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Miguel Rellán tiene 79 años y calcula que habrá hecho unos 200 papeles entre cine, teatro y televisión. Ha trabajado con todos: Berlanga, Garci, Camus, Cuerda… Y hasta sufrió el fenómeno fan hace veinte años gracias a su papel de profesor en la serie 'Compañeros'. ... El actor recibió este viernes la Biznaga Ciudad del Paraíso en la inauguración del Festival de Málaga, justo el mismo día en que llegaba a las salas 'Código Emperador'. En este thriller sobre las cloacas del Estado encarna al superior del personaje de Luis Tosar, un alto mando militar sin ningún escrúpulo para salvaguardar a los poderosos.
-Concha Velasco me dijo una vez que morirse encima de un escenario es una falta de educación tremenda.
-Lo que es una grosería es morirse… Como todo el mundo, yo tengo la esperanza o la intuición de que la muerte haga conmigo una excepción. Pero no he pensado en morirme en el escenario. Lo que es evidente es que no me voy a retirar. ¿Se retira alguien que mantenga la pasión por algo creativo? ¿Se retiran los escritores, los poetas, los músicos? Sí lo hace el bailarín, porque ya no puede levantar la pierna. O el cantante: Plácido Domingo se tenía que haber ido ya. Yo tengo que hacer 'El rey Lear' todavía.
-Lo pasó bastante mal con el covid, ingresado con neumonía bilateral.
-Veintitrés días de hospital. Me preguntan qué se te pasa por la cabeza en esos momentos… Nada particular. Es posible que tenga cara de idiota, pero no lo soy. Hace mucho tiempo que sé que me voy a morir. Es más, sé que estoy en la edad de morirse. No me pilla de sorpresa. Yo le pregunté a la doctora: 'Perdone, ¿me estoy muriendo?'. Y me contestó: 'Por ahora, no'. Pero me moriré, ¿eh? Y no pasará nada, los pajarillos seguirán cantando, que decía Juan Ramón Jiménez.
-¿Y que piensa usted de los negacionistas y antivacunas, que son muchos?
-Ya antes los contemplaba con estupor. Desde hace tiempo voy notando que la estupidez va creciendo de manera exponencial. No lo entiendo, que a estas alturas se vaya a cuestionar a Pasteur… ¿No nos vamos a vacunar de la polio? Mi padre era médico en Marruecos. ¿La gente no sabe que existía la lepra y la tuberculosis? Antes nos podíamos morir de una tosferina, de un sarampión. Lo malo es que no son tres chalados. Y luego ya están los terraplanistas… Hace falta ser imbécil.
-¿Tuvo en mente al comisario Villarejo a la hora de componer su personaje en 'Código Emperador'?
-No. Hablé con el director y convenimos en que los malos, en la vida real, no tienen cara de malos. Salvo Putin, que parece un malo de serie B. Por otra parte, mi personaje no es un malvado, alguien que quiera hacer el mal. Te pongo un ejemplo: las multinacionales que, cuando no alcanzan sus previsiones de beneficios multimillonarias, se llevan la empresa de España a Bangladesh. No piensan en las 800 personas que dejan en el paro, actúan de manera bondadosa porque se deben a sus accionistas. Daños colaterales. Eso es lo que le pasa a mi personaje.
-¿Qué es para usted un patriota?
-De entrada la palabra no me gusta. Me suena a Capitán Trueno, a otros tiempos. Me recuerda a un legionario con el pecho abierto y tatuajes de Viva España y mi madre… Pero si usted me obliga a definir patriota le diría que debe ser aquel que cumple las leyes. Aunque no te gusten, porque esto es una democracia. Vota a otro para cambiarlas, pero mientras tanto, las cumples. Y en segundo lugar, patriota es el que paga religiosamente sus impuestos. Eso sí, habría que exigir a los políticos que no se los gasten en aeropuertos sin aviones o en auditorios de Moneo y Calatrava vacíos con más butacas que habitantes. Los ciudadanos tenemos que aprender a ser ciudadanos y a exigir a los políticos qué han hecho con nuestro dinero.
-¿Asumimos que las cloacas del Estado han de existir, que siempre tiene que haber alguien que haga el trabajo sucio?
-Todos los Gobiernos tienen que tener un área restringida de secretos, es lógico. Pero cuando hablamos de cloacas, huele mal. ¿Por qué deben existir? Déjame ser ingenuo y pensar en un Estado limpio y honrado, una utopía enorme.
-Cuando empezó en el teatro independiente, soñaba con cambiar el mundo. ¿Ahora con qué se conforma?
-Hace ya tiempo que me di cuenta de que el teatro no cambia el mundo. Pero sí sé que el arte cambia a las personas. Empecemos por tu familia, por tu barrio. Pórtate bien, sé justo, no te saltes los semáforos. En eso los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad, porque hace más ruido lo negativo. Mira, hace unos días 32 taxistas de Madrid se fueron a Ucrania a traerse refugiados. 3.000 kilómetros. Y el gasoil no está barato. ¿Por qué no abres el Telediario con ellos?
-¿Cómo tiene el ego?
-¿La vanidad? ¿Se les supone a los actores? Vanidad profesional también la tiene Dimas, mi fontanero, que te cobra 700 euros, ja, ja. Nosotros, los actores, no tenemos más remedio que tener eso que llamamos nombre. Por que si no lo tienes, no te llaman. Cuando voy a Londres, voy a ver a Judi Dench, a Ian McKellen, no a un desconocido. ¿Pero hay más vanidad que la de los políticos, que nunca elogian al compañero? Yo no conozco a ningún actor que salga a escena y diga lo bien que lo ha hecho, al contrario, siempre somos autocríticos. Firmar autógrafos solo se hace para mantener el tipo.
-Dijo una vez: «Puedo hacer de fascista en una película revolucionaria, pero no de revolucionario en una película fascista».
-Lo he procurado llevar a cabo. He hecho películas malas y reaccionarias en la época del destape, corriendo con Raúl Sender en calzoncillos detrás de unas señoras en bragas. No me enorgullezco, pero tenía que llenar la nevera. Eso sí, nunca haría una película regresista, y mucho menos una función de teatro.
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