Secciones
Servicios
Destacamos
Karra Elejalde (Vitoria, 1960) advierte al periodista: «No pongas un titular de esos para vender más periódicos». Después, como hace siempre, el Karra arisco da paso al parlanchín, obsesionado por dejar claro que aspira a no repetirse en una profesión que arrancó en el cine ... hace ya 36 años, con un papel de sargento en 'Lauaxeta, a los cuatro vientos'. La bendición y la maldición del actor vitoriano ha sido su papel de Koldo, el más vasco entre los vascos, en '8 apellidos vascos' y su secuela. Desde entonces, no puede dar un paso sin que le pidan un selfi.
'Kepler, sexto B', en los cines desde el 16 de junio, nos recuerda que también hay un Karra dramático, que no se permite ni un tic histriónico. La ópera prima de Alejandro Suárez es una fábula social protagonizado por un pobre trastornado, que ha creado en su pisito del extrarradio la réplica de una nave espacial. Sobrelleva el dolor por la muerte de su mujer y su hijo transformándose en un astronauta de chichinabo en el planeta Kepler.
–¿Cómo se interpreta a un loco?
–Ay, amigo. ¿Y a un borracho? Porque hay borrachos proletarios, marqueses, del PP, del PSOE... Cada loco es distinto. Ya hice de loco deprimido con síndrome de Korsakoff en 'La vida padre'. Yo siempre he querido ser un actor todoterreno, así que puedo hacer de loco que se ha quedado colgado de tripis, más expansivo, o si es un señor como mi madre, que tiene la pobre 94 años y no nos conoce, se le ha ido la pelota. Dicen que nuestro cerebro tiene un recurso cuando afrontas una desgracia tan grande como la del protagonista, que ha perdido a la mujer y a un hijo. Hace clic e inventa una vida paralela, un lugar placebo de confort para poder seguir sobreviviendo.
–Jonás, que trabajó en un planetario en tareas de mantenimiento, soñaba con ser astronauta.
–Sí, todo ese pasado contribuye a hacer más creíble el personaje. Este hombre no está bien de la cabeza, pero coincidirás en que no se parece nada al cocinero de 'La vida padre'. Mi obsesión es no repetirme y que si hay un psiquiatra entre los espectadores no le chirríe el personaje.
–Usted dirigió en 2004 'Torapia', una comedia que transcurría en una institución mental.
–Sí, el protagonista ingresaba para recuperar un collar de brillantes. Era una película con otro tono distinto. Esta es una fábula agridulce con momentos de ternura y crítica social. En la vida hay dos estadios, la adolescencia y la senectud, en los que necesitamos más ayuda. Estamos viendo estos días casos de adolescentes que se suicidan por chorradas.
–¿Cree que se ha roto el tabú de la salud mental? Cada vez más artistas reconocen que van a psicoterapia, consumen ansiolíticos...
–Sí. Antes daba mucho miedo decir que tenías una depresión, porque pensaban que estabas loco. Puedes ir al psiquiatra, y no te pasa nada del otro jueves. Fíjate, yo a veces estoy doblando algo que acabo de rodar, preparando algo que voy a rodar y promocionando algo que rodé hace dos años. Dicen que Johnny Weissmuller gritaba como Tarzán de viejo y que Bela Lugosi mordía como Drácula a sus enfermeras. Estoy cagado por ver, cuando sea mayor, cuál de mis yoes va a salir: el Ismael de 'La madre muerta', Unamuno... Los artistas llevamos vidas de locura. Al año, yo duermo más días en un hotel que en mi casa. Me despierto y me pregunto dónde estoy. ¿Qué problema hay si vas al psiquiatra? Si me recetan Viagra porque no se me pone gorda, ¿qué pasa? Hablar de tus males cura un poco.
–Alejandro Suárez, el director de 'Kepler, sexto B', dice que usted es un Quijote en sí mismo.
–Supongo que significa que estoy como una puta cabra. Pero le he ayudado a hacer una película que fue muy dura de rodar, en plena pandemia y en un piso de 70 metros cuadrados. Y yo, que soy asmático, sufriendo el humo...
–El año pasado estrenó cuatro películas y una serie.
–Y me queda otra todavía, 'La voz de sol'. Promocionar me agota más que rodar. La parte que más me gusta es preparar el personaje y salir airoso de la secuencias. A mí me gustaba ir a un bar de copas a las dos de la mañana, y ahora es imposible; antes comía en una terraza y ahora dentro y de espaldas a la puerta. Siempre digo que sí a los selfis, pero no en la cola del avión o llevando a mi hija a ver a One Direction en el Palau Sant Jordi. Hasta entro al cine cuando se han apagado las luces y me voy corriendo sin ver los títulos de crédito. El día anterior al estreno de '8 apellidos vascos' estaba rodando 'A esmorga' y tenía telarañas en el frigorífico. ¿Qué pasa? ¿Que antes no era buen actor? Yo me prostituyo en un trabajo que me hace muy feliz. Soy una puta prestigiosa y por lo tanto cara. Pero cuando me toca vivir de puta madre no puedo ir a restaurantes ni al Azkena, ni a fiestas de Vitoria. He ganado en unas cosas y he perdido en otras.
–Está en los cines 'Els encantats', el primer largometraje de su hija de 22 años, Ainara Elejalde. ¿Qué ha sentido al verla en pantalla grande?
–Orgullo y satisfacción (con la voz de Juan Carlos I). En serio, ha hecho un muy buen trabajo. Sutil, porque en cine a veces es mejor no hacer nada que hacer mucho. Vi que me había hecho caso. Cariño, le dije, no hagas de más, haz lo justo, lo que te toca. El cine te paga muy mal si estás pasado. Sé natural, orgánica. En un actor, la sobreactuación es falta de autoestima.
–A unos pocos días de unas nuevas elecciones, ¿cuál es su estado de ánimo al respecto?
–Cuando vi cómo habían quedado las autonómicas a nivel nacional me dije: por el amor de Dios... Da pena ver cómo se ha juntado la izquierda de esta manera. Yo no soy politólogo, soy artista, y mis espectadores pueden ser de cualquier ideología política. Yo también tengo derecho a tener la mía. Y mantengo la esperanza de que dé un giro lo que pinta tan feo para nosotros.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.