La caída de la Casa Hammer

Armie Hammer era hermoso y rubio como la cerveza, y muy alto, y dueño de unos fantásticos ojos azules y de unas ganas tremendas de triunfar como actor. A pesar de que procedía de una estirpe riquísima (su bisabuelo Armand, del que hereda no solo su nombre, sino también su comportamiento psicopático, era un magnate del petróleo), tuvo que foguearse en pequeños papeles hasta que tuvo su oportunidad con 'La red social', poniendo cara a los gemelos Winklevoss (el cuerpo lo puso Josh Pence). Pero su consagración llegó con 'Call me by your name', la película de Luca Guadagnino en la que hacía pareja con Timothée Chalamet. El reconocimiento a su trabajo fue unánime, y The Hollywood Reporter lo colocó en portada con el titular 'Una estrella se convierte en actor'.

Pero Armie era una estrella fugaz: tras la filtración en las redes de mensajes enviados por el actor, algunos tan macabros como «Vamos a hacer una apuesta. Si gano, voy a tu casa, te ato entera y te inmovilizo. Luego haré lo que quiera con todos los agujeros de tu cuerpo, hasta que me quede a gusto» o «Soy 100% caníbal. Quiero comerte» (también es casualidad que Chalamet acabe de protagonizar otra película de Guadagnino donde interpreta a un caníbal), comenzaron los testimonios de mujeres con las que el actor había tenido prácticas sadomasoquistas no consensuadas. Incluso fue acusado de violación.

En el primer episodio de 'La saga de los Hammer' son dos de esas mujeres las que dan su testimonio. Cuentan las situaciones de dominación, de abuso de poder, de control y manipulación sufridas a manos de Armie Hammer. Pero todo está narrado de una manera tan burda y efectista que se logra el efecto contrario, hasta el punto de que la declaración más dramática, la de la chica que lo acusa de haberla violado cuando solo tenía 20 años, se pierde entre tanto amarillismo. Y eso es lo sorprendente: en 'Sálvame' son capaces de aguantar cinco horas de programa solo con los wasaps que Canales Rivera le enviaba a Cynthia Martínez, mientras que este documental, lleno de asuntos sórdidos y hasta delictivos, apenas consigue que permanezcas atenta a la pantalla. No solo hay que contar las cosas, también hay que contarlas bien. Y por su orden.

En los dos capítulos siguientes se analizan las tropelías de los hombres Hammer. Unas joyas: desde el sátrapa del bisabuelo hasta el cristianísimo padre de Armie, que tenía un trono sexual con el emblema de la familia. Pero la verdadera fuerza reside en el testimonio de Casey Hammer, tía de Armie, que publicó un libro en 2015 poniendo las cartas boca arriba. Casey cuenta cómo su padre Julian, un tipo enganchado al alcohol, al sexo y a las drogas, maltrataba a su madre y organizaba orgías en su casa. Incluso llegó a matar a un amigo, pero el caso fue desestimado porque alegó haberlo hecho en legítima defensa. Y lo más terrible: Casey afirma que su padre abusó de ella.

Todos los delitos cometidos en esa familia fueron sepultados por el dinero y los contactos de los Hammer. Es lo de siempre: hombres poderosos que se sienten libres para hacer cualquier cosa que les plazca porque disponen de una maquinaria de poder y dinero capaz de hacer desaparecer sus actos más abyectos. Pero lo incomprensible de este documental es que una historia de tipos degenerados, despreciables y riquísimos pueda resultar tan mala, tan superficial. Puestos a hacer un documental más sensacionalista y efectista que serio y riguroso, que hablen con los de La Fábrica de la Tele. En eso son los mejores.

'La saga de los Hammer' está disponible en HBO Max.