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Bette Davis, en el María Cristiina, antes de recibir el Premio Donostia.
La despedida de Bette Davis

La despedida de Bette Davis

Lecciones de cine ·

La actriz escogió el 37 Festival de San Sebastián para decir adiós al estilo del Hollywood más clásicos

Jueves, 21 de septiembre 2017

El 37 Festival de San Sebastián fue inolvidable. Celebrado entre el 15 y el 23 de septiembre de 1989, contó con las presencias de figuras como Krzystof Kieslowski (de quien se ofrecía un ciclo con todas sus películas hasta entonces), la mítica estrella argentina Libertad Lamarque, la 'reina de la lágrima', Tim Burton y Michael Keaton (que estrenaban en sesión especial su 'Batman'), el no menos mítico director estadounidense Samuel Fuller, James Cameron, Charles Aznavour, la inolvidables estrella de Hollywood Claire Trevor (que acudió a celebrar los 50 años de 'La diligencia'), el poeta Rafael Alberti, Mickey Rooney, un jurado presidido por Luis García Berlanga y entre cuyos miembros estaba Shohei Imamura… Pero todos ellos fueron eclipsados ante la presencia de Bette Davis, que recibió en Premio Donostia y, sabiendo inmediata su próxima muerte, decidió despedirse del mundo en el Festival.

Ruth Elizabeth Davis (Massachusetts, 5 abril 1908 – París, 6 octubre 1989), conocida con el apelativo de la 'Reina de Hollywood', acaparó diez candidaturas a los premios Oscar a la mejor actriz, premio que ganó en dos ocasiones: en 1935 con la película 'Peligrosa' de Alfred E. Green y en 1938 por 'Jezabel' de William Wyler. Inició sus estudios de interpretación animada por su madre y se unió a una compañía teatral en Nueva York de la que fue despedida por el mismo George Cukor. Desde muy joven aprendió baile y participó en representaciones teatrales con grupos universitarios o semiprofesionales. Posteriormente estudió en la John Murray Anderson's Acting Dramatic School en Brodway, y en 1930 realizó su primera prueba cinematográfica. La Universal la contrató para su debut en 1931, pero en 1932 firmó con Warner Bros., productora con la que sufrió serios problemas debido a su fuerte carácter y, sobre todo, por protestar sobre la discriminación a favor de las estrellas masculinas. Bette Davis intervino en más de ochenta películas durante cincuenta y siete años, entre 'Bad Sister' (1931) y 'La bruja de mi madre' (1988), destacando títulos, además de los citados, como 'El altar de la moda', 'Cautivo del deseo', 'Una mujer marcada', 'La carta', 'Eva al desnudo', 'Cautivo del deseo', 'Amarga victoria', 'La extraña pasajera', 'Eva al desnudo', o '¿Qué fue de Baby Jane?'.

Pero además protagonizó una no menos emocionante y poco conocida vida privada, destacando como una de las más sólidas y enérgicas personalidades del cine americano, una mujer que no dudó a la hora de expresar sus opiniones y que nunca aceptó que nadie interfiriera en su camino. Cuando a comienzos de los sesenta dejaron de llegarle buenos papeles, publicó un anuncio en la prensa: "Madre de tres hijos, divorciada, con treinta años de experiencia cinematográfica, todavía capaz de moverse y más afable de lo que los rumores dicen, busca trabajo estable en Hollywood". Bette Davis se casó cuatro veces y tuvo tres hijos, dos de ellos adoptados, pero todos sus maridos la consideraron "problemática, cascarrabias, agresiva y maleducada. Siempre presta a discutir y amiga de la botella", según uno de sus biógrafos. Joan Crawford fue la gran enemiga de Bette Davis, y se pelearon durante años. Cuando coincidieron en '¿Qué fue de Baby Jane?' se hicieron todo tipo de faenas. Una de ella fue que Davis instaló una máquina de Coca-Cola en el set, sabiendo que Joan Crawford estaba afiliada con Pepsi (era viuda del copropietario de Pepsi). Joan se vengó poniendo pesos en sus bolsillos en las escenas en las que Davis tenía que arrastrarla. Por supuesto los golpes ambas que se daban en la película eran auténticos. Cuando se enteró de que su cuñado era un alcohólico en rehabilitación, envió a la pareja recién casada una docena de cajas de licor como regalo de bodas.

