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Todo es excesivo en 'Sky Rojo'. Y no parece una decisión involuntaria, ni mucho menos. Todo está premeditadamente pasado de vueltas. Nada se insinúa, nada se sugiere. Todo se subraya, para que quede clarísima la intención de cada secuencia, de cada máxima, de cada ... gesto. La nueva serie de Álex Pina y Esther Martínez Lobato para Netflix toma referencias a un lado y a otro y juega a varios palos con el fin de atrapar a una audiencia a la que cada vez le cuesta más prestar atención, que se distrae con cualquier excusa y que no duda en dejar de lado una ficción a la mínima de cambio. El exceso de oferta nos hace sentirnos poderosos a ese respecto.
Consciente de esto, de los tiempos que corren, de la plataforma para la que ha sido concebida, 'Sky Rojo' está pensada para enganchar desde el primer momento, para un consumo rápido y gozoso sin mayores pretensiones, para convertirse en placer culpable, para disfrutarla y olvidarla en una misma tarde. ¿Y cómo se logra algo así? Los creadores de la productora Vancouver han utilizado todos los mecanismos que están en su mano para lograrlo, empezando por el metraje. Han apostado por episodios cortos, de 25 minutos, una duración más propia de una comedia que de un thriller, pero que en este caso favorecen el ritmo dramático que se pretende imprimir. La temporada consta de ocho entregas, por lo que en menos de cuatro horas se puede ver. Lo dicho, un buen plan vespertino para un domingo tonto.
En el guion se han ahorrado toda clase de prolegómenos con el fin de entrar en materia lo antes posible. No vaya a ser que alguien piense que 'Sky Rojo' tiene otra pretensión que la de entretener a toda costa. Así que en el primer minuto nos hacen una presentación lapidaria de la protagonista y de su entorno: «Soy la puta favorita de un proxeneta, antes era ama de casa, y antes de eso bióloga». Todo ello con esa voz en off omnipresente que tanto les gusta a Pina y compañía. ¿Se puede continuar el texto con una frase más contundente aún? Sujétame el cubata. Ahí va: «Mi chulo se llama Romeo y es el segundo hijo de puta más grande que conozco». Ya hemos conocido a la protagonista, rápidamente debemos saber quién es el antagonista, que tiene nombre de tragedia de Shakespeare para más inri. Y de ahí saltamos al escenario principal: «Este es mi club, aquí pasamos las noches en un sofá de sky rojo, intentando parecer lo suficientemente maravillosas para que unos tipos despreciables nos hagan el amor. ¿Quieres que te chupe los huevitos, cariño?». Efectivamente, se superan línea a línea. Porque 'Sky rojo' está pensada desde la exageración. Y solo desde ahí se puede entender. Lo bueno de esto es que al primer minuto uno ya sabe lo que se le va a ofrecer y puede aceptarlo y entrar de lleno, o declinarlo y buscar una cosa más sosegada.
¿Cómo sobrevive alguien a un éxito tan atronador como el de 'La casa de papel'? Aquella serie, que un desconocido Álex Pina escribió para Antena 3, que exploraba con esmero en la tradición de ficciones sobre robos, al estilo de 'Ocean's eleven', que apostaba por una estética y un montaje poco habituales en nuestro audiovisual para atrapar al espectador más joven, se convirtió en un éxito español sin precedentes en el mundo. Eso ofrece un montón de oportunidades pero también puede actuar como una losa para un creador. Sobrevivir o morir por un triunfo anterior.
Lo siguiente que vimos de esta factoría fue 'El embarcadero', pero lo cierto es que esta propuesta estaba en marcha antes de que los del robo a la Fábrica Nacional de Moneda se alzaran como celebridades. La producción iba por otros derroteros pero ya alertaba de los excesos ('Whatthefucks' sin parar) que estos creadores iban a convertir en marca de la casa. De ahí pasamos -ya en Netflix, con un contrato en blanco para que hicieran lo que quisieran- a 'White Lines', historia sobre un DJ, cuyo cuerpo aparece veinte años después de su desaparición. Esto motiva a que su hermana se desplace a Ibiza para reconstruir sus últimas horas de vida y saber lo que ocurrió. En esta se atisbaba la fascinación por el ritmo desenfrenado y por los personajes paródicos. El problema es que en aquella nada funcionaba como debería. Costaba meterse en la historia, los personajes no tenían fuerza y el interés se iba diluyendo a medida que pasaban los minutos.
Posiblemente de aquel banco de pruebas salió la versión final de 'Sky Rojo', que imita a Tarantino hasta la extenuación pero que también busca referencias estéticas y técnicas en cómics como los de Charles Forsman o en clásicos cinematográficos como 'Fargo', de los Coen, sin olvidar nombres patrios como el de Urbizu o el Bajo Ulloa de 'Airbag'; que se ha dejado la pasta en una banda sonora en la que conviven Enrique Morente y Hombres G; y que se esfuerza todo el rato en parecer un videoclip. Nada es novedoso en esta serie de putas, chulos y sangre a raudales. Una huida hacia adelante de tres mujeres atrapadas en un infierno, en la que todo estalla y se recompone a cada instante. La hemos visto más de una vez en pantalla, pero está tan bien diseñada, tan acompasada, que funciona a la perfección.
Y no es fácil, porque, como no me canso de repetir, esta producción se deja llevar por los tópicos, se pasa la coherencia por el costado y fuerza a los personajes a situaciones imposibles y grotescas todo el rato. En esto último el trabajo de actores como Miguel Ángel Silvestre o Enric Auquer, como sicarios de medio pelo, es encomiable. El objetivo de 'Sky Rojo' no es trascender ni inventar nada, es meter al espectador en un universo adictivo del que no pueda ni quiera salir hasta saber qué les deparará el destino a las tres heroínas protagonistas. ¿Hay algo que le guste más a Netflix y a sus usuarios que un producto de estas características? Pues eso, no nos pongamos estupendos, que todos sabemos a lo que vamos cuando entramos en determinados sitios.
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