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La primera serie del año en abierto se ha estrenado en Telecinco. Se llama 'Escándalo' y ha supuesto un ídem antes de emitirse. En Twitter, claro, ese lugar donde el personal se mosquea preventivamente. Pero promocionar la serie desde la cuenta de Mediaset con un ... tuit que dice «Inés, 42 años. Hugo, 15 años. ESTO es 'Escándalo, relato de una obsesión'» acompañado de un tráiler con escenas de sexo entre los protagonistas es acercar la cerilla a la lata de gasolina. Lo que habría que saber es si ha sido cosa de un despistado o de un pirómano.
De esta forma, y antes de su estreno, la serie ya ha generado polémica, buscada o no. Por un lado, ha sido acusada de blanquear la pederastia y de romantizar el abuso de menores. Por otro, vuelve a saltar a la palestra la necesidad de diferenciar entre realidad y ficción, hasta el extremo de tener que señalar que el actor que encarna el personaje de Hugo, Fernando Líndez, tiene 22 años, o de sacar a relucir las últimas ficciones de temática similar, como 'A teacher' (HBO Max) o 'El desorden que dejas' (Netflix), o de especificar que las historias de ficción no tienen que ser ni moralizantes ni correctas. Santiago Díaz, uno de los guionistas de la serie junto a Juan Vicente Pozuelo y Aurora Guerra, que además es la creadora de 'Escándalo', se preguntaba en un tuit si «¿No se puede emitir contenido en el que se muestra un delito? Fuera series de asesinatos, de robos, de secuestros...».
En medio de esta polémica, no resulta fácil ver 'Escándalo' sin tener una opinión preestablecida. Pero se ve, por supuesto. Con un ojo en la pantalla grande y otro en la chica, que hay que tomarle el pulso al tuiterío y ver si alguien ha cambiado de opinión tras ver el primer capítulo, centrado en justificar lo que provoca el debate: a pesar de que van al meollo nada más empezar (Inés se intenta suicidar ahogándose en el mar, Hugo la rescata y, acto seguido, se enrollan, aunque ella no sabe que es menor), el hecho de que Inés se líe con un chaval de quince años se explica a través de un flashback que nos cuenta los maltratos psicológicos que ha sufrido la protagonista a manos de un marido extremadamente cruel y egoísta, una hija adolescente que la desprecia y una madre (un flashback dentro del flashback) que también la vejaba de niña. El cuadro depresivo y el desequilibrio emocional de Inés se agravan al quedarse embarazada y perder a su hijo, un niño que solo ella deseaba. Para colmo de males, su marido la abandona y la aparta de su hija. Sumémosle violencia vicaria, entonces. Y un par de tilas, que este tipo saca de quicio a cualquiera.
Por eso, Inés se agarra a Hugo como su tabla de salvación, literal y metafóricamente. Y Hugo, por su parte, que es huérfano de madre (¡hola, complejo de Edipo!) y que tiene un padre capillitas y controlador que no le deja beberse ni una Coca-Cola entre semana, se enamora perdidamente de Inés.
Así, lo que en un principio parecía una historia de pederastia o, como poco, de estupro, se convierte en el relato de una mujer maltratada hasta la extenuación por aquellos que tendrían que amarla, y que solo encuentra consuelo, refugio y cariño en un chaval de quince años. Pero la cosa no termina aquí: al final del primer episodio, y ante la supuesta rebeldía adolescente de Hugo, su padre decide internarlo en un colegio, algo que da pie a un encuentro entre él e Inés que nos pone en la pista de que la serie va a girar hacia un thriller loquísimo.
Dándole vida y pelazo a Inés está la fabulosa Alexandra Jiménez, capaz de defender lo que le pongan por delante, incluso la transformación a salto de mata que sufre su personaje, de persona destruida a potencial psicópata, en un solo capítulo. Pero para contar su evolución y, con ella, la de la historia, se necesitaría un 'tempo' más lento, más profundidad, más matices y menos verbalización. En cambio, y a pesar de que se agradecen el entorno costero y las interpretaciones, casi todo en 'Escándalo' es demasiado evidente, de trazo grueso y subrayado musical.
Mientras, en Twitter la gente aplaude: a pesar de las críticas previsibles por los cortes publicitarios (nos hemos acostumbrado pronto a lo bueno), hay halagos merecidísimos y unánimes hacia Alexandra Jiménez, odio eterno al padre y a la hija (y alguna que otra comparación con Antonio David y Rocío Flores) y enganche manifiesto entre los muchos que se ha sentado a ver la serie por la controversia inicial. Leído lo leído, parece que Telecinco le ha dado la vuelta al partido.
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