Silencio en el plató

Hay una evidente diferencia entre relatar un suceso para denunciarlo o para recrearse en él y a muchos 'true crime' de los que vemos hoy en día se les olvida. Obviamente tanto los que hacen una cosa como la otra pretenden congregar al mayor número ... de espectadores posible. Es lógico. Lo que no debería ser lícito es lograrlo de cualquier manera. Y algunos títulos que encontramos en los catálogos se pasan de frenada. El auge que vive el género ha provocado una proliferación de propuestas y no todas son cuidadosas con cómo cuentan lo que cuentan, el modo en que hacen uso de ese material sensible. Es normal que se intente enganchar al público para que vea un capítulo tras otro, pero en ningún momento se debería perder la perspectiva de que narran acontecimientos reales y no ficcionados. Las víctimas que aparecen en 'Silencio en el plató' han denunciado, por ejemplo, el tratamiento que se hace de sus casos en la serie documental de Max. Aseguran que los promotores en ningún momento les explicaron cuáles eran sus intenciones y, que una vez visto el resultado final, se sienten engañados y revictimizados. Así lo ha criticado la actriz Raquel Lee Bolleau, que afirma que conocieron algunos datos escabrosos frente a las cámaras con el fin de que estas captasen su estupor, en pro del show, y que no recibieron ninguna preparación previa. También lamentan la forma en que se dosifica la información, como cebo para atrapar a la audiencia. Por ejemplo, se crea un 'cliffhanger' entre los episodios 2 y 3 tras revelar que el actor Drake Bell sufrió abusos por parte de Brian Peck. Es el ejemplo más reciente, pero no el único. No estamos viendo 'Perdidos' ni 'Juego de tronos'. Debemos ser conscientes.