Secciones
Servicios
Destacamos
No hay papel que Natalia de Molina (Linares, 1990) no borde. A punto de cumplir los treinta años, la joven, que atesora ya dos goyas, exhibe su versión más contenida en 'Las niñas', donde da vida a una madre soltera con una pesada carga. Yya ... avisa con su habitual desparpajo: «Vengo con el pelo rosa porque estoy haciendo una peli».
–¿Qué te sedujo del personaje?
–Cuando recibí el proyecto, no dudé ni un instante. Me sentía muy identificada con las niñas y me hizo reflexionar sobre aspectos que había olvidado de mi infancia. Veía un montón de generaciones representadas. Poder darle cuerpo a Adela fue un gancho importante porque me permitió reflexionar sobre esa generación de mujeres que fueron niñas en una época más oscura de España.
–El filme sucede en el 92 y usted tenía dos años ¿No le ha parecido una marcianada de época?
–(Ríe) Hablé mucho con mis hermanas mayores y llegamos a la conclusión de que la educación había estado estancada durante muchos años. Supongo que en cada zona era distinto, pero yo me crié en Granada y tampoco veo muchas diferencias con mi época. Creo que a día de hoy la sociedad va a un ritmo que la educación a veces no puede seguir.
–Adela es una madre que se desvive por su hija, pero también oculta cosas. ¿En quién se inspiró para componer el personaje?
–Yo también he crecido con esa frase de: «Yo quiero que estudies y que no dependas de nadie». Para mí lo importante a la hora de construir el personaje era entender la niña que ella fue y entender de qué educación viene para comprender todos esos silencios y toda esa incomunicación con su hija. Para ello me informé mucho históricamente de cómo era ser mujer entonces. Eran hijas de una época muy oscura, que empezaron a vivir una época más luminosa pero que cargaban con todo el peso de esa educación de la que hablo y que inconscientemente lo pasaban a sus hijas.
–¿Cómo se va a recuperar el cine español de la pandemia?
–No lo sé. El cine español siempre ha estado en una época chunga y justo cuando subíamos ha venido este palo. No tengo ni idea. A mí esta situación me ha hecho darme cuenta de que no se puede controlar nada y de que hay que vivir el día a día. Pero mira, Santiago Segura ha estrenado y lo que está claro es que la gente quiere ir al cine a pesar de la situación que estamos viviendo.
–¿Cómo es rodar en la 'nueva normalidad'?
–Está siendo todo más frío. Ya me he acostumbrado, pero me acuerdo de ir al primer rodaje con un poco de miedo. Es todo raro, no sabes qué cara tiene la gente porque todo el mundo va con mascarilla y solo puedes quedarte con su mirada. Al llegar te toman la temperatura y hay muchísimo control. Te hacen pruebas y, bueno, tengo la tranquilidad siempre de saber que estoy negativa, pero sí se tarda más porque el protocolo es el que hay. De todas maneras, yo creo que los actores estamos acostumbrados a esperar. Lo importante es que se siga pudiendo rodar con todas las medidas de seguridad.
–Está a punto de cumplir treinta años. ¿Ha hecho balance?
–Soy una persona con un mundo interior muy intenso y la verdad es que siempre he reflexionado mucho sobre lo que me ocurre, pero no había pensado precisamente en los treinta años (ríe). Sí me siento más madura. Soy la misma persona, pero tengo las cosas algo más claras, aunque las dudas van a existir hasta que me muera. Y creo que toda esta situación nos ha obligado a pararnos, pensar y a poner en una balanza qué importa en la vida y qué no.
–Lleva años encadenando proyectos. ¿Se pierde el miedo al año en blanco?
–A mí el miedo no se me va nunca y creo que con los años se acrecenta. Cada vez tengo más incertidumbre. Creo también sufro un poco el síndrome del impostor, que es algo que está muy ligado al oficio, sobre todo en las mujeres, por esa cosa de no estar acostumbradas a tener nuestro lugar y nuestro espacio. Es como que no te lo terminas de creer por cómo te han educado.
–¿Qué echa de menos en esta 'nueva normalidad'?
–El contacto, el poder abrazar a mi familia con tranquilidad, poder viajar sin tener esta incertidumbre. Ahora todo el mundo es mucho más frío. Mira que yo nunca he sido muy de abrazar, pero ahora sí que echo de menos el cariño y el roce.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.