras emociones, aunque siempre se puede exprimir la dichosa memoria emocional como espectador anclado en un pasado que, probablemente, nunca volverá. La saga fue lo que fue y no es lo que era aunque siga queriendo serlo.
Aunque su rostro prima en la publicidad de la serie, vista online y en cartelería callejera, Carrie-Anne Moss, la inefable Trinity de 'Matrix', dura dos telediarios en pantalla. A pesar de ser una maestra Jedi de altura, cae pronto eliminada por una enigmática amenaza que hace tambalear os cimientos de la Orden, una chica renegada que cuenta, como descubriremos posteriormente, con una hermana que es igual que ella. Aunque no se hayan visto en años, las gemelas llevan el mismo peculiar corte de pelo con trenzas. Como el yin y el yang, una joven es mala y la otra todo lo contrario. Ambas están bien preparadas para la batalla. Una casi se hizo Jedi mientras la otra parece abrazar el lado oscuro. Tras el pistoletazo de salida de la aventura con un escena de acción recurrente, llega el tedio con el uso y abuso de los flash-backs para subrayar pasajes que ya hemos visto resumidos o podemos sobrentender. El afán por darle la información mascada al público deriva en una hemorragia de diálogos excesivamente explicativos con una puesta en escena que no suaviza el desazón. La dirección no es tan caótica como en 'Obi-Wan Kenobi', pero empieza con mal pie y va recuperando brío. Hay momentos en la ambientación en los cuales parece que estamos en otra serie diferente que no pertenece necesariamente a la imaginería de 'Star Wars', salvo las túnicas y las espadas láser. El tercer capítulo es soporífero, y se vuelve a él, una y otra vez, con incontables y redundantes saltos en el tiempo que agotan el posible suspense.
'The Acolyte', carente de una personalidad fuerte, es anterior a las tribulaciones de Luke, Leia y Han Solo en la trilogía primigenia. Los hecho ocurren antes, incluso, de la transformación de Anakin Skywalker en Darth Vader. Concretamente, un siglo antes de 'La amenaza fantasma'. En los últimos días de la era de la Alta República se cuestiona el poder de los Jedi, cuya indumentaria es de un conservadurismo sublime, aguantando a través de tiempo como el kimono en las artes marciales y la cultura oriental -de la que se empapa la creación de Lucas-. El audaz punto de partida pesa en exceso. Aporta lo mejor a una propuesta que salva los muebles, como ya es habitual, en la recta final, apelando a la nostalgia.
El casting diverso e inclusivo, que de nuevo ha desatado las iras de algunos internautas anclados en un terrible pasado que de nuevo asoma la cabeza, cumple con creces, especialmente Dafne Keen, cuyo perfil no se explota lo suficiente, y el gran Lee Jung-jae, en la piel del apesadumbrado maestro Sol. En ocasiones se nota que el actor de 'El juego del calamar' se aprende las frases en inglés fonéticamente, pero cumple con nota con el expediente. Por contra, el villano es terrible, en el mal sentido, un piltrafilla con escasa entidad que pretende ser un sorpresón y se queda a medio gas, a pesar de no dejar títere sin cabeza (la culpa es del texto y no del actor, Manny Jacinto, visto en 'Nuevo sabor a cereza'). El lado oscuro de la Fuerza, en plena efervescencia, se merecía algo más. Cuando se resuelve el misterio sobre la identidad del siniestro sujeto, el gesto de decepción es inevitable. Las motivaciones en general tienen poca enjundia, son endebles, y se precipitan algunos acontecimientos con decisiones aleatorias, no siempre con fuste, dinamizando un argumento débil que, hay que insistir, se embarra mostrando imágenes que ya se han contado o podemos completar como audiencia activa. El fan service complaciente produce espectadores perezosos.
Centrándonos en la acción, las esperadas peleas vistas en 'The Acolyte' son lentas, sin que esa sea su intención. No hay riesgo ni audacia, se notan las coreografías de gimnasio y se apuesta todo a los sables de luz chisporroteando. Se apilan las casualidades. Lo de caer en un planeta y hacerlo justo cerca de quien buscas, o con quien tienes que encontrarte, por caprichos del guion, responde a una reglas internas ya casinas. Da igual a quién maten, da igual que sean tus colegas. Leslye Headland, creadora y showrunner de esta apuesta la definía como «una mezcla entre 'Frozen' y 'Kill Bill'». Menudo alarde de imaginación. Disney tiene un serio problema. Con tanto creador en el mundo, elige talentos mediocres para afrontar proyectos importantes o, sencillamente, no les deja trabajar. Siempre nos quedará 'Andor', incluso 'The Mandalorian', puro entretenimiento, pero conformarse con lo que una pretende evocar, y poco más, no es el camino.
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