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Guillermo Elejabeitia
Lunes, 2 de octubre 2023, 13:16
No es casual que la primera imagen de La Passion de Dodin Bouffant transcurra en un huerto. La flamante ganadora del premio a la mejor película en el ciclo Culinary Zinema del Festival de San Sebastian discurre durante la mayor parte del metraje en la ... cocina grande y luminosa de un château, pero en sus primeros instantes nos muestra a la protagonista manchándose las manos de tierra, eligiendo ella misma las verduras que se dispone a preparar. Quizá para recordar al espectador que la gastronomía es fruto tanto de la creatividad humana como de la generosidad de la naturaleza.
Lo que sigue es una larga escena de cocina, primorosamente filmada por el director vietnamita afincado en Francia Tran Anh Hung, en la que vemos a Juliette Binoche limpiar pescados, desollar pollos, cortar verduras, espolvorear harina, condimentar salsas, dorar, batir, picar, freír, asar y llevarse la cuchara a la boca constantemente. Un canto de amor a la cocina filmado en una estética naturalista que ha recibido el aplauso unánime del jurado especializado del Zinemaldia.
El último largometraje del director de 'Tokio Blues' o 'El olor de la papaya verde' fue el elegido para clausurar el ciclo que el festival donostiarra dedica al cine gastronómico y que esta vez volvía a contar con un jurado propio y premio especial dotado con 10.000 euros. Tras unos años donde la programación había estado dominada por documentales a mayor gloria de chefs de éxito internacional, esta vez triunfa una película de época, donde la cocina no solo recorre cada escena, sino que es la protagonista absoluta de la historia.
Rodada en un castillo del Loira y ambientada en 1885, retrata la atípica relación entre el gourmet Dodin Bouffant y su cocinera, Eugenie. Tras 20 años de convivencia y admiración mutua, su vínculo ha adquirido una dimensión romántica, pero a pesar de las constantes peticiones de Bouffant, ella se resiste a contraer matrimonio. «Si lo hiciera, no podría mantener la puerta de mi habitación cerrada», dice para justificar su independencia. Entonces, él decide hacer algo que no había hecho antes; cocinar para ella.
Y hasta aquí podemos leer sobre el argumento de una película que no trata tanto de los amoríos entre el patrón y su cocinera sino sobre su pasión compartida por la gastronomía. Más allá de una sucesión de evocadoras imágenes culinarias retratadas con sumo detalle, la cinta sirve para retratar un momento histórico -la era de Escoffier- de cambios profundos en los usos y costumbres asociados a la mesa. Por el camino, reflexiona sobre los límites entre la alta cocina y la popular o analiza el papel de la mujer en un oficio donde ella es quien guisa pero a él le llaman 'El Napoleón del arte culinario'.
La Binoche entrega una interpretación contenida y conmovedora, y además demuestra manejarse con soltura en los fogones. «Llevo preparándome para este papel toda la vida», decía en el coloquio que siguió a la cena de inspiración francesa servida en el Basque Culinary Center con motivo de la proyección. Su afición por la gastronomía, así como la del director, es conocida en el mundillo. Pero no se pueden retratar con tanta fidelidad gestos, ingredientes y procesos sin contar con el consejo de un verdadero profesional. En este caso el asesor gastronómico de la cinta ha sido nada menos que el legendario Pierre Gagnaire, que incluso hace un cameo como el engolado chef de un príncipe oriental que invita al protagonista