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'La guerra de las galaxias' (George Lucas, 1977) ha influido en tantas cosas que también ha contribuido a inocular en las nuevas generaciones una idea de la ciencia-ficción, más que inexacta, demasiado estrecha. En una película (y una saga) que tenía ... tanto de ciencia-ficción como de película de aventuras no exenta de inocencia y espíritu juvenil, y con sus toques de western y comedia, se concentraban muchos géneros pero la diversión, la acción y el compañerismo, incluso el belicismo, primaban sobre la reflexión sobre mundos futuros, por mucho que el dilema entre el bien y el mal aportara su punto filosófico al asunto.
Sin embargo en aquellos años 70 que rasgó Lucas con su inagotable aventura la tendencia en la ciencia-ficción era otra, la que vino a recuperar cinco años más tarde Ridley Scott con su no menos legendaria 'Blade Runner' (1982): la incertidumbre ante el mundo futuro era un caldo de cultivo perfecto para planteamientos sobre la esencia del ser humano, y sobre su tendencia a la autodestrucción, que ya se empezaba a vislumbrar desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con la llegada de la bomba atómica y la posible despedida de la raza humana como tal, que quedó reflejada en 'La hora final' (1960). La película de Stanley Kramer estaba basada en una novela de Nevil Shute que también tuvo mucho éxito en ese tiempo.
Muchas otras películas de esa ciencia-ficción seria y hasta apesadumbrada tenían su origen en una literatura también floreciente en el género en aquella época, y que planteaba las consecuencias para la sociedad de la tendencia del hombre a crear problemas, más que a resolverlos. También mostraban la preocupación en aumento exponencial que se derivó de la Guerra Fría y las posibilidades de que el estado de bienestar, que se había ido creando y mejorando a lo largo de los siglos, se tornara en la destrucción total o en sociedades distópicas en las que ya solo queda la lucha por la supervivencia o la resistencia a la aniquilación del ser humano como tal. Desde el 'Fahrenheit 451' (Francçois Truffaut, 1966), que tomaba de la novela de Ray Bradbury la idea de los ciudadanos que memorizan los libros que pretende destruir el poder, a la ciencia-ficción metafísica de 'Solaris' (Andrei Tarkovski 1971), que lleva magníficamente a imágenes el mundo de Stanislaw Lem, en el que cabe un planeta pensante que toma los recuerdos humanos y juega con ellos. Tarkovski continuó explorando una ciencia-ficción en la que el paisaje es más la mente humana que los planetas lejanos en 'Stalker' (1979), todo un viaje incierto a la conciencia humana.
La supervivencia en un mundo futuro en decadencia tuvo su máxima expresión en películas como 'El último hombre vivo' (Boris Sagal, 1971), sobre otra novela célebre de otro grande de la literatura de ciencia-ficción, Richard Matheson, que llevada miedo a la soledad llevado a la máxima potencia: un mundo desolado por una guerra bacteriológica y un científico que aún lucha por vivir con la esperanza de que aún queden otros seres vivos. El propio Charlton Heston volvía a protagonizar una fábulua distópica que está entre lo más granado de la ciencia-ficción seria y reflexiva de los años 70, 'Cuando el destino nos alcance' (Richard Fleischer, 1973), también conocida por su título original 'Soylent Green', situada en un futuro Nueva York en 2022, en el que los pobres tienen que comer productos sintéticos, y que plantea los peligros de las manipulaciones alimentarias y los retos morales en un planeta superpoblado y con carencias en los recursos naturales. Tan actual entonces como ahora.
En esa línea entre lo social y lo político, para plantear el destino del hombre en plena confusión provocada por las formas de evolución elegidas, se plantearon en la época muchas otras películas de ciencia-ficción que han accedido al status de culto y que siguen influyendo en el estado de la cuestión futurista del cine de hoy: desde 'La fuga de Logan' (Michael Anderson, 1976), en la que la solución para controlar la superpoblación era decretar la muerte de los que cumplían los 30 años, a los androides aparentemente perfectos que protagonizan un parque temático sobre las diferentes eras de la humanidad, y que fallan y se rebelan poniendo a esa humanidad en peligro en 'Almas de metal' (Michael Crichton, 1973), recuperada el año pasado en forma de serie en 'Westworld'. Terreno abonado para la llegada de 'Blade Runner'.
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