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Michel Piccoli figura en algunos de los clásicos indiscutibles del cine europeo. Ahí es nada protagonizar 'El desprecio' (1963) de Jean-Luc Godard con Brigitte Bardot, 'Las señoritas de Rochefort' (1967) de Jacques Demy junto a Catherine Deneuve, con quien repetiría ... ese mismo año en 'Belle de Jour' de Luis Buñuel, y 'La gran comilona' (1973), de Marco Ferreri. Más de doscientos títulos componen la filmografía de un actor sin el que no se entiende la historia del cine francés, en el que empezó a trabajar a finales de los años 40. El diario 'Le Figaro' informa citando fuentes de la familia que Piccoli murió el pasado 12 de mayo a causa de un accidente cerebral. Tenía 94 años y en 2012 le habíamos visto en 'Holy Motors', de Leos Carax, un ejemplo de su gusto por el riesgo y la transgresión a la hora de elegir los proyectos hasta sus últimos días.
Nacido en 1925 en París, Jacques Daniel Michel Piccoli creció en una familia de músicos de origen italiano que le animó a fomentar sus dotes artísticas, el único que lo hizo entre doce hermanos. Interpretó un sinfín de secundarios en cine y teatro hasta que su personaje en 'El desprecio', un escritor de teatro que tiene que corregir un guion de cine que adapta la 'Odisea' de Homero, logró que diera el salto a papeles protagonistas. Ganó el premio al mejor actor en Cannes en 1980 con 'Salto en el vacío', de Marco Bellocchio, y el Oso de Plata en Berlín dos años más tarde con 'Une étrange affaire'. Inexplicablemente fue cuatro veces candidato al César sin conseguirlo. Cuando Agnès Varda rodó en 1995 'Las cien y una noches', un homenaje al cinematógrafo en su centenario con una pléyade de estrellas internacionales, tuvo claro que tenía que adjudica a Piccoli el papel de Monsieur Cinema.
Amigo íntimo de Simone Signoret, Yves Montand, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Michel Piccoli se consideraba «un comunista sentimental» y defendía que si uno se dedicaba a las artes no podía ser conservador. «Cuando era muy pequeño, a los 13 o 14 años, comprendí enseguida qué era el nazismo», contó en Valencia en 1987, en el homenaje que le brindó la Mostra de Cine del Mediterráneo. «Después viví la invasión alemana y vi a los judíos llorar porque eran expulsados. Y cuando volví a París veía a los judíos con la estrella amarilla en el metro. No sabía que había un campo de concentración, pero me bastaba para odiar a la derecha de la época y eso ha permanecido en mí toda mi vida». Con los años, pasaría a considerarse simplemente de izquierdas tras conocerse los desmanes de los regímenes comunistas y hasta hizo campaña a favor de François Mitterrand para su reelección.
Piccoli murió en brazos de su tercera mujer, la guionista Ludivine Clerc, con quien se casó en 1977 tras divorciarse de la cantante y actriz Juliette Greco, y de sus hijos Inord y Missia. Gran conocedor de España, el actor trabajó con Luis García Berlanga en la polémica 'Tamaño natural', donde se enamoraba de una muñeca hinchable, y en el filme que cierra la carrera del realizador valenciano, 'París Tombuctú', cuyo último plano contenía las palabras «tengo miedo». Piccoli fue en la pantalla el alter ego de Berlanga, a quien conocía tan bien que cuando el director murió hace diez años, el actor francés dijo de él: «Es Don Quijote». Y añadió: »Bueno, también podría ser Sancho».
Productor, director y guionista, Piccoli será recordado por 'La vía láctea' (1969), 'El discreto encanto de la burguesía' (1972), 'El fantasma de la libertad' (1974) y 'Diario de una camarera' (1964), todas ellas de Luis Buñuel, y por haber sido dirigido por Alfred Hitchcock en 'Topaz' (1969) y Louis Malle en 'Atlantic City' (1980). Su último gran papel se lo brindó Nanni Moretti en 'Habemus papam' (2011). Una sátira que contaba la espantada de un pontífice (conmovedor Piccoli) que, tras la muerte de Juan Pablo II, se ve incapaz de superar su nueva y celestial condición. Justo cuando va a salir al balcón de San Pedro sufre un ataque de pánico. El mejor psicoanalista del país (el propio Moretti) trataba de sanarle desde su racionalidad atea.
'El gran pudoroso', como le llamaban en Francia pese a los numerosos papeles que hizo de pervertido, basaba su encanto en una mezcla de cinismo y nobleza. En su libro de memorias escrito con 90 años a base de conversaciones con Gilles Jacob, 'He vivido en mis sueños, expresaba su mayor temor: «La memoria se deteriora. Y yo soy víctima de esta catástrofe para un actor».
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