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«Aquí termina tu caza y comienza la mía», espeta el inspector de la Ertzaintza Unai López de Ayala (Javier Rey) ante los cuerpos de un hombre y una mujer víctimas de un asesino en serie que atemoriza a Vitoria desde hace décadas. El millón ... amplio de lectores de la trilogía de Eva García Sáenz de Urturi iniciada con 'El silencio de la ciudad blanca' hace tres años no tendrán que esperar más para ver a Kraken, el mote del policía protagonista, en carne y hueso. La adaptación cinematográfica firmada por Daniel Calparsoro llega a los cines este viernes empujada por la maquinaria promocional de Antena 3 y con la capital alavesa pendiente de cómo lucen sus escenarios en un filme de clara vocación comercial. Todo su equipo técnico y artístico estará presente mañana en el estreno de gala en Vitoria.
Las imágenes fotográficas de un dolmen y recortes de prensa con los cuerpos asesinados de niños nos sumergen en una atmósfera ominosa a lo 'Seven', algo a lo que contribuye la partitura del prolífico Fernando Velázquez. Nada más comenzar el filme conocemos a este ertzaina torturado y obsesionado con su trabajo, que corre por las calles mojadas de la almendra medieval antes de que amanezca. Precisamente en una de esas carreras nocturnas, justo frente a la hornacina de la Virgen Blanca, conocerá a la nueva subinspectora recién llegada a la ciudad para ocuparse del caso (Belén Rueda). Solo será cuestión de tiempo que surja una atracción entre ambos.
Hacía veinte años que los crímenes rituales no ponían en jaque a los vitorianos. Justo los que lleva en la cárcel Tasio Ortiz de Zárate (Àlex Brendemühl), un brillante arqueólogo condenado por los asesinatos, que durante su estancia en prisión ha escrito best-sellers y cuenta con una legión de morbosos seguidores en las redes sociales. Antes actuaba cada cinco años, eligiendo sus víctimas entre la clase social alta de Álava, esa que lleva apellidos compuestos. Empezó con niños y fue subiendo la edad progresivamente. La disposición ritual de las víctimas siempre es la misma: una pareja hombre-mujer, desnudos, cogidos de la mano y con eguzkilores secos (girasoles) cubriendo pudorosamente sus partes. La dolorosa muerte se provoca introduciéndoles por la boca abejas enfurecidas tras oler gasolina.
Daniel Calparsoro reconoce que vio en la novela de Sáenz de Urturi los elementos necesarios para rodar una intriga sin ningún tipo de vinculación social o política con la realidad. Si su estupenda 'Cien años de perdón' funcionaba a la perfección como thriller de atracos y denuncia de la corrupción de un país, 'El silencio de la ciudad blanca' se mira en el espejo de cintas como 'El código Da Vinci' y 'El silencio de los corderos'. Y si la trilogía literaria ha hecho olvidar en las rutas turísticas a Ken Follet y su fascinación por la catedral de Santa María, la película se erige en un hermoso homenaje a una ciudad que suma a partir de ahora un aura de misterio a su condición de capital verde con alto nivel de calidad de vida.
La 'ruta' criminal arranca en una cripta de la Catedral Vieja y prosigue en enclaves como la Casa del Cordón, donde se proyecta diariamente una escena holográfica y una audición en tres idiomas de 'El silencio de la ciudad blanca'. La acción transcurre en fiestas, y Calparsoro muestra la Bajada de Celedón desde las alturas y la Procesión de los Faroles. Las calles comerciales de la ciudad (la pastelería Goya) también lucen en un filme cuya mejor escena es, sin duda, una persecución nocturna por los tejados de la Catedral Nueva rodada con nervio y sentido del espacio por el autor de 'Salto al vacío'.
Al tiempo que la maraña criminal se embrolla iremos conociendo los orígenes de los traumas de Kraken, que perdió a su mujer embarazada en un accidente de tráfico que no fue tal. El regreso al caserío donde su abuelo (Ramón Barea) se emplea como apicultor le sirve para reflexionar sobre los crímenes de los 'durmientes'. Sus visitas a la cárcel para verse con el inquietante asesino remiten a la relación que mantenían Hannibal Lecter y la agente Clarice en 'El silencio de los corderos'. 'El silencio de la ciudad blanca' es quizá la primera película en la que el policía protagonista tiene cuadrilla. Y junto a la lección de Historia que brinda, con apuntes sobre religiosidad y paganismo, ofrece anclajes en el presente: el papel de las redes sociales a la hora de desvelar la identidad de Kraken y la presión social de una ciudad pequeña como Vitoria están presentes en la trama.
Calparsoro firma así un thriller en el que las pistas pueden llegar por Twitter y en el que el peso de la Historia resulta fundamental. Arriesga al desvelar la identidad del asesino a mitad de metraje y consigue ajustadas interpretaciones de un reparto comandado por Javier Rey, el Sito Miñanco de 'Fariña', una frágil Aura Garrido, su compañera de pesquisas, y un inquietante Àlex Brendemühl desdoblado en un papel de dos gemelos. Más forzada parece la atracción sexual entre Kraken y la subinspectora, que da pie a un gimnástico polvo en un portal. Por último, el gran Manolo Solo encarna a un periodista de EL CORREO cuya relevancia en la cinta es esencial.
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