David Niven, Peter Ustinov y Bette Davis, en 'Muerte en el Nilo'.

Cinco condiciones

En 1989 Bette Davis tenía 81 años y un cáncer de pulmón. Cuando Diego Galán, por entonces director del Festival, la invitó al certamen, no tenía ninguna esperanza de que aceptase. Sin embargo, sabiendo que su cáncer le daba ya muy poco tiempo de vida, aceptó, tras la recomendación de Gregory Peck, quien había puesto el evento y la ciudad por las nubes, decidiendo hacer una despedida en la mejor línea del Hollywood clásico. La actriz puso cinco condiciones para acudir que, por supuesto, el festival cumplió escrupulosamente. La primera: el viaje desde Los Angeles lo iba a hacer con paradas. Iría de Los Ángeles a Nueva York, donde pasaría unos días. De Nueva York volaría a París; de París a Biarritz y de allí a San Sebastián en un coche que el festival pondría para recogerla. La segunda: nadie le podía decir cuándo tenía que marcharse, aunque hubiera terminado el Festival. La razón es que estaba muy enferma y tenía que descansar. La tercera: quería una televisión en su habitación para ver qué pasaba en los alrededores. La cuarta: 100 dólares diarios de dinero de bolsillo. La quinta: un coche a su disposición las 24 horas con un conductor o una conductora que hablara inglés.

La actriz iba en silla de ruedas, pero nadie tenía que percatarse: cuando llegó al hotel María Cristina (habitación 415, conocida desde entonces como la 'suite Bette Davis') estaba siempre apoyada o en su ayudante personal o en alguien de la organización. Durante su estancia en el Festival estuvo recluida en la habitación sin salir de ella salvo para los dos actos a los que se había comprometido con la organización: una rueda de prensa con photocall -cuando entraron los periodistas ella ya estaba sentada- y la recepción del Premio Donostia, durante la que se apoyó disimuladamente en un mueble, cuando se levantó el telón. Realizó la misma operación cuando tuvo que entregar la Concha de Oro.

Puesta en escena

La actriz, recluida en su habitación del María Cristina, planificó con su ayudante hasta el más mínimo detalle de lo que iba a ser su despedida en San Sebastián. No le convenció la maquilladora que puso el certamen a su disposición y tuvieron que traer desde París a Michel, su maquillador de confianza, por un total de 450.000 pesetas. Pese a sus excentricidades de diva (sus 17 baúles de ropa o el sombrero que hubo que traerle desde París), todos aquellos que la conocieron se rindieron a sus encantos. Los cinco días de reclusión los aprovechó para planificar, con Jaime Azpilicueta, director artístico del Festival y responsable de las galas, la ceremonia de entrega del premio, así como la rueda de prensa en la que, envuelta en el humo de sus cigarrillos, disfrutó recordando su carrera. Y además esos cinco días le sirvieron para completar su autobiografía. No dio entrevistas al margen de la rueda de prensa, salvo a dos televisiones, TVE y ETB. La primera no conserva ninguna imagen del acontecimiento y la televisión vasca solo tiene unos pocos minutos. Pese a la abundancia de cámaras, tampoco se conserva ninguna grabación de la rueda de prensa. Solo el audio que grabó la Cadena Ser. En esa conferencia recorrió los aspectos más importantes de su gran carrera, demostrando lo que significaba ser una verdadera diva.

Bette Davis en 'Esclavos de la tierra'.

Nadie se acuerda de la película que ganó la Concha de Oro, pero sí de aquella ceremonia en que uno de los premiados (el premio había sido ex aequo), el ruso Andrei Konchalovski se puso de rodillas ante Bette Davis cuando esta le entregó la Concha de Oro.

Tras el Festival, la actriz aún permaneció un par de días en el hotel, pero sintiéndose mal, pidió ser trasladada a Paris, ingresando en el Hospital Americano de la capital francesa, donde falleció el 6 de octubre. Se cuenta que pidió ser enterrada con el mismo vestido que lució en sus apariciones en San Sebastián. Existe una preciosa película documental, 'El último adiós de Bette Davis' (Pedro González Bernúdez, 2014) que recoge imágenes, testimonios y múltiples anécdotas de Bette Davis durante su estancia en Donosti.

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