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Andreu Buenafuente (Reus, 1965) actúa por primera vez sin gafas en 'El otro lado', una serie de Berto Romero sobre un periodista del misterio enfrentado a un caso real de poltergeist, que Movistar Plus estrena el 23 de noviembre. Un delicioso juguete cómico en el ... que Buenafuente, que mantiene con Romero el podcast más escuchado de España, 'Nadie sabe nada', borda al fantasmal mentor del protagonista, una suerte de doctor Jiménez del Oso anclado en los 80 y, por lo tanto, políticamente incorrecto.
–¿Qué pensó cuando le dijeron que tenía que encarnar a un fantasma?
–Me quedé en shock, no me esperaba la propuesta de mi amigo, que tiene una carrera propia en la ficción. Estaba bloqueado, porque le tengo mucho respeto a Berto. Me dijo que confiara en él y se esfumaron todos mis temores.
–Cuando se vio caracterizado para el papel se daba grima.
–Sí. Se ha trabajado un personaje que es un alivio cómico, que dicen los americanos. Casi toda la parte de comedia del guion es suya. Es la primera vez que aparezco sin gafas. Puede parecer una chorrada pero es importante, porque siempre me he sentido más seguro parapetado tras ellas.
–Un personaje anclado en el pasado y políticamente incorrecto. ¿Se ha sentido cómodo en el papel?
–Tenía que hacerlo bien, porque muchos de sus diálogos iban a rechinar a nuestros oídos actuales. Hace poco escuché una entrevista actual con un dibujante mítico español de los 80, y me pareció la más incorrecta que he oído en muchos años. El tipo no tiene filtros. Se la reenvié a mis amigo diciéndoles que si querían saber cómo eran los 80, tenían que escucharla.
–Para alguien que vive de provocar la risa tiene que ser cómoda esa ausencia de filtros. Resultaría un alivio seguir en los 80.
–Sí. Yo no he hecho mucha ficción, pero me doy cuenta de lo adictiva y placentera que es. Puedo entender a muchos actores y actrices que están enganchados a ella. Ahora preparo un programa para TV-3 como Andreu Buenafuente, y vuelve a estar presente el filtro. Intentas llevar los límites un poco más lejos, pero no tiene nada que ver.
–¿Cada vez es más difícil hacer humor?
–No lo sé, es la eterna pregunta. Por mi parte, intento que no lo sea. Tengo la suerte de estar en una cadena, la catalana, en la que trabajé muchos años y no hay ningún tipo de cortapisa. Pero a lo mejor esta sociedad se ha puesto con los nervios de punta y está confundiendo ser una sociedad mejor, que lo queremos todos, con acotar la libertad de expresión. Hay un humor que ya no se puede hacer, no por censura, sino porque simplemente somos mejores como sociedad: machismo, chistes homófobos... Yo vengo de los 70 y 80, y aquello era un infierno.
–Viene de las cintas de Arévalo, vamos.
–Bueno, gente que en aquel momento no tenía esa madurez como sociedad. Por otro lado, no me digas lo que puedo o no decir. Nos falta a todos en general, y a mí el primero, un cursillo intensivo de entender qué demonios es la libertad de expresión. Debería enseñarse en las escuelas, porque todos nos la ponemos en la boca pero no sabemos emplearla y hasta nos asusta.
–¿Siente como profesional del humor la autocensura?
–Me cuesta identificarla. Yo hablo más bien de sentido común y de profesionalidad. Yo quiero contar en un monólogo qué pasa en la actualidad y pongo mis filtros. Puedes llamarlo autocensura, pero es que no estoy cómodo diciendo según qué cosas. Identifico mejor la autocensura cuando una empresa te dice: mira, por aquí, no. Lo acato pero no lo comparto, es algo que nos ha pasado a todos en todos los lados. Esos temores, esas líneas rojas que no hay que sobrepasar, como sociedad nos hacen más inmaduros.
–¿Mantiene en la vida real la relación de mentor con Berto Romero?
–No. Yo no soy su fabricante de personajes, él es un tío muy bueno que se ha construído a sí mismo. Yo le he aportado locura, tirarse a las piscinas, y él me ha enseñado a nadar mejor en esas piscinas. Los dos hemos crecido mucho porque hay cariño y respeto.
–¿Qué relación tiene con el mundo del misterio y el periodismo friqui?
–Me fascinaba de adolescente, me compraba las revistas, libros de Von Däniken... Con los años te das cuenta de que no hay nada. Ahora lo consumo como evasión, no comparto el 95% de lo que dicen, pero me gusta cómo lo dicen. Un programa de misterio me evade, me parece admirable que sigan instalados en esa fantasía.
–En estos tiempos de postverdad y 'fake news', ¿no cree que alguna información de hoy puede resultar igual de loca?
–Puede ser que se haya contaminado de ese periodismo fantasioso e imaginativo. No se contrastan datos, se busca el impacto y se hace un flaco favor a la sociedad. Están dando un pienso artificial para tus ideas preconcebidas. Estoy muy preocupado, debemos luchar por imponer el sentido común. Antes eso quedaba como una anécdota, pero ahora crea partidos, mueve tendencias y pone presidentes en países de primer nivel.
–¿Se toma en serio su carrera como actor?
–Cuanto mayor me hago, más celebro que pueda seguir en esto. Trato de no aburrirme y de no fallar al espectador. No tengo que ganar un Goya, mi problema es la dispersión.
–Empezó en una radio en su Reus natal. ¿Se siente un dinosaurio en este universo del entretenimiento en transformación?
–Todos los cambios tecnológicos me parecen bien. Lo que me enamoró de esto cuando empecé en los 80 era el placer de contar tus cosas y que otros las escuchen. Ahora cualquiera puede contar lo suyo. Yo me grababa casettes en mi casa, si empezara ahora quizá sería youtuber.
–¿Qué cree que hay al otro lado?
– No lo sabemos y por eso estamos todos como estamos. Me quedo con lo que dijo al despertar un músico catalán que estuvo en coma: he estado allí y no hay nada. Si supiéramos lo que hay, a lo mejor tendríamos prisa por irnos. Y yo no tengo prisa.
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