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Este artículo revela detalles importantes de la última temporada de 'Cuéntame'.
Inés ha sido siempre la eterna insatisfecha. La hija mayor del matrimonio Alcántara ha vivido muchas vidas, pero con ninguna ha terminado de encontrar su lugar en el mundo. Como dice la canción de ... Mari Trini con la que han puesto final a su capítulo (el segundo de la temporada final de 'Cuéntame': Inés, la duda), ella no es esa que tú te imaginas, una señorita tranquila y sencilla, que un día abandonas y siempre perdona. No, esa no es Inés. Y en el episodio dedicado al personaje, nos lo deja claro, sacando todo el resentimiento que ha llevado dentro en los últimos 25 años. Los que han pasado desde que Antonio y Mercedes no le brindaron estudios universitarios y la pusieron a trabajar en la peluquería del barrio, junto a su amiga Pili. Una espina que ya ha demostrado que aún le duele y sobre la que la abuela Herminia le abre los ojos en una de las mejores secuencias de la serie. A lo largo de 23 temporadas, Inés ha sido la hija rebelde. Inconformista nata, se casó y tuvo un hijo con el cura del barrio, se fue al extranjero, ha estado en la cárcel, ha tenido novios muy mayores y muy jóvenes, novias y ha tenido problemas con las drogas. Es la hija bohemia, sin demasiada suerte en la interpretación. Una fortuna profesional que le llega justo cuando no puede disfrutarla con una familia con la que ha roto.
Llegamos a la España de 1995. Un año en el que José María Aznar le dijo a Felipe aquello de «váyase señor González» (y vaya si se fue), en el que ETA seguía matando e intentándolo (con el propio presidente del PP, con un coche bomba), Gurruchaga era transgresor, Jesús Gil alcalde de Marbella y en el que se murió Lola Flores. Y con un nuevo entierro, en este caso el de La Faraona, vuelve a arrancar capítulo 'Cuéntame', después del funeral de Herminia en 2001. Y es precisamente la abuela de los Alcántara la que está viendo en la tele cómo la desgracia se ceba con el clan Flores. Primero con la matriarca, y quince días después, con su hijo Antonio. «Pobre familia», dice. Una frase que acabará sirviendo para la suya propia.
Dice la voz de Carlitos, el narrador de la serie, que existe un hilo invisible que une a padres y a hijos. Un hilo que no es capaz de romper nada en el mundo. Pero el que une a Inés con su madre está más que roto después de que Merche y Antonio decidieran repartir la herencia en vida para que sus hijos puedan disfrutarla. Lo vimos en el primer episodio de esta última temporada, y se desarrolla ahora, en este segundo, desde el punto de vista del personaje que interpreta Irene Visedo.
Inés lleva cuatro meses sin hablarse con sus padres, desde que todo saltara por los aires en Nochevieja. En ese tiempo ha empezado uno de los que serán sus grandes proyectos hasta ahora: dirigir una obra de Lorca para el Centro Dramático Nacional. En concreto, 'La casa de Bernarda Alba'. Una producción que le servirá para iniciar un acercamiento con su madre, tras la insistencia de todos sus hermanos, reunidos a cenar. La clave la dan, precisamente, las dos únicas personas que no llevan el apellido Alcántara: las parejas de Toni y de Inés, Débora y Mike 'Darling'. «Esta familia es como vivir en un eterno psicodrama», dice la inglesa. «O dentro de un documental de vida salvaje», le responde su cuñado. «¿No podría madurar Inés? (y aceptar la herencia). Vive en un conflicto constante», insiste Débora. «Sólo busca su lugar en el mundo. Quizá por eso es actriz», justifica Mike.
En la cena, Toni y María, sus hermanos, le piden que acepte la herencia y retome la relación con su madre. «No lo dejes pasar», le llega a decir el mayor. Pero, las relaciones humanas no son como los calcetines que remienda Herminia para arreglarlos y que sigan siendo útiles. «Se es feliz sólo a ratitos. A mí me ha hecho feliz hacer este zurcido y que no se note», dice la abuela. Pero el agujero en la familia necesita algo más que aguja e hilo. Necesita una máquina de coser eléctrica. O la propuesta que tiene Antonio para desatascar la herencia: «Cualquier día me lío la manta a la cabeza y me lo gasto todo».
Pero, tras la cena con sus hermanos y una conversación con Mike, Inés decide comenzar el deshielo con su madre y se presenta en el taller de costura de Mercedes. Allí le hace un encargo envenenado. Quiere que su madre diseñe el vestuario de la obra de teatro que dirige. Una tarea que acepta para tratar de arreglar las cosas con su hija. Pero la Nostradamus de la temporada, la abuela, vuelve a dictar sentencia. «Mezclar familia y trabajo nunca ha salido bien». Amén, Herminia. Así que Mercedes se pone manos a la obra para bocetar los trajes de Bernarda y sus cinco hijas, prisioneras de su madre, que encarna el patriarcado. Una época que Mercedes dice conocer bien de Sagrillas, donde tenían su propia familia lorquiana con 'Las Plácidas'. A Inés se le ocurre vestir a las hermanas de presas y a la madre de funcionaria de prisiones. Los hombres serán los carceleros. Algo «transgresor». Su madre, toma nota. Pero en un ensayo de la obra, Inés da unas pistas de lo que está por venir, a la hora de explicar a las actrices el carácter de sus personajes. «Os odiáis por odiar a vuestra madre y por eso os sometéis. El problema es que sois icompatibles», viene a decir.
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Entretanto, otro miembro de la familia Alcántara entra en política. Se trata de Paquita, la sobrina de Mercedes y exviuda de Miguel, el hermano de Antonio, que se presenta a alcaldesa de Sagrillas, con la promesa de convertir el pueblo en el nuevo Marbella. Eso sí, sin playa y en medio de Albacete, pero con hoteles y casinos. Una suerte de Eurovegas manchego. La familia le hace ver que para llegar a los vecinos lo que falta es apelar a la fibra y buscar soluciones a los problemas. Unos problemas que son, al final, parecidos a los de España, con el paro como principal preocupación. Por eso Toni, el hijo periodista, no tiene suficiente con asesorar a Paquita y da el paso de volver a Moncloa para ayudar a Felipe González a retener el Gobierno. Spoiler: Aznar ganó las elecciones meses después, Toni.
En paralelo, Oriol, el hijo de Inés sigue coqueteando con un grupo de ultraderecha, que en la temporada anterior acabó dando una paliza al cura negro del barrio y amenaza ahora con quemar y dar una paliza a unos okupas en una de los edificios junto al bistró. Lo que nadie en su entorno sabe es que Oriol está colaborando con la policía para tratar de meter en la cárcel a los nazis. Algo que su madre está a punto de frustrar, cuando lo ve con los cabezas rapadas.
Inés comienza a perder la paciencia con los bocetos de su madre. Sobre todo porque la directora del Centro Dramático Nacional ha conseguido que uno de los diseñadores más rompedores de la época, Antonio Alvarado, haga los patrones sobre su idea de la cárcel. A los de Mercedes, sin embargo, «les falta magia» según su hija, que acaba acudiendo a casa de su madre para deshacer el encargo. Pero en lugar de ser honesta y contarle que tiene una propuesta que le encaja más, Inés echa por tierra el trabajo de su madre, que se acaba sintiendo aliviada. Ambas acaban protagonizando una airada discusión, llena de reproches, en las que ese hilo invisible que las une acaba deshilachado. Inés entra en un bucle como el de las rabietas de los niños, que acaban protestando por una cosa y por la contraria. La relación entre ambas está rota, pero los puntos sobre las íes los acaba poniendo la verdadera protagonista de la temporada final de 'Cuéntame': Herminia.
En una secuencia memorable, el personaje que interpreta María Galiana, se quita por una vez el traje de abuela para ponerse el de madre. Y ahí, vuelve a salir el dichoso trabajo de peluquera que Inés parece tener grabado a fuego. «¿Y tú que querías?», le grita Mercedes. «Salir del puto San Genaro», le responde su hija, que le recuerda que si salió no fue por ella. Eran otros tiempos, se justifica el personaje de Ana Duato, «No era lo normal. No se podía», le explica para hablar de por qué no la enviaron a la universidad. Y ahí entra en escena Herminia, con un casi monólogo que deja a su nieta sin argumentos. «No era lo normal, pero lo normal era una mierda. Estábamos criadas para eso, para cuidar la casa, criar a nuestros hijos y trabajar en cosas de mujeres», empieza diciendo. «Tus padres deberían haberte dado la oportunidad de estudiar. Tu madre tampoco estudió de joven, pero después de criar a cuatro hijos se sacó una carrera», reivindica. «Tú podías haber hecho lo mismo», le reprocha a su nieta, ante las lágrimas de una emocionada Mercedes, que mira a su madre con temor a las represalias de su hija. «Tiene que oírlo. Eres mi nieta, pero tu madre es mi hija, y sé muy bien lo que ha hecho por los suyos», explica Herminia. «Has sido muy libre y muy tuya en tus cosas. Apechuga ahora», dice la abuela.
«Alguien tenía que hablar claro», espeta Herminia, tras el portazo de Inés, que rompe con todo. Es que claro, escuchar la verdad es doloroso y más si viene de alguien tan sabio como ella. La abuela morirá, eso ya lo sabemos, pero aún nos faltan cinco capítulos (y seis años) para seguir disfrutando sus consejos. Eso, y las andanzas de la alcaldesa Paquita, la que Sagrillas necesita. La semana que viene, más.
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