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Viggo Mortensen (Nueva York, 1958) debuta como director con 'Falling', un drama que llega este fin de semana a los cines españoles y que cuenta los intentos de un hijo (el propio actor) por cuidar de un padre (Lance Henriksen) cuya demencia senil ha agudizado ... el mal genio y la falta de amor que demostró durante toda su vida. El reciente ganador del Premio Donostia ambienta su historia en la América de Obama para que el desencuentro entre los personajes no fuera interpretado como un símbolo de la crispación y el desencuentro que reina en los Estados Unidos de Trump.
-'Falling' no es una historia autobiográfica, no cuenta la relación de usted con su padre. Pero el tema de la demencia senil lo ha vivido de cerca.
-Sí, con mis padres, mi padrastro, mi abuelo, mis tíos… La memoria, los recuerdos se confunden, y los enfermos viven hechos del pasado como si sucedieran ahora. A todos nos pasa en cierta manera: lo que recordamos no es tan fiable. Solo tienes que hablar con alguien con quien compartes un hecho del pasado: '¿Te acuerdas…?'. '¡Pero si no era aquel bar!'. Es un mecanismo psicológico de autodefensa. Ordenamos lo que nos ha pasado, y no podemos fiarnos del todo de lo que nos pasó.
-En esa memoria selectiva, ¿qué eliminaría usted de sus recuerdos?
-Nada.
-Hay muchas películas sobre el alzhéimer.
-Sí, pero no he visto muchas que adopten el punto de vista de la persona que lo padece. Lo he vivido de cerca y sé que es diferente para cada persona. Yo quería entrar en su cabeza.
-Puede sorprender que el hijo se empeñe tanto en cuidar a un padre que no ha sido precisamente ejemplar.
-El hijo es tan testarudo como su padre, su deseo de encontrar un punto de contacto es tan fuerte como el del padre por no comunicarse. Si cortas la relación y lo mandas a la mierda, seguro que no hay ningún tipo de comunicación. Hay gente que me ha dicho que mi personaje es un puto santo, creo que esa es una mirada superficial. Es un esfuerzo consciente, otras veces ha perdido los papeles. Pero esta vez no quiere verse arrastrado al fango.
-'Falling' llega en un momento muy oportuno si hablamos de abandono de nuestros mayores.
-Algún distribuidor me dijo que no sabía si la gente quería ver una película así en esta época. Al contrario, uno contempla a una persona como Willis que está sola, por muy hijo de perra que haya sido. Necesita ayuda. Si en Estados Unidos se enferma alguien de tu familia tienes que vender el auto o la casa. La gente vive cada vez más años, y hay elecciones que tomar: ¿quién cuidará de mis padres? ¿quién cuidará de mí?
-En España nos felicitábamos de nuestro sistema de salud, pero la pandemia ha demostrado sus carencias.
-Se ha ido desarmando, lo mismo ha sucedido en el Reino Unido y en otros países. Incluso en Escandinavia, con gobiernos más conservadores en la última década, que han ido quitando el apoyo económico al sistema. Y cuando llega una crisis no hay recursos, porque lo has planificado como un 'business', como si fuera una corporación. Lo justo para llegar a final de mes, hasta que vienen más pacientes. Espero que lo aprendamos de la pandemia, porque no va a ser la última. Esto va para largo, va a ser un otoño y un invierno cruel. Mira, en Europa he notado que nos hemos contagiado de un fenómeno de Estados Unidos. Gente bastante extrema y alarmista en ambos extremos, que está crispando y polarizando. Hay una falta de comunicación civilizada en la sociedad. ¿Qué haces cuando alguien no te ve, no te acepta? Ante un comportamiento intolerante y un lenguaje odioso no hay que reaccionar con las mismas armas.
-¿Y qué pasa cuando ese comportamiento llega al poder? Trump, sin ir más lejos.
-Esta gente, o el líder de Vox en España, hacen de pirómano y bombero. Crean un incendio a veces de la nada, de un montón de mentiras alarmistas, y después dicen que son el único que lo puede apagar. Ley y orden. Es una cosa rancia, alucinante. Pero funciona para cierta parte de la población. Funcionó para Trump y lo sigue haciendo después de cuatro años con treinta mentiras diarias y de cosas bestiales que ha hecho, hundiendo la reputación del país, el sistema sanitario, los acuerdos internacionales, el medio ambiente… Para regalar el país a los que tienen todo el dinero. Miente y el 30% de los americanos sigue pensando que es Dios, gente que incluso está directamente perjudicada por sus decisiones. Funciona porque saben cómo manejar los medios. Lo ves con Abascal aquí y con gente del PP, que va por dónde está la moda. Y no lleva a ninguna parte.
-¿Cuántos años lleva viviendo en España?
-En los últimos diez años voy y vengo todo el rato entre Estados Unidos y España. Ya conocía el país de antes, cuando era niño vine de cámping con mi padre en una furgoneta en los 70. Tengo una editorial en EE UU y siempre hemos imprimido los libros en Móstoles. Me siento a gusto, hablar el idioma me lo pone más fácil. Tengo vínculos muy fuerte con Estados Unidos, Dinamarca y Argentina, por familia y crianza. Me siento cómodo en muchos lugares. No es tan importante dónde estás, sino cómo estás. Siento que pertenezco a muchos sitios. Por otro lado, puede que no pertenezcas a ninguno. En el colegio, en Argentina, alguna vez me decían 'yanqui vete a casa¡. Y en EE UU, cuando se separaron mis padres y me fui con mi madre, me veían algo raro. Los niños se fijan en los detalles y entran para joderte la vida.
-Oiga, ¿cómo le convenció a David Cronenberg para que hiciera de proctólogo y practicara un tacto rectal ante la cámara?
-Es un amigo. Le envié el guion y no rodábamos lejos de su casa. Tiene presencia como actor. Llegó preparadísimo, solo me preguntó por el color de los guantes. Sabía que con la lente que usaba su dedo iba a parecer mucho más largo, es un genio de la técnica.
-¿Qué tipo de director quiere ser usted?
-No sé. Me gustan las películas que no me cuentan todo, que no subrayan ni resuelven. Me gusta participar como espectador, rellenar con ganas la historia. Es lo que he querido hacer con 'Falling'. Que la gente tenga ganas de hablar cuando termine, que piense que va a ser de estos personajes.
-¿Es cierta esa leyenda urbana que dice que hizo tan bien de amish en 'Único testigo' que los directores no le llamaban porque pensaban que era un amish de verdad?
-Puede ser, la verdad es que después de esa película hacía de todo menos actuar. Aquel rodaje me dio una falsa impresión del mundo del cine. Vivía en Nueva York y me había salido una obra de teatro, haciendo Shakespeare todo el verano. Pero me dijeron que no todos los días te ofrece un papel Peter Weir, aunque fuera una frase en un funeral. Ya iba a coger el tren de vuelta y el director me preguntó qué iba a hacer las próximas seis semanas. Pues nada. Y me dijo que el personaje de Alexander Godunov podría tener un hermano. Encontré una bicicleta y me pasé el tiempo con los amish cuando no rodaba. Fue un rodaje cordial donde nadie gritaba. No volví a encontrarme uno igual hasta veinte años después.
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