Las series de terror captan a una audiencia cada vez mayor en las plataformas bajo demanda, acercando el género a un público no habitual. Desde la India llega otra propuesta escalofriante, descarada y entrañable
Entre las muchas virtudes de la implantación del entretenimiento audiovisual en streaming se encuentra la posibilidad de acceder a cinematografías de nacionalidades exóticas. Países cuya producción desconocemos tienen ahora una puerta abierta para mostrarse al mundo, lo que es de agradecer. Amazon Prime Video, por ejemplo, viene a ser lo que antes entendíamos por el videoclub de barrio, al que acudías sin saber qué película alquilar ese día para amenizar la tarde. Se abría entonces un mundo de increíbles posibilidades, con carátulas extrañas sobre las estanterías, a veces tan absurdas e impagables que llamaban poderosamente la atención. La curiosidad nunca mató al buen cinéfago, más bien todo lo contrario, y muchos aficionados al cine fantástico y de terror descubrieron títulos ignotos gracias a la singular y eclética oferta de tan añorados negocios, ahora en declive. El caótico menú de vídeo bajo demanda de la famosa tienda de venta online, donde se reproducen por esporas filmes sin subtítulos ni sinopsis en nuestro idioma, permite al espectador avispado degustar piezas de otros mundos que están en éste. Propuestas de Bollywood, cine asiático de culto inmediato, arte ignoto, serie B o Z, un cajón de sastre maravilloso que es difícil de manejar sin angustiarse como buen cinéfilo deseoso de ampliar su campo de visión.
El terror es un género que no necesita al star system para venderse. Cuando un espectador quiere pasar un buen mal rato, libre de prejuicios, a la conquista de material que agite su cuerpo y queme sus retinas, acude a un variedad impensable de historias sin titubeos. La mentalidad es más abierta ante la posibilidad de pasar miedo en el sofá, de ahí que empresas como Netflix apuesten por series de cualquier parte del mundo que toquen un género que funciona muy bien desde el sofá de casa. El año pasado sorprendió 'Typewriter', una producción india con espíritus de por medio que fue ganando adeptos de boca en boca. Un año antes había llamado la atención la miniserie de tres episodios 'Gul', también rodada en la India con el apoyo de Blumhouse, productora americana especializada en cine de horror que sabe rentabilizar muy bien su catálogo. Están detrás de éxitos cacareados como 'Déjame salir' o la saga 'Insidious', por poner dos rápidos ejemplos, y apoyan proyectos especialmente ideados para los seguidores de los relatos macabros, entre ellos la antología de películas de terror 'Into the Dark', disponible en HBO, filmadas en diferentes partes del mundo por una enriquecedora variedad de cineastas y equipos creativos.
Sangre y látex
El pasado fin de semana Netflix sumó a su catálogo 'Betaal', otra miniserie rodada en la India por los mismos responsables de 'Gul' y co-producida por Blumhouse. El inglés Patrick Graham figura en los créditos como creador y director en ambas iniciativas, erigiéndose como un solicitado artesano que sabe exprimir un resupuesto ajustado, aprovechando la estética y cultura propias del país donde rueda. Los miedos ancestrales, el pánico atávico, nutren cuatro episodios de 45 minutos de duración que se atreve con el cine de zombis desde una perspectiva folclórica. Una aldea es víctima del capitalismo salvaje. La construcción de una carretera que pasa justo por encima de sus calles y viviendas acaba en un conflicto violento que deriva en una tremenda maldición que consiste en un descontrolado ataque de muertos vivientes que puede recordar a los famosos temparios de Amando de Ossorio, reyes de la función siniestra en películas alabadas por los fans fatales del terror setentero made in Spain como 'La noche del terror ciego' o 'El ataque de los muertos sin ojos'. Un destacamento armado intenta poner orden y desahuciar sin escrúpulos a los lugareños, pero la pérfida maniobra se vuelve en su contra. No hay que profanar el sueño de los muertos.
Un fotograma de 'Betaal'.
'Betaal', zumbona y descarada, luego desconcertante para el público casual, también cuenta con Nikhil Mahajan en la realización mientras Suhani Kanwar co-escribe el guión a cuatro manos junto a Graham. El reparto está formado por Viineet Kumar, Aahana Kumra, Suchitra Pillai, Jitendra Joshi, Jatin Goswami, Manjiri Pupala y Syna Anand. Casi todos acaban mal o muy manchados de sangre. No falta el gore, tampoco los borbotones de hemoglobina y el agradecido látex en una apuesta que remite a películas de antaño, a ese terror de pipas que tantas alegrías ha dado a muchos defensores del celuloide sombrío. Casposa a ratos, la viscosa miniserie tira de recursos manidos, como las cámaras con visión nocturna y los contraluces para ocultar cierta falta de medios cuando aparecen las criaturas voraces. Estas decisiones tienen su encanto, aunque pueden echar para atrás a espectadores no habituados a la libertad y descaro del género fantaterrorífico. Su sinceridad y falta de complejos es refrescante, junto a la originalidad de su ambientación de cara a Occidente. Es ideal para omnívoros del audiovisual, además de durar lo necesario.
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