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–Todos los moros sois del Arsenal.
–Y todos los maderos del Real Madrid.
El diálogo entre un policía y un chaval de los suburbios de Copenhague ejemplifica la crudeza de 'Shorta. El peso de la ley', que toma su título de una palabra ... árabe que significa 'policía'. La detención de un adolescente negro y la revuelta social que se produce tras su muerte es el detonante de esta adrenalínica cinta de Frederik Louis Hviid y Anders Olholm, bien recibida en festivales como Venecia y Toronto.
Los primeros compases del filme remiten al caso de George Floyd, con helicópteros sobrevolando un barrio habitado por inmigrantes, como hay tantos en el extrarradio de las grandes ciudades europeas. «Salid a restablecer el orden antes de que alguien lo cuestione», ordena el sargento a dos policías que quedarán atrapados en el gueto sin que nadie acuda a su rescate. Uno es una mala bestia, racista y violento, y el otro parace un buen tipo. Se diría que estamos ante la típica 'buddy movie' mil veces vista. Pero 'Shorta' tiene la habilidad de desbaratar lo previsible y hacer que al final de la película veamos con otros ojos a los protagonistas. Como la pandilla de 'The Warriors', habrán pasado una durísima prueba en una noche de pesadilla rodada casi en tiempo real.
La originalidad de 'Shorta' reside en que transcurre en esa 'banlieue' que el cine francés ha retratado tantas veces ('El odio', 'Los miserables'), una zona de guerra amenazada por el paro y el integrismo, que lo mismo podía estar en París que en Copenhague. Pero en vez de detenerse en el análisis social, como es habitual en el subgénero, apuesta por la acción pura y la intriga. Como si John Carpenter hubiera rodado '1997: rescate en Nueva York' en Saint-Denis.
«'Shorta' es por encima de todo una película de género», defienden Hviid y Olholm. «Está en deuda con directores como William Friedkin, Sydney Lumet y Walter Hill y sus thrillers descarnados de los 70 y 80, poblados de antihéroes muy complejos. Pero también con realizadores como Spike Lee y Matthieu Kassovitz, cuyo trabajo rezuma ira, indignación y rebeldía». Una cacería sin descanso que agarra al espectador de la pechera de su camisa y no le suelta gracias a los giros argumentales, la fisicidad de la acción y unos actores estupendos.
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