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Miriam Garlo, como Ángela, en un fotograma de 'Sorda'.
«No queríamos hacer una mujer sorda ejemplar o una heroína, sino alguien real»

Miriam Garlo

Actriz
«No queríamos hacer una mujer sorda ejemplar o una heroína, sino alguien real»

Protagoniza 'Sorda', la cinta acerca de una madre primeriza que ganó la Biznaga de Oro y se acaba de estrenar en las salas de cine

Iker Cortés

Madrid

Sábado, 5 de abril 2025

Dice la actriz y fotógrafa Miriam Garlo (Molina de Segura, Murcia, 40 años) que Ángela, la madre primeriza a la que da vida en 'Sorda', no tiene nada que ver con ella. Es así, pero a buen seguro conoce esa oscuridad por la que transita el personaje porque tiene muchos puntos en común con las sombras que atravesó cuando una aspirina, tomada para paliar los dolores de una otitis, le quitó la capacidad de oír cuando tan solo tenía 7 años a causa de una alergia a la acetilcisteína. Aunque no aprendió a signar hasta los 30 años, aquello no impidió que estudiara Bellas Artes y teatro, hasta que en el pasado festival de Berlín, ella y su hermana, la directora Eva Libertad, se presentaron en la sección panorama con la película que este viernes se estrena en las salas de cine. Se fueron con un premio que luego ratificó el Festival de Málaga, donde se hicieron con la Biznaga de Oro y Garlo recibió el premio a la mejor interpretación femenina (ex aequo con Ángela Cervantes). La actriz habla perfectamente, lee los labios y va acompañada de un intérprete de lengua de signos.

-'Sorda' comenzó como un corto que, de alguna manera, plasmaba sus miedos ante la posibilidad de ser madre.

-Sí, me empecé a plantear si era un buen momento para ser madre o no. Se lo comenté a Eva Libertad y ella me dijo: «Anda, ¿y por qué no haces una lista? Así nos quedan más claras las cuestiones y podemos debatirlas». Nosotras hemos crecido juntas y nos construimos mutuamente. Hice la lista y ella me planteó hacer un cortometraje y como ella ya me había dirigido mucho en teatro, me lancé a la piscina.

-Pero el cortometraje, estrenado en 2021, se les quedaba corto.

-La gente nos decía que se quedaba con las ganas de saber más, de profundizar y viendo que había tanta curiosidad por parte del público y que nosotras nos habíamos sentido muy cómodas y habíamos disfrutado mucho trabajando juntas, pues ella me propuso hacer un largo. Yo al principio flipé, pero lo bonito es que me daba cuatro años de margen. Y en esos cuatro años he hecho muchos cursos, he seguido trabajando mucho en teatro o en otros ámbitos que a mí me servían para, de alguna manera, ir buscando cositas que sabía que íbamos a tener que plasmar en la película.

-¿Cómo fue el proceso?

-Eva hizo como mil versiones del guion de la película que siempre me ha ido compartiendo. Y yo le daba indicaciones del tipo «uy, esto no me cuadra, esto sí». Con lo cual nos hemos ido reajustando las dos hasta que un año antes del rodaje tuvimos que buscar a Héctor.

-Como el suyo, el trabajo de Álvaro Cervantes es sencillamente espectacular.

-Lo convocamos en Madrid para hacer una prueba y vino con el guion aprendido y lengua de signos incorporada. No lo signaba todo, pero ya había recibido clases para meter signos. Y, claro, eso a mí me impactó mucho, me dio mucha seguridad, mucha emoción, ternura y me dio un lugar como de validación a mí misma, como de que esta persona se estaba tomando en serio lo que estábamos haciendo. Y a mí eso me dio también tranquilidad. De alguna manera, sentí que este era el compañero con el que quería trabajar.

-¿Que esta historia parta de aquella lista de medios significa que Ángela se parece a usted o para nada?

-No, por eso siempre remarcamos que el corto sí tiene que ver conmigo, pero cuando ya damos el salto a lo largo, tanto Eva como yo coincidimos en que nos queremos alejar de una historia biográfica y construir un personaje porque esto ya va a tomar más peso, va a tener más consistencia y tenemos que pensar muy bien cómo va a ser esa protagonista. Decidimos que no queremos hacer una mujer sorda ejemplar, que queremos que sea auténtica y eso conlleva que sea imperfecta, que tome decisiones a veces no tan acertadas, que meta la pata, que se reconstruya, que tenga que improvisar... Además, teníamos en cuenta que la maternidad es otro tema transversal de la película, un tema que ha sido contado mayoritariamente por directores hombres, que nos han dado una imagen de la maternidad que a nosotras, como creadoras femeninas, no nos cuadra y con el que no estamos de acuerdo. Queríamos introducir que el proceso de la maternidad es muy duro para cualquier mujer, pero que además con la sordera se dificulta. Puedes juzgar o no a Ángela, pero ella está pasando por una depresión postparto y, a la vez, le vuelven a venir traumas de su infancia cuando se relaciona con su niña. Así que ella había crecido, estaba en un momento de su vida en el que se sentía segura, empoderada, y cuando llega la criatura esa pompa se explota por muchas cosas y tiene que transitar un camino nuevo y volver a recibir el rechazo de la sociedad a ser una persona sorda.

Desde una perspectiva feminista

-¿Cómo lo construyeron?

-Pues se juntan dos cosas. Primero, tanto Eva como yo trabajamos desde una perspectiva feminista. Somos muy conscientes de que queríamos cambiar los roles, queríamos poner al personaje femenino en un lugar de imperfección y al personaje masculino en un lugar de tener que hacer el viaje de los cuidados por amor, de ser empático. Y lo queríamos hacer por muchas cosas. Primero, porque hay hombres que son cuidadosos, que son sensibles y merecen un lugar y son los que queremos, entonces era una manera de validarles y porque buscábamos que los hombres que no se identifican con Héctor tuviesen un referente. Segundo, queríamos a una mujer auténtica y real y humana, no una heroína, no lo que queremos que sea.

Álvaro Cervantes y Miriam Garlo, como Hector y Ángela.

-Uno de los temas más duros de la película es que Ángela no parece tener claro si quiere que su hija oiga o no. ¿Es miedo? ¿Es egoísmo?

-Vale, te respondo como lo viviría yo en el caso de ser madre y con lo que me llevo de la experiencia de haber sido Ángela. Ángela lo que quiere es que la criatura esté sana y para ella ser sorda es estar sana, así que ese prejuicio no lo tiene. Por otro lado, cualquier mamá lo que más quiere es vincularse con su criatura, es una necesidad primaria y también lo que pasa es que yo no creo que Ángela se moleste porque sea oyente o sea sorda, lo que no quiere es que tenga prioridad el mundo que no la incluye a ella, un mundo que ella no va a poder transitar con la misma libertad como lo va a hacer Héctor. Como ella sí conoce ese mundo, porque conoce el mundo de la inaccesibilidad, está, de alguna manera, con resistencia para que el camino oyente no se le inocule como primera opción o automáticamente y esa sea su comodidad. Ella va a ser un ser humano el día de mañana y tiene que convivir con lo que tenemos, que es la sordera y la comodidad oyente. Entonces, a dos bandas o nada. Para Ángela su hija no puede tener una prioridad porque sería, de alguna manera, volver a repetir la experiencia traumática que ella ha tenido, así que está protegiéndola, no maltratándola.

-No es el único momento duro y conmovedor. La cinta plantea al espectador oyente realidades con las que apenas se cruza, que le permiten entender algunas de las barreras que afrontan cada día las personas sordas: desde apagar casi al completo el sonido hasta colocar a Ángela en un almuerzo con personas oyentes cuyas conversaciones no dejan de cruzarse. ¿Cree en el poder del cine para cambiar las cosas, para tender puentes y normalizar?

-A ver, yo estudié Bellas Artes, entonces para mí el arte tiene un poder transformativo adherido y en el caso del lenguaje cinematográfico nos propone de alguna manera transformar la realidad, es decir que a partir de una propuesta nueva tengamos un ejemplo de cómo pueden ser las cosas. Y en esta película hemos tratado de trabajar con eso, llevar de alguna manera al público oyente a entender la situación desde un lugar nuevo, gracias a estimular su empatía por medio de lo sensorial y lo perceptivo. Por otro lado, al público sordo queríamos darle la oportunidad de disfrutar por una vez de ser público normal, de poder ir al cine sin preocuparse de si en esa sala hay subtítulos o no, sobre todo porque el cine español no está subtitulado. Puedes ver cine de acción, de Hollywood o de otros países, pero nunca producciones españolas.

-Eso le iba a preguntar. Es imposible ver películas españolas adaptadas en los cines, pero también obras de teatro, cuando las óperas sí que cuentan con subtítulos. ¿Qué hace falta para que la sociedad cambie el chip?

-Primero, nos falta tomar conciencia de que la dimensión poética, imaginativa y creativa del ser humano es necesaria para su desarrollo cognitivo. Las personas sordas no podemos quedarnos fuera de eso por una cuestión de falta de accesibilidad. Nosotras tenemos que desarrollarnos y es nuestro derecho como el de todas las personas. Es muy importante el ámbito artístico para construirnos como seres, para poder relacionarnos con el mundo y entenderlo. Por el otro lado, nos falta implementar políticas que conlleven el hecho de que la diversidad, cualquier discapacidad, cualquier diferencia entre las personas, nos lleve a aprender más. Es decir, a mí no me puede interesar solo cómo vivo yo, me tiene que interesar también cómo vives tú, qué sientes, cómo te sientes, qué necesitas tú para sentirte cuidado. Cuanto más nos acerquemos a ello, más éxito vamos a tener como sociedad. Entonces, nos falta distribuir bien los recursos, porque tenemos muchísimos intérpretes, pero el problema es que no pueden trabajar de intérpretes porque no se les paga lo que conlleva su trabajo y necesitamos que haya intérpretes en las instituciones, pero no de forma puntual para que podamos ocupar el espacio de la cotidianidad, espacios de poder o espacios artísticos y participar en la vida y ayudar a construirla.

-La cinta llega en un momento en el que la extrema derecha, al grito de 'woke', ataca los movimientos de inclusividad. ¿Cómo lo ve?

-Pues depende del día. A veces me contagio y me contamino de pesimismo y lo veo muy negro, muy oscuro, y me permito ese espacio donde no hay esperanza. Y luego, por medio del teatro o de la poesía o de pasear con mis perritas por la naturaleza o de leer o de estar con la gente a la que quiero, la indignación me hace decir no, no y no. No voy a dejar que esto sea como ellos quieran, voy a apostar por lo que yo creo que es mi verdad y esto hay que cambiarlo porque otro mundo es posible, pero tenemos que construirlo entre todas y todos. Yo apoyo dinamitar lo que tenemos y reconstruir desde un lugar de ternura, empatía y cariño, evitando las prisas, el estrés, el capitalismo y el dinero. Darle prioridad a lo primero y ponerlo en el centro de la vida, los cuidados, el tiempo de calidad, una bonita conversación. En fin, yo lo gestiono así.

-Hablaba antes de que con el personaje de Hectór buscaban dar un referente a los varones. ¿Es consciente de que usted ya lo es para las niñas sordas?

-Sí lo soy, a pesar de que yo no quiera, porque para mí es una responsabilidad abrumadora. O sea, yo soy una persona muy tímida y me da mucha vergüenza, pero entiendo que eso va a ocurrir al margen de lo que yo quiera porque yo como persona sorda no he tenido referentes y he andado buscando continuamente en cada película, obra de teatro o libro que ha salido sobre un personaje sordo; me los he bebido para aliviar un dolor que yo tenía. Entonces entiendo que eso va a ser un poquito de medicina natural para paliar ese sufrimiento. Y sí entiendo que va a haber niñas que vean la película, se identifiquen y digan, pues si ella ha podido, quizás yo también pueda algún día ser actriz. Ojalá que sí, eso es muy positivo para todas y todos. Es una cuestión de feminismo y a la misma vez también de creer, de empoderarnos desde la diversidad y en este caso desde la sordera. Hay un concepto que tenemos dentro de la comunidad sorda precioso que es empoderamiento sordo, que es transitar nuestra sordera desde un lugar de abundancia y desarrollarnos en el mundo desde ahí.

-¿Qué vendrá después de 'Sorda'?

-Pues yo por suerte tengo mucho el pensamiento en el presente, no me voy al futuro y por fin he conseguido no estar mirando el pasado, así que no estoy preocupada por el futuro. Según lo que vaya saliendo, yo voy a ir haciendo surf. Si salen personajes que me interesan, que yo veo que tienen sentido como activista y como artista, quizás los haga, si veo que no, no los voy a hacer. Y luego no necesito el cine para vivir, yo necesito el arte. Yo me he dedicado siempre a la fotografía y al teatro y hay muchas cosas que me hacen feliz, como pasearme por la naturaleza con mis perritas y mi compañero. Si no me sale esa opción, me voy a adaptar a cualquier otra cosa, y si mañana estoy trabajando en una panadería voy a estar feliz, siempre que se respete a las personas sordas.

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