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A sus 48 años, Paz Vega ha vivido lo suficiente como para echar la vista atrás. Más atrás incluso que cuando llegó a Madrid en 1996 con 96.000 pesetas ganadas trabajando de camarera en su Sevilla natal. 'Rita', su ópera prima como directora, bebe ... de su infancia en Triana, cuando en el vídeo comunitario emitían 'Rocky' una y otra vez. Aquella niña no sabía que acabaría trabajando con Sylvester Stallone.
Crónica de la infancia en la España de 1984 y denuncia del maltrato machista, Paz Vega dirige y protagoniza 'Rita' junto a un grupo de niños llenos de verdad. Una fábula agridulce que ha pasado por Locarno, Roma y la Seminci de Valladolid, antes de llegar el 25 de octubre a los cines. La protagonista de 'Lucía y el sexo', 'Hable con ella' y 'Carmen', madre de tres hijos en la vida real, se gradúa con nota como directora.
–¿Cómo era ser niña en la Triana de los 80?
–Era maravilloso: era ser niño. Te ilusionabas con cualquier cosa. No tenías nada, pero lo poco que conseguías era tu tesoro: unos cromos, una cuerda, los lápices... Éramos felices y vivíamos una infancia plena aunque tuviésemos necesidades. Me apetecía homenajear esa infancia común con la que nos podemos sentir identificados los que ya tenemos cierta edad.
–Refleja muy bien la vida en la calle, el juego, sin los padres encima todo el tiempo como ahora.
–No podemos comparar la infancia de 1984 con la actual. Ha cambiado todo tanto... No podemos mirar con nuestros ojos a los niños de ahora. A mí me ha tocado ser madre en esta era digital y lo máximo que puedo hacer es tratar de comprender lo que pasa y ayudarles en un camino difícil. No sabemos cómo va a acabar este experimento que vivimos con las redes y las pantallas.
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Oskar Belategui
–Éramos más felices sin ellas.
–Éramos más felices y libres. Cualquier pequeño suceso era un acontecimiento, como el primer día que ibas a la piscina municipal en verano. Eso se ha perdido, porque los niños tienen acceso a todo. José Sacristán sostiene que cualquier tiempo pasado es eso, pasado, no tiene por qué ser mejor. Pero yo añoro aquella infancia a otro ritmo, en la que los niños no íbamos acelerados y teníamos tiempo para imaginar y aburrirnos.
–La primera vez que aparece su marido en el filme (Roberto Álamo) le pide unos huevos fritos para desayunar, porque le apetece. Poco a poco iremos descubriendo a un maltratador.
–Ha salido mucha información de la película y ya se sabe de qué va. Pero mi idea era que el espectador fuera a verla sin saber nada, porque así el golpe de efecto es mayor. Acabas averiguando por qué a esa madre le cuesta sonreír.
–Nuestras madres no lo tenían fácil en los 80.
–Para nada. Ellas fueron la primera generación de mujeres que descubrió que, además de ser madres y esposas, podían trabajar fuera de casa y ser independientes. A sus madres ni se les pasaba por la cabeza. Muchas no pudieron salir de allí, pese a que ya existía una Ley de Divorcio, pero era algo muy mal visto. Se encargaron de transmitirnos a los hijos esa idea de libertad. Sin el padre delante, te decían: hija, estudia para ser una mujer libre, trabaja y no dependas de nadie. Eso me lo decía mucho mi madre. En el set había muchas mujeres y se emocionaban, porque todas habíamos tenido esa conversación.
–La dedicatoria de la película es rotunda: «A todos aquellos que perdieron a su madre por culpa de la violencia machista».
–Me parecía importante nombrarlo de manera explícita. En aquella época la violencia machista no se nombraba así, se hablaba de crimen pasional. Y lo que no tiene nombre no existe. Hay gente que todavía cuestiona la violencia machista, que dice que la mujer es libre cuando hay chavales que controlan más a sus novias que en nuestra época.
–Algunos son más machistas de lo que éramos nosotros.
–Sí. Entonces era algo social que se permitía, pero ahora no hay excusa porque tienen toda la información. El que hoy es machista no tiene perdón de dios. Es un machismo más sibilino y oscuro, porque no existe el desconocimiento. Debemos poner el foco en el maltratador, no en la mujer. Puntos violeta para hombres antes de que agredan.
–¿Salta a la dirección por ambición profesional, porque está cansada de ser actriz o porque esta historia le salía de las tripas?
–Por las tres cosas. Sentía la necesidad de contar esta historia, de tomar la iniciativa. Son muchos años acatando órdenes, y sentía la necesidad de controlarlo todo.
–¿Ha estado en rodajes donde sabía más que el director?
–Continuamente. Inevitablemente cuestionaba decisiones que me parecían erróneas. Veía que el director ponía la cámara y pensaba: ¿este plano general para qué, si no lo va a montar?He aprendido este oficio porque soy muy curiosa, absorbiendo información. Puedo hablar de tú a tú con el director de fotografía.
–¿En qué es distinta la Paz Vega que hace 25 años rodaba 'Lucía y el sexo' de la actual?
–Soy más consciente de lo difícil que es sobrevivir en este mundo. En aquella época me pasaron cosas maravillosas y no me di cuenta. Ahora es cuando le doy valor, entonces lo vívía desde un lugar naif, sin darme cuenta de nada.
–Hemos llegado a un extremo en el que los actores deben pronunciarse políticamente.
–Que cada uno haga lo que quiera. Si te digo la verdad, no creo que mi opinión tenga ningún valor ni sirva para cambiar el mundo. Prefiero pronunciarme a través de mis películas, haciendo 'Rita' y con mis papeles. Diga lo que diga, siempre va a haber alguien que esté en desacuerdo. Yo soy una payasa y ahora una cuentacuentos.
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