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Karra Elejalde (Vitoria, 1960) no para. Ha rodado en Colombia 'La mirada de Lucía', donde Imanol Uribe regresa al asesinato de Ignacio Ellacuría; tiene por estrenar la serie 'La Fortuna' de Alejandro Amenábar; y rueda estos días en Bilbao 'La vida padre', una comedia ... en la que encarna a un cocinero sin memoria: «Tiene algo que ver con lo que está viviendo mi ama, que tiene ya noventa y pico años», desvela el actor.
Este viernes estrena además en los cines 'Poliamor para principiantes', una comedia de Fernando Colomo en la que encarna al padre y manager de un chaval youtuber, enfrentado a las nuevas formas de relacionarnos en el sexo con la vana esperanza de alegrar su vida conyugal. «¿Qué edad teníamos nosotros en los tiempos del destape?», se pregunta el actor. «Ni en casa ni en la escuela nos explicaron nada, estábamos más salidos que una paraguaya».
-Esto del poliamor no es vivir en comuna.
-No, el poliamor en la película es un subterfugio para hablar de las relaciones humanas, de cómo se deteriora lo sexual a pesar de que se mantenga el amor. Fernando Colomo es un hombre progresista y está a favor del poliamor. Aunque no lo creas, hay un montón de mandamientos que hay que cumplir para ser poliamoroso. A mí me parece cojonudo, todos, hasta los monógamos, somos poliamorosos en esencia. Lo malo es saber compartir, porque el amor tiene mucho de no posesión. Yo no lo practico, pero estoy a favor, porque me parece más honesto pactar las cosas que andar con secretos poniendo cuernos. En el amor y en la sexualidad, todo es viable si es consentido.
-La película ironiza respecto a las identidades sexuales y a las nuevas nomenclaturas: cis, hetero, bi, trans, género fluido, intergénero…
-Yo, que he tenido hijos, la que menos entiendo es la relación de cocrianza de los hijos, se me hace cuesta arriba. Los chavales de ahora poseen mucha más información de la que teníamos nosotros. Hoy el ser humano tiene más asumido que quepan todo este tipo de cosas sin llamarlas perversiones.
-Tienen internet.
-Sí, y no salen de ahí. Cuando mi ama me montaba en el tren vasconavarro, hablabas con el de enfrente aunque no lo conocieras. Yo cojo el tren de Molins de Rei a Barcelona y todos están pegados al puto móvil. Estamos llegando a una incomunicación y a una involución tremendas.
-¿Si su hija le sale youtuber le daría un disgusto?
-No especialmente, pero intentaría reconducirla… Satur, mi personaje, peca de infantilismo, sería de los que van a una playa nudista y se empalma. Está muy bien eso de ser padre y ser el mejor amigo de tu hijo. Pero cuando ya tiene una edad tienes que ser solo padre, porque si no fomentas el propio infantilismo que tú tienes. Satur intenta vivir en su hijo lo que él no ha podido vivir.
-Los actores pagan el peaje de estar en las redes sociales para que les llamen. No es su caso.
-Yo se lo preguntaba a Dani Rovira haciendo '8 apellidos vascos'… Me contestaba que con muchos seguidores haces una obra de teatro y tienes garantizado el público. Yo no tengo Facebook, Twitter ni Instagram. Ni los quiero tener. Nunca como ahora nos hemos autocensurado tanto por miedo. Tienes que andar pisando huevos, con la arroba todo el rato. Nosotros mismos nos hemos creado esa incomodidad. No es un mundo en el que me sienta cómodo. Yo no necesito seguidores, la gente ya me sigue por la calle. He llegado tarde a este mundo, soy un inútil que tiene que recurrir a su mujer y su hija, no me da vergüenza reconocerlo.
-Han pasado más de 30 años de 'Vacas', 'Alas de mariposa', 'Acción mutante'… ¿Qué balance hace de su carrera?
-Yo estudié electricidad, era electricista. Era muy chistoso, muy chirigotas, y en la mili conocí a un tío que trabajaba en el grupo de teatro gasteiztarra La Farándula. Nunca pensé en ser actor. De crío quise ser cura o pelotari. Los jesuitas te enseñaban filminas de cómo vivían en el Orinoco, y le decía a la ama, que no era precisamente de besar pilas bautismales, que quería ser cura. '¡Te doy una hostia!', me contestaba. 'Cura no te dejo, pero pelotari sí'. Ser actor surgió de casualidad. Hay gente que nace con cualidades y otros no. No puedes ir a un pedagogo teatral y pedir que convierta a tu hijo, que es un soso, en simpático. Empecé con la segunda hornada de directores vascos: Bajo Ulloa, De la Iglesia, Medem, Calparsoro… Alternaba el teatro con cositas en cine. La primera oportunidad de hacer un protagonista me la dio Bajo Ulloa en 'La madre muerta'. Después, con 50 películas hechas, vino el efecto '8 apellidos vascos', cuando se me abren unas puertas, se me cierran otras y se me cae el mundo encima porque no podía salir a la calle sin que me abordaran.
-Hasta se ha animado a dirigir dos largometrajes: 'Año Mariano' y 'Torapia'.
-Mi último proyecto fue saboteado, se me quitaron las ganas. Además, creo que me desenvuelvo mejor como actor. Y me sale mejor económicamente: trabajas ocho semanas de actor y de la otra manera ganas lo mismo en dos años dedicado 'full time' a una película. No me sale a cuenta, son muchos más los sufrimientos que las satisfacciones.
-¿Todavía le gusta su profesión?
-Tengo la suerte de vivirla con pasión. Un día tiene 24 horas. 8 las duermes y de las 16 restantes la mitad te 'prostituyes' para vivir dignamente las otras 8. Recuerdo a mi aita escuchando Carrusel Deportivo y diciendo con enorme pesar 'mañana, a trabajar'. Yo disfruto trabajando, del proceso de mi prostitución.
-¿Cómo está llevando la pandemia?
-Tengo 60 años, ya me han vacunado con la primera de AstraZeneca, no sé cuándo nos van a dar la segunda. No soy de esos terraplanistas que no han ido a la playa para ver que el horizonte es curvo. No sé qué cojones le pasa a la gente, pero está de moda el negacionismo. Que hagan cuentas de cuántos han sufrido trombos con las vacunas, animo a que seamos lógicos y tengamos paciencia. También a que no confundan libertad con tomarse una caña. Por la libertad nos hemos dado de hostias contra los grises, por la libertad de expresión, de abortar, de la eutanasia, por un salario mejor… No por la engañosa libertad de tomarte una cañita, que me parece patético.
-¿Va a ser todo diferente a partir de ahora?
-Me acuerdo cuando hace años veíamos a orientales con mascarillas… Se ha creado una especie de psicosis. Yo soy muy zalamero, muy de agarrar y dar besos. He tenido que hacer un enorme esfuerzo para no tocar. Vivo casi en el monte y el confinamiento ha sido más llevadero que para el que vive en el cuarto B. Tengo plantados cuatro árboles y respiro tranquilo, no me ha sido especialmente difícil. Después hay personas que no saben vivir en soledad, que carecen de aficiones. Pues lo tienes jodido. La gente tiene que valorar lo importante que ha sido la cultura en este tiempo. El cine y la series han contribuido a paliar el sufrimiento. Quiero creer que en medio año volveremos a la normalidad.
-Estos días rueda 'La vida padre' en Bilbao, una comedia de cocineros.
-Sí, adoro Bilbao. Estuve nominado al Goya por encarnar a un ilustre y controvertido bilbaíno, Miguel de Unamuno, en 'Mientras dure la guerra'. Mi espinita clavada es no haber podido dedicar aquel Goya a la ciudad de Bilbao, a Josu Urrutia, que entonces era el presidente del Athletic, a toda la plantilla sin exclusión y a la afición. ¡Aúpa Athletic!
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