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La cuarta entrega de la serie del momento ha sido la más ligera de todas. 45 minutos de metraje, el capítulo más corto, acercándose más a una duración normalizada. Es lógico que hayan apostado esta vez por algo sencillo, que no deja de añadir información ... a la historia, presentando nuevos personajes, tras el aplaudido anterior episodio, ya historia de la televisión. La relación sentimental entre Bill y Frank ha emocionado sobremanera a la audiencia, excepto a algunos homófobos, vamos a decirlo, que no han aceptado que se desarrolle algo que ya se intuía en el propio videojuego, ofreciendo algo diferente al material de partida. No ha tardado en aparecer una cansina horda de haters que se ha dedicado, con mucho tiempo libre, a bajar la puntuación de la serie en internet. Razón de más para no hacer caso a estos números fácilmente manipulables que aparecen en supuestas webs especializadas que no tienen el más mínimo filtro ante una supuesta democratización de la crítica audiovisual que ha derivado en blanco o negro, en vaya mierda o menuda obra maestra, en te casco un cero patatero porque molesta que que haya diversidad en el casting según mis principios reaccionarios... Las medias no suelen atender realmente a la creatividad de las propuestas. No se valoran como obras artísticas y se aprovecha la coyuntura para patalear y lanzar exabruptos gratuitos. No hay que guiarse al 100 %, o al menos no tomarse en serio, estas manipulables fuentes de datos que valoran la calidad según la mala baba del usuario.
El tercer capítulo de 'The Last of Us' termina de subrayar que no estamos ante otro culebrón que camina por la senda de 'The Walking Dead', cuya mención es inevitable. Asistimos a un «episodio embotellado», tal y como se define en la terminología seriéfila a un relato autoconclusivo que permite «completar» la temporada con un gasto contenido, como es el caso. Los ajustes presupuestarios obligan a generar este tipo de entregas, con poco reparto y pocas localizaciones -si en solo una, mejor que mejor-. Craig Mazin, el creador de 'Chernobyl', aceptó la premisa y se lo planteó como un reto, dando luz verde a un capítulo, ya emblemático, especialmente cuidado en su escritura y dirección. Nada que ver, por ejemplo, con los episodios de transición de «gente hablando en una granja» de 'TWD'. Por otra parte, queda claro con la continuación estrenada hoy mismo en HBO Max que los infectados son lo que menos importa en la aventura de Joel y Ellie. La prueba es que no aparecen en todo el episodio y no se les echa de menos. Subrayado el mensaje.
Comienza 'Por favor, no me sueltes la mano', título elocuente del cuarto capítulo, con Ellie manejando una pistola, apuntándose a sí misma frente a un espejo, en una casa destartalada donde probablemente ha pasado la noche junto a su compañero de fatigas accidental. Sonríe mientras se dispara a sí misma, sin balas. Con mucho simbolismo en una imagen, nos sitúan y nos cuentan de ante mano lo que vamos a ver en una entrega sobria, de dirección eficaz, sin efectismos, que remarca la verdadera amenaza en el escenario apocalíptico: nosotros mismos. El ser humano es el lobo del cuento, los no-muertos son el condimento, aportan salsa al plato principal del menú caníbal, pero no son lo más indigesto.
Un fotogénico paseo en coche de los protagonistas nos muestra un mundo desolador a través de planos generales. Los márgenes de las carreteras están cubiertos de basura y cuerpos sin vida cuya carne se pudre por el paso del tiempo. Hay esqueletos dentro de los múltiples coches abandonados en los arcenes. Esta postal perturbadora contrasta con la aparente paz que da la naturaleza. La ciudad parece ser quien acoge la maldad, el horror y la desesperanza.
La relación entre Ellie y Joel avanza. Gracias a los diálogos entre ambos roles sabemos más de ellos, con bromas incluidas. La chica pierde, aparentemente, la poca inocencia que le quedaba en una escena con final cruel, bien resuelta dando protagonismo al espacio en off. Descubrimos que no es la primera vez que la joven reacciona con violencia ante un ataque, no es ninguna mosquita muerta. La expresividad de Bella Ramsey cuenta mucho, su reacción ante la sensación de amenaza del propio ser humano, su indefensión y la pérdida de papeles frente a la adversidad. El instinto de supervivencia late, es inevitable, y se presenta un nuevo horror desafiante liderado por la actriz Melanie Lynskey -genial en 'Yellowjackets', cuya esperada segunda temporada está al caer-. Su personaje dará de qué hablar. ¿Quién caza al cazador?
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