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Hace un par de años, 'Kingsman' -libre adaptación de Matthew Vaughn de la serie de historietas de Mark Millar (guion) y Dave Gibbons (dibujo)- cayo simpática por su retrato de un sofisticado y juguetón universo de espías. Los 'kingsmen' son un ... servicio de inteligencia británico y autofinanciado dedicado a velar por la seguridad del mundo. Su tapadera son los mejores sastres londinenses, por eso todos los protagonistas parecen salidos del escaparate de una boutique de caballeros de Savile Row.
El vestuario era un elemento pirotécnico más en una película plagada de ellos. Millar y Vaughn, que ya habían colaborado en 'Kick-Ass', inundaban de humor cínico y pretendida transgresión del género de espías un aparatoso divertimento que nunca se tomaba en serio a sí mismo. La escena final -un (literal) castillo de fuegos artificales- dejaba claras las intenciones del director, que no eran otras que aglutinar guiños de la cultura pop. En 'Kingsman' tenían cabida James Bond y el John Steed de 'Los Vengadores'; los whiskies de buena marca y 'My Fair Lady'. Hasta aparecía Michael Caine como el jefe de la organización, recordándonos que un día fue Harry Palmer, el espía con gafas.
Los clichés de espías ya nos habían divertido con un humor mucho más bestia en otra saga que no necesitaba tantas coartadas culturales: Austin Powers. Los 400 millones de dólares recaudados en todo el mundo hacían obligado el regreso de los espías mejor vestidos del planeta. Empezando por Harry Hart, alias 'Galahad' (Colin Firth), impecable gentleman armado con paraguas letal, y siguiendo con Merlin (Mark Strong), un escocés quisquilloso devoto del 'tweed' que actúa como gurú tecnológico de la agencia.
'Kingsman: El Círculo de Oro' comienza con la destrucción de la organización a manos de una loquísima traficante de estupefacientes que atiende al improbable nombre de Poppy (Julianne Moore, que tiene que pagar la hipoteca a final de mes). Los kingsmen tendrán que buscar ayuda en los Statesman, su equivalente americano. Jeff Bridges, Channing Tatum y Halle Berry se suman al circo, rodado en los estudios Leavesden, en Inglaterra, donde se filmaron muchos de los Bond originales.
Más estrellas, más pasta para los efectos especiales y más minutos (141) en una secuela que cede el protagonismo al galés Taron Egerton, que vuelve a ser Eggsy, el espía novato que surgió del extrarradio. El choque de culturas entre lo british y lo yanqui, lo sofisticado y lo rústico, cimenta la mayoría de bromas de una cinta que se abre y se cierra con dos deslumbrantes secuencias de acción. Sin embargo, el factor sorpresa de la primera parte se ha perdido y todo deviene rutinario y con sensación a ya visto. Ni siquiera los cameos -aparición estelar de Elton John incluida- consiguen que remonte el vuelo una entrega que apuesta por el diálogo en detrimento de las peleas y persecuciones. El 'realismo' de la primera parte se abandona y Vaughn logra que nos despreocupemos por el destino de los personajes. El goce de 'Kingsman: El Círculo de Oro' proviene de esperar a que salga un traje más chulo, un coche más espectacular, un gadget más molón.
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