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Siempre es una buena noticia que una película como 'Monos', nada complaciente, llegue a nuestra cartelera. Emocionalmente densa, telúrica e hipnótica, con encuadres extenuantes y algunas secuencias salvajes, en el amplio sentido de la expresión, la ganadora del Premio Especial del Jurado en Sundance ... ha sido relacionada, no sin razón, con 'El señor de las moscas' y 'El corazón de las tinieblas'.
Sin ocultar sus referencias y posible intención de reinterpretar a estos dos clásicos literarios de altura, uno de los cuales dio pie a 'Apocalypse Now', el filme dirigido con firmeza y buenas ideas visuales por el colombiano Alejandro Landes ('Porfirio') reflexiona sobre la violencia en un marco ideal para su marcado propósito. La maniobra puede pecar de comercial, vista dentro de la cinematografía de Colombia, en su deseo de ampliar miras, pero no hay quien tosa a su recorrido por medio centenar de festivales, donde ha cosechado numerosos galardones, además de erigirse como la película nacional mas vista el pasado año en su país de origen, con una importante cifra acumulada de más de 270.000 espectadores.
'Monos' supone un viaje para los protagonistas y el propio espectador. Un grupo de niños, ni siquiera adolescentes, son adoctrinados como guerrilleros, pasando a formar parte de un entramado militar, que, por su metodología a la hora de reclutar con firmeza al feligrés, apunta maneras de secta. La única misión de los pequeños quintos es vigilar a una doctora americana secuestrada con fines políticos. Cuando la cautiva se enfrenta a su destino surgen las rencillas y desconfianzas entre los aprendices de soldado, dispuestos a perder su identidad en un ambiente bélico alienante con tal de servir a unos ideales contradictorios.
Nadie se salva de la quema en la película de Landes, que expone las miserias del ser humano, sea del color e ideología que sea, y las consecuencias de la defensa ciega de unos principios inculcados a hierro y fuego. El mensaje es visceral, sin la necesidad de ser cruel en la exposición de las imágenes más agresivas. Precisamente, gracias a la atmósfera creada, por momentos irrespirable -brutal la escena del río turbulento-, la identificación con las sensaciones encontradas, debido a la tensión acumulada, es inevitable, de ahí que pueda llegar a ser extenuante, pero enriquecedora desde un punto de vista cinematográfico.
Violencia simbólica frente a violencia explícita, también presente pero no como elemento en torno al cual construir la acción. Los chavales reclutados lo pasan mal, como en la vida real, transmitiendo un desazón que refleja la dureza de una situación conflictiva en la cual, desgraciadamente, se ven envueltos numerosos menores en nuestra actual civilización, especialmente en zonas de África y Latinoamérica. Todo forma parte de un sistema decadente donde las luchas de poder están presentes, canibalizando nuestras conciencias.
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