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Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) regresa a los siempre complicados años de su adolescencia en 'Fue la mano de dios' para retratar a los miembros de su familia y la trágica muerte de sus padres, un destino del que se libró porque rehusó acompañarles para ver ... un partido de Maradona con el Nápoles. Se ha dicho que es su película más personal, aunque la más alejada de su estilo. Sorrentino lo niega, ni siquiera admite tener un estilo o «quizás me he hecho mayor y demasiado vago como para tener la necesidad de hacer cosas extraordinarias», asegura. Este miércoles impartirá una masterclass para los alumnos de la Escuela de Cine Elías Querejeta.
–Muchos han dicho que 'Fue la mano de dios' es el 'Amacord' de Sorrentino o el 'Ocho y medio' de Sorrentino. ¿Qué opina de esas comparaciones?
–Nunca se deben hacer comparaciones entre películas, es algo muy difícil. En este caso, no se puede hablar del 'Amacord' de Sorrentino porque mi película es muy realista, mientras que la de Fellini es una sucesión de hechos fantásticos.
–¿Cómo ha sido ese proceso de volver atrás en su vida, a esa época tan divertida y, a la vez, tan trágica?
–La he hecho ahora porque llevo treinta y cinco años discutiendo conmigo mismo sobre mi vida y decidí que me había aburrido ya y que era el momento de hacerla. Además, me ayuda porque en el momento en el que hago una película sobre un tema, me olvido de él. Después de esos treinta y cinco años de dudas, hacer 'Fue la mano de dios' me permitía plasmar esa época y dejarla atrás.
–En la película dice que el cine es necesario porque la vida es mediocre. En aquella época, el cine o el fútbol eran una forma de unión de la comunidad. Ahora, cada vez lo son menos. ¿Qué puede sustituirlos?
–No creo que el cine o el fútbol estén perdiendo peso a la hora de ayudarnos a escapar de la mediocridad de la vida. En realidad, no es tanto que la vida sea mediocre como que es muy aburrida, y el fútbol y el cine ayudan a escapar. No es una casualidad que un partido de fútbol y una película duren parecido, noventa minutos.
–En 'Fue la mano de dios', hay ya desde el título un símil entre Maradona y el destino. ¿Fue para usted Maradona una especie de religión? ¿Hubiera sido director de cine sin Maradona?
–Seguramente no hubiera sido director si no hubiera existido Maradona porque en mi casa no había libros, ni se veían películas, ni se iba al teatro. Mi primer contacto con el espectáculo de nivel elevado fue Maradona. Para mí y para los napolitanos Maradona tiene puntos de contacto con la divinidad. No llega a Nápoles, 'aparece' en Nápoles, se 'materializa' en Nápoles. Cuando se presenta en San Paolo, el campo del Nápoles, surge desde una gruta, como si fuera Belén, y se materializa ante el público.
–¿Recuerda a los miembros de su familia tal y como los muestra en la película o ha introducido muchos cambios?
–No, eran así. Muy originales. No sólo mi familia, en general, nueve de cada diez habitantes de Nápoles están actuando a lo largo de su vida. Están en una permanente actuación.
–En la película, diversos personajes hablan con desdén sobre los napolitanos. ¿Sigue ese prejuicio hacia los habitantes de su ciudad y lo nota usted mismo cuando va a Roma?
–No, no creo que exista en Roma ese prejuicio hacia los napolitanos, aunque en realidad tampoco lo sé. Me he desplazado 200 kilómetros de Nápoles a Roma, pero sólo me relaciono con napolitanos.
–Hoy impartirá una masterclass para alumnos de cine. ¿Qué les puede enseñar a los estudiantes? En su filme dice que lo importante es tener algo que contar...
–Enseñarles, no les voy a enseñar nada. No me creo capaz. Ya les he dicho a los de la organización que prefiero que los alumnos me hagan preguntas y yo conteste. No es exactamente cierto que baste con tener una historia que contar porque si no cualquiera podría hacer una película o escribir un libro. Lo importante es saber cómo contarla. Lo que yo puedo enseñar es cómo contar esas historias que cada uno lleva dentro y también a que diferencian con cuáles vale la pena hacerlo. Cuando me encuentro a un dentista, me dice que cuente la historia de un dentista y cuando estoy con un fontanero, lo mismo. No puedo decirles la verdad porque no hay nada que contar de la historia de un dentista o un fontanero, al menos, no como ellos se ven a sí mismos. El dentista se ve como alguien importante, pero no es así.
–La estética y el aspecto visual de sus películas es una característica personal, pero en 'Fue la mano de dios' parece dar un paso atrás:hay una austeridad que no le habíamos visto hasta ahora. ¿Era necesario para contar esa historia tan personal?
–Mi anteriores películas eran sobre cosas que no conocía y por lo tanto, tenía que buscar la manera de hacerlo. Aquí ha sido todo lo contrario: conocía perfectamente lo que quería contar y no he sentido esa necesidad de buscar qué era lo que iba relatando.
–¿Le cansan las expectativas en torno a si es fiel o no al 'estilo Sorrentino'?
–No porque ni siquiera soy consciente de tener un estilo 'sorrentiniano'. Si tuviera que rodar una escena en esta sala, poco podría hacer: la cámara habría que ponerla en un sitio y se podría rodar de una determinada manera. No es que el estilo 'sorrentiano' me obligue a hacerla de una forma. Además, en el rodaje de una escena hay siempre cincuenta personas de la 'troupe' que están molestando. Quizás me estoy haciendo mayor y demasiado vago como para sentir la necesidad de hacer cosas extraordinarias.
–¿Fue muy difícil dar con Filippo Scotti, el actor que interpreta a su 'alter ego' en la película?
No, no fue difícil. Se hicieron una serie de pruebas y enseguida encontramos a Filippo, que era buen intérprete, tímido, desadaptado. Era lo que estaba buscando. Yo no trabajo mucho con los actores, lo que hago es crear una atmósfera que les permita reflejar lo que yo quiero.
–En su filmografía, ha sido en cierto modo el cronista de la política italiana. ¿Cómo acogieron Silvio Berlusconi y ese entorno su película 'Loro' y cómo cree que será en los próximos años el devenir político de su país?
–No puedo responder porque sí he hecho películas sobre políticos, pero no sé una palabra de política. Ni siquiera me interesa. He intentado hacer filmes que mostraran a las personas que están detrás del poder, pero no tengo ni idea de cómo va a evolucionar la política. En cuanto a cómo reaccionaron a 'Loro', no tengo ni idea, me da miedo saberlo.
–Ha hecho su película más personal con Netflix y es curioso porque Alfonso Cuarón hizo lo mismo con 'Roma'. ¿Es así porque son los que le han dado un cheque en blanco para hacerla?
– No existen los cheques en blanco, ni para mí, ni para Cuarón, ni para nadie. Es cierto que cuando vi 'Roma' decidí que quería hacer una película personal y escribí a Cuarón para decírselo. Considero que su película es una obra de arte y es una de esas cintas que Netflix te permite rodar, pero olvídese de cheques en blanco.
–Además de rodar películas, también escribe libros. ¿Cómo decide si llevará una historia al cine o a la literatura
–En realidad, no me considero un escritor. Sólo escribo libros cuando no estoy dirigiendo y tengo tiempo libre. Soy un escritor de fin de semana.
–¿No ha sentido la tentación de llevar a la pantalla las aventuras de Tony Pagoda (protagonista de su novela 'Todos tienen razón'?
–Probablemente, nunca lo haré. Ya las plasmé en un libro y cuando ya he escrito sobre una idea, prefiero utilizar otras para mis películas.
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