Dirigida por Kiah Roache-Turner, este relato que reúne demonios e internet se pierde en su desacomplejado discurso y cansa al ofrecer al espectador una retahíla de efectos visuales desiguales que afectan al ritmo de la pieza
Se presentó hace dos años en el festival de Sitges, en la Sección Oficial fuera de concurso, esta producción australiana con espíritu de serie B que mezcla ciencia-ficción, terror y comedia sin encontrar el tono adecuado. Eran altas las expectativas en el conocido certamen ... catalán, pero el pase del filme se fue desinflando. Tras un divertido y despendolado inicio, 'Nekrotronic' se pierde en su desacomplejado discurso y cansa al ofrecer al espectador una retahíla de efectos visuales desiguales que afectan al ritmo de la pieza. La narración que plantea se desdibuja por culpa de una realización dispersa. No obstante, brotan algunas ideas interesantes cuando el público menos se lo espera, una pena que queden desperdigadas, y puede ser un buen producto de entretenimiento al gusto del consumidor cinéfago si se emplea el chip mental adecuado durante el visionado. Todo comienza cuando un simple trabajador del servicio de alcantarillado descubre que es el único ser humano sobre la Tierra capaz de detener el plan maléfico de una demoníaca corporación que depende devorar las millones de almas que vagan por todo el planeta. El individuo en cuestión, cedido en adopción cuando era un bebé, va haciéndose con sus poderes sobrenaturales a medida que se van desvelando los secretos ocultos de sus existencia. Espectros y seres del averno atacan sin piedad al protagonista, complicando su gesta. Como novedad, las criaturas diabólicas se extienden gracias a internet. La lucha entre el bien y el mal tiene lugar el la red oscura.
'Nekrotronic' está protagonizada por Ben O'Toole ('12 valientes'), Caroline Ford ('Carnival Row'), Tess Haubrich ('Alien: Covenant'), Epine Bob Savea ('Hibiscus & Ruthless') y David Wenham ('Iron Fist'). La exuberante Monica Bellucci, cuya presencia es el mayor reclamo del filme, encarna a la reina madre, a la gran villana de la función, con la sensación de que pasaba por ahí y le colocaron delante la cámara. Segundo largometraje de Kiah Roache-Turner, tras la divertida 'Wyrmwood: La carretera de los muertos', enésimo relato macabro con zombis de por medio, con más chica que la media, estamos ante un despliegue formal sin la energía suficiente para enganchar al público medio. Más de un espectador despistado se va a encontrar con una obra que no buscaba, para bien o para todo lo contrario. Quien trague desde el principio con el sentido del humor de la apuesta, pelín tontorrón, podrá verle la gracia a este cóctel desnutrido de internet y demonios. Otro cruce de géneros en busca de estilo.
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