Cuando quisieron enmendar la plana a Alfred Hitchcock en 'Extraños en un tren'
Lecciones de cine ·
El delegado de la distribuidora en España intentó cambiar algunos de los textos de la película, pero la cinta estuvo prohibida durante catorce años en nuestro país
'Extraños en un tren' (1951) es una de las obras maestras esenciales de Alfred Hitchcock. Partiendo de una novela de Patricia Highsmith cuya adaptación al cine lleva la firma de Raymond Chandler, el director pudo poner a punto una de sus más logradas producciones prescindiendo de estrellas de primera línea pero contando con actores competentes. No hay ni una fisura en esta intriga, una fábula sobre el asesinato, los instintos asesinos y el crimen perfecto. Sin embargo, cuando se quiso estrenar en España, los censores se empeñaron en enmendar la plana a los tres genios considerando la cinta como extremadamente desagradable.
Protagonizada por Farley Granger, Ruth Roman, Robert Walker (que hace aquí la mejor interpretación de su carrera), Leo G. Carroll, Patricia Hitchcock y Laura Elliott, la película cuenta cómo en un viaje de regreso a casa, después de un importante partido, el famoso tenista Guy Haines (Farley Granger) mantiene una conversación en el tren en el que vuelve con un desconocido que parece estar muy al tanto de su vida. Es Bruno Anthony (Robert Walker), quien le indica que conoce su amor por la joven Barbara Morton (Patricia Hitchcock), y los deseos de divorciarse de su esposa Miriam (Laura Elliott), a lo que ésta se niega. Entre bromas, le propone una idea descabellada: Bruno quiere deshacerse de su padre (Jonathan Hale) y Guy de su esposa ¿Por qué no mata cada uno de ellos al pariente del otro? De esta forma nadie sospechará porque ninguno de los dos tendrá motivos para el crimen que ejecuta. Guy no hace caso de la sugerencia y marcha a Washington. Una noche, desde la oscuridad, ve al joven Bruno que le llama, enseñándole las gafas rotas de Miriam. Guy se aterroriza, porque sabe lo que eso significa, que ha matado a Miriam, y Bruno le reclama el segundo crimen, diciendo que ha dejado pruebas suficientes para que le condenen de la muerte de su mujer si no cumple con su parte del trato.
Cuando se intentó estrenar en España por primera vez, la censura la consideró «desagradable en alto grado», con motivos más que suficientes para prohibir su exhibición en los cines españoles. Un censor escribía en su informe: «Película morbosa en extremo. Al principio ya se oye una frase como esta: 'quisiera matar a mi mismo padre', y de la conversación entre los protagonistas queda flotando como un acuerdo de intercambio de asesinatos, uno matará a la mujer del otro y éste, al padre del anterior». En informe de la censura describía el argumento: «El primero mata a la mujer, que era también una casquivana que confesaba iba a tener un hijo que no es del marido. Ante el asesinato de a mujer, el marido no demuestra ninguna peña, solamente se l ve contento de poderse ya casar con la novia, novia estilo americano, estando él casado (…) «Estos botones de muestra creo son bastantes para considerar de morbosidad grande, como digo al principio, por lo que debe prohibirse».
La Warner Bros., distribuidora de la película, recurrió la prohibición mostrando su voluntad de alterar la historia de acuerdo a los criterios censores. El delegado en Madrid de la 'major' sugería, con su mejor voluntad, que «la modificación básica en la línea argumental consiste en presentar al padre de Bruno como padrastro, con lo cual se hace menos violenta y repulsiva la exposición de crímenes cruzados». Además sugería evitar en los diálogos la reiteración de la palabra asesinato, insistiendo en mostrar a Bruno«como un ser totalmente perturbado. El cual no solo fracasa en su intento de arrastrar al crimen a Guy Haines sino que encuentra el justo castigo por el mismo, al cual pretendía desviar de la rectitud y de la justicia. Además se elimina también en el diálogo que la mujer de Guy Haines estuviese en cinta».
El delegado de la Warner sugería como quedarían los nuevos diálogos: «Donde Bruno dice: ¿mi padre me odia', diría un descafeinado: 'Mi padrastro me lo dice'. Y donde Guy empieza a mostrar su desazón ante los planes homicidas de su compañero de viaje: 'Yo puedo resultar anticuado, pero siempre he creído que el asesinato es contrario a la ley', diría: «Yo puedo parecerle anticuado, pero siempre he creído que nuestra vida es solo de Dios'». Sin embargo estas sugerencias no sirvieron de nada ante los celosos censores guardianes de la moral y 'Extraños en un tren' permaneció 14 años prohibida en España, no pudiendo exhibirse hasta el 10 de octubre de 1965. Sin embargo, la extraordinaria novela de Patricia Highsmith sí que se había podido publicar en 1962.
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