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A Pepa Flores le hubieran bastado quince minutos para salir de su casa en una torre de apartamentos del Paseo de la Farola, en La Malagueta, cruzar andando el parque y meterse a ver el documental sobre ella que este domingo estrenó el Festival de ... Málaga en la sección oficial fuera de concurso. Su hermana Vicky, que aparece en la cinta, ya lo ha visto, al igual que sus tres hijas, María, Celia y Tamara. Su última pareja en los últimos 35 años, Massimo Stecchini, también colaboró y dio el plácet a 'Marisol, llámame Pepa. Proceso a un mito', el filme definitivo sobre la actriz y cantante, que apareció por última vez en un acto público en el Festival de San Sebastián de 1985.
Stecchini falleció de un infarto el 3 de septiembre del año pasado y a él está dedicado el documental. La pizzería Trastevere de su familia, la primera abierta en Málaga y donde Marisol le conoció, sigue recibiendo cartas y flores de clientes con el objetivo de hacérselas llegar a una artista que mantiene intacto su poder de fascinación 65 años después de ser descubierta por el productor Manuel Goyanes. Lo confirma en la cinta la cantante Amaia Romero, que de niña imitaba a la protagonista de 'Un rayo de luz' y a la que le temblaban las piernas mientras Pepa Flores le abría la puerta de su casa. El magnetismo y el encanto que enamoró a medio mundo sigue intacto, según desvela una Amaia al borde de las lágrimas.
Nadie sale indemne de una vida como la que ha tenido una mujer que quiso desaparecer y lo ha conseguido los últimos cuarenta años. Marisol añoró la infancia que no tuvo en una corrala sin agua ni luz del barrio malagueño de Capuchinos. Era una niña que no parecía española, rubia y de ojos azulísimos. Pizpireta, graciosa, inteligente y bondadosa, «nos traía alegría y felicidad en nuestra vida, no había nada más», recuerda el productor Enrique Cerezo, propietario de los derechos de muchas de sus películas. «Marisol era la luz y el color en aquella España», resume Elvira Lindo.
La pequeña flamenca que bailó ante Franco entre los Coros y Danzas de la Sección Femenina en 1959 cautivó con su aura angelical a un país pacato y cerrado. Blanca Torres, la directora del documental, ha tenido acceso a imágenes inéditas en archivos del extranjero, además de sus largometrajes y escenas entre bambalinas. Dos actrices ponen voz a los pensamientos de la protagonista, de niña y de adulta. Hoy resulta difícil imaginar el impacto de Marisol en España y medio mundo. El fenómeno fan, el merchandising –insólito en aquella época–, las revistas y muñecas... De la América hispana a Japón, pasando por 'El Show de Ed Sullivan' junto a Harpo Marx.
«Hasta ahora el acercamiento a Marisol ha sido amarillista, con documentales y series de poca calidad», lamenta el productor Chema de la Peña. «Hemos hecho un trabajo serio y profundo para estar a la altura del personaje». Su protagonista siempre ha sabido que se estaba elaborando un filme sobre ella. «Hemos sentido su apoyo desde el principio. Massimo nos ha ayudado todo el tiempo», apunta Blanca Torres. «Todos los que salen en el documental mantienen la fascinación por el mito».
Chema de la Peña cree que cualquier otra persona con la biografía de Marisol hubiera acabado suicidándose o enganchada a las drogas: «Ha reconstruido su vida al margen de lo que fue y le ha salido bien». Y añade la directora: «Su don y su cruz ha sido renegar de la faceta de artista». Marisol no tuvo suerte con el cine cuando creció. Quería trabajar con Polanski y Losey, y le tocaron dos de las peores películas de Bardem. Eran tiempos de mujeres objeto en la pantalla. Tras un primer matrimonio con Carlos Goyanes, hijo de su descubridor, llegó Antonio Gades, comunista pero machista, como descubre el documental.
Su retiro a Altea, un pueblo de Alicante donde pudo llevar una vida normal, no impidió que Pepa Flores acabara convirtiéndose en imagen de la Transición desde la portada de 'Interviú' con un desnudo histórico o levantando el puño en las manifestaciones contra la OTAN. Fidel Castro y la bailarina Alicia Alonso fueron sus padrinos de boda en Cuba. 'La Niña de Moscú', como la bautizó 'Cambio 16', empezaba a estar harta de todo, incluidas las infidelidades de Gades. «Que se olviden de mí, como si no hubiera existido nunca», llegó a decir.
La España que nunca distinguió del todo qué era realidad y ficción en las películas de la niña Marisol, casi siempre huérfana en busca de cariño, nunca perdonó que se hiciera mayor. «El mundo actual entiende mejor a Pepa Flores que el de antes», observa la directora. «Fue una adelantada a su tiempo y, como cualquier mujer de entonces, le costó que la trataran como adulta. Era un icono colectivo; para muchas mujeres fue muy importante que dijera 'soy Pepa Flores y no Marisol'».
El documental, que se estrenará en salas antes de su emisión en plataformas (TVE y Canal Sur participan en su producción), reivindica el feminismo de la autora de 'Galería de perpetuas', que se consideraba una obrera de la cultura y que encontró su identidad perdida cuando encarnó a Mariana Pineda en televisión. «El franquismo la utilizó para crear un tipo de mujer y en la Transición se anticipó cuarenta años a lo que hoy reivindican las feministas».
El regreso a Málaga supuso un retorno a sus orígenes y a un paraíso perdido. Y la reivindicación de un orgullo de clase. El filme apunta cierta sordidez en el hecho de que una niña viviera con su descubridor. «Dejamos constancia de lo raro y poco apropiado de que una niña viajara sola en un mundo exclusivamente de hombres adultos. Y hasta ahí leemos. Pepa Flores fue muy sincera en sus entrevistas en los 70. Hay que respetarla», justifica la directora, que pixela la célebre portada de 'Interviú'. «Ella no dio su consentimiento a ese desnudo».
–¿Qué le preguntaría a Pepa Flores si hubiera accedido a ser entrevistada para el documental?
–Que cómo está. Espero que sea una mujer feliz después de todo lo que ha pasado. Y le diría que en la sociedad de hoy está muy arropada por muchas mujeres de diferentes generaciones, que la entienden y la quieren. Espero que sienta y le llegue esa fuerza.
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