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'Península' tuvo el honor de ser la primera película de zombis programada en la sección oficial del Festival de Cannes el año pasado. Lástima que el certamen no se pudiera celebrar por la pandemia, que también dota de nuevos significados una cinta que ... habla de infectados y contagios. El director Yeon Sang-ho firma la secuela de su exitosa 'Tren a Busan' (2016), uno de los grandes éxitos del cine coreano reciente con más de 11 millones de espectadores en su país. Autor de deslumbrantes películas de animación, Yeon Sang-ho debutó en el cine de imagen real con 'Tren a Busan', en la que un virus creado en un laboratorio coreano convertía a los infectados en zombis hambrientos de carne humana. Toda la acción transcurría a bordo de un tren en un espectáculo rebosante de adrenalina y repleto de imágenes memorables.
Han pasado cuatro años sin que se haya encontrado una cura para el virus. Los coreanos que lograron escapar de su país, de la 'península', son refugiados que el resto del mundo contempla como apestados. El robo de un furgón que permanece en las calles de Seúl con 20 millones de dólares será el acicate para romper la cuarentena y adentrarse en territorio postapocalíptico. Los zombis, como sabemos desde '28 días después', corren que se las pelan. De noche están medio ciegos, pero se guían por los ruidos. Lo que no contaban los protagonistas es que en Seúl también sobrevive una milicia formada por los peores elementos de la sociedad. Y como suele ocurrir en las cintas del género, los vivos resultan más crueles que los muertos en vida.
'Península' carece de la frescura de su predecesora y denota que tras las diez temporadas de 'The Walking Dead' resulta difícil sorprendernos con zombis. Sin embargo, Yeon Sang-ho sigue fiel a la misma máxima que guiaba su 'Tren a Busan': que la acción no desfallezca ni un segundo. La película de zombis inicial da paso a lo que parece una cinta de atracos. Después nos movemos entre los ecos carpenterianos de '1997: Rescate en Nueva York'. Y de ahí, a las persecuciones de la saga 'Mad Max'.
La belleza de hordas de infectados lanzándose por un puente, apretándose contra un cristal que ilumina el haz de una linterna o la imagen de una madre abrazada a su hijo recién mordido a punto de ser devorada demuestran la capacidad de Yeon Sang-ho para impactar nuestra retina. Los personajes son tópicos y de una pieza: el exsoldado traumatizado por sus decisiones egoístas del pasado en busca de redención, la madre coraje, el villano psicópata... A lo largo de sus casi dos horas picotea en géneros y referentes para conducirnos a uno de esos finales apoteósicos a cámara lenta que busca el aplauso de la sala. El abuso de los efectos digitales también aturulla a la hora de mostrar a cientos de zombis, al estilo de 'Guerra Mundial Z', o en las inverosímiles carreras de coches por las calles de Seúl con una niña al volante.
Tras un año de pandemia, resulta inevitable sentir un escalofrío al asistir a la deshumanización de los protagonistas de 'Península', que organizan una arena de gladiadores con no muertos hambrientos en lugar de leones. Ya en 1968, 'La noche de los muertos vivientes' nos habló en una incisiva parábola de la fragilidad del orden social y de la futilidad de la condición humana.
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