El regreso de Achero Mañas

Ernesto Alterio protagoniza una historia que parte de una experiencia del propio director. Su madre, la actriz Paloma Lorena, le pidió un día que, cuando muera, no la incinere ni entierre, sino que arroje su cuerpo al mar. El director de teatro en crisis que encarna Alterio se ve en el mismo brete. Separado, mudándose de casa y a cargo de la realización de una serie de televisión que considera basura, comprueba cómo se desvanece su deseo de dirigir un musical. Su madre fallece y el protagonista carga el ataúd en una furgoneta y se va junto a su hija (Gala Amyach, hija de Mañas en la vida real) a cumplir su último deseo.

'Un mundo normal' arranca chispeante en el seno de una familia bohemia e intelectual, parecida –intuimos–a la del propia Mañas, con una madre carismática (Magüi Mira) y un hermano pianista y homosexual (Pau Durá).

El tono de comedia sofisticada y ajena al costumbrismo –algo poco habitual en el cine español– aguanta hasta que salimos a las carreteras secundarias del Levante y empezamos a viajar en círculos que no conducen a ninguna parte. Las peripecias del desbordado protagonista le conducen a moteles de mala muerte mientras le persigue sin demasiadas ganas la policía, ya que arrojar un cadáver al mar es, por lo menos, un delito contra la salud pública.

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«El protagonista de 'Un mundo normal' decidé, a pesar de las leyes y de la opinión general, ser fiel a sí mismo, a su verdadero espíritu. Un espíritu que, desgraciadamente, por unas razones o por otras, acabamos acallando muchas veces», defiende el guionista y director. Achero Mañas mezcla la risa, el absurdo y el drama en una cinta que quiere contagiarse de la excentricidad heredada de su protagonista. Pero quizá en ese deseo de saltar de la sonrisa a la lágrima cada poco tiempo radiquen las pegas de una película que no termina de atrapar y que destila la nostalgia y el hastío que ha debido de sentir Mañas en esta década.