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'Mudar la piel' indaga en la historia de una amistad, la que mantuvieron durante los años más difíciles en Euskadi Juan Gutiérrez, fundador de Gernika Gogoratuz y mediador con ETA, y Roberto Flórez, su mano derecha en la asociación, exguardia civil y agente del ... CNI condenado por traición. La ópera prima de los directores AnaSchulz y Cristóbal Fernández –ya en los cines tras su paso por los festivales de Locarno y San Sebastián– resulta tan sorprendente y escurridiza como el intrigante Roberto. Para empezar, porque Schulz es la hija de Juan Gutiérrez, con lo que el filme es al mismo tiempo un apasionante thriller político y una carta de amor filial. Por si fuera poco, 'Mudar la piel' se vende como un documental, pero en realidad se contamina de la ficción y puede verse como una película sobre el proceso de construcción de una película.
Empecemos por su protagonista. A sus 86 años, Juan Gutiérrez mantiene el discurso lúcido y el carisma con los que se bregó en los tiempos en los que intentaba traer la paz a Euskadi. Nacido en el seno de una familia de clase alta de Santander, este ingeniero emigra a Alemania para escapar del aire viciado del franquismo. Se hace comunista y en un seminario en Hamburgo sobre 'El capital' de Marx conoce a una alemana de la que se enamora.
Los Gutiérrez-Schulz se instalan en San Sebastián en 1983. En un altillo del piso familiar, la madre descubre a la cámara los libros de los que se nutrían ideológicamente: Mao, Lenin, Gramsci... En 1987, Gernika Gogoratuz se erige como centro de investigación pionero en la resolución de conflictos. Su fundador se convierte en presencia habitual en noticiarios y tertulias. «Yo critico a los que se dicen no violentos, porque todos disfrutamos de la violencia. ¿O acaso en un billete de avión para ir a la otra parte del mundo por 60 euros nos creeemos que no hay mecanismos de violencia?», reflexiona en el filme. Gutiérrez mantiene contactos con el secretario de Estado de Seguridad del Gobierno socialista, Rafael Vera, y con el dirigente de HB Rafael Díez Usabiaga. En 1991, organiza un encuentro en Washington entre representantes de todos los partidos vascos. Nadie había conseguido tal hazaña hasta la fecha.
«Rafael Vera me dijo que en este país los secretos duran una semana», cuenta Gutiérrez a su hija. El CESID (actual CNI) logró infiltrar en Gernika Gogoratuz a uno de sus agentes. Roberto Flórez, que se hacía pasar por un periodista de investigación, se convierte en amigo íntimo del protagonista y presencia indispensable en el organismo. «Roberto es un amigo del que conozco muchas cosas, pero no conozco todas», argumenta Juan Gutiérrez. No podía sospechar que había metido en casa al que sería el primer condenado en democracia por un delito de alta traición.
El enigmático Roberto desapareció en 1997 y una década más tarde fue detenido y acusado de trabajar para el espionaje soviético.Condenado a nueve años por el robo de material secreto (Gutiérrez le visitó decenas de veces en prisión), negoció duramente su presencia en 'Mudar la piel'. «Roberto me ha llamado para decirme que tenemos que cancelar el rodaje, porque tiene el teléfono pinchado y teme que le vuelvan a meter en la cárcel», expresa Ana Schulz al comienzo del filme.
La gran pregunta es si el espía terminó por compartir la fe en el diálogo de su amigo y se olvidó de su cometido para trabajar de verdad por la paz. Si experimentó algo así como el síndrome de Estocolmo. «Mi padre nunca ha sentido la punzada de la traición», remarca la realizadora. «Sostiene que Roberto se enamoró de la idea de solucionar el conflicto». Las conversaciones entre padre e hija en la película son un tratado de moral. Gutiérrez le cuenta que nunca ha reflexionado sobre la relación entre oficio e identidad. «Cuando un amigo te cuenta algo te está dando un regalo, debes respetarlo, no sonsacárselo».
'Mudar la piel' se constituye en un manual sobre el perfecto espía. «Tú no vives la realidad, la sobrevuelas. Siempre debes aparentar normalidad, pasar desapercibido», alecciona Roberto Flórez, al que el pasado marzo 'The Times' señalaba como el supuesto delator del espía ruso Sergei Skripal, envenenado con trazas de agente nervioso. La cinta también puede verse como un homenaje a las personas que trataron de buscar una solución a la violencia en Euskadi tendiendo puentes de diálogo.
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