La ficción como refugio

Parece complicado aislarse de una realidad tan aterradora, a la que prestan atención todos los medios, centra la mayoría de conversaciones y se extiende, con no pocos bulos, por redes sociales. Ante ese panorama yo he optado por refugiarme en la ficción en los únicos momentos en que he logrado una mínima desconexión. He apartado el móvil y he buscado en las pantallas una vía de escape de esta situación crítica. Porque la ficción tiene ese poder, nos ofrece la oportunidad de huir de lo que no nos gusta, de imaginarnos un mundo diferente, de olvidar por unas horas lo que sucede a nuestro alrededor. Nos introduce en otras familias, en otras ciudades, en otras galaxias. Nos transporta a otros dramas, a relatos grotescos, a vidas paralelas. Qué mejor salida para tratar de borrar de la mente las imágenes plagadas de barro con las que me topo desde el martes 29 de octubre. No he tenido mucho tiempo libre, pero lo he utilizado para ponerme al día con algunas películas pendientes, y para empezar a ver las primeras series de Thomas Vinterberg, 'Familias como la nuestra', y de Javier Giner, 'Yo, adicto', dos conmovedores trabajos -muy diferentes entre sí- excelentemente rodados. Ninguno de ellos es superficial, lo sé. A veces refugiarse en otros dramas te permite tomar distancia del que vives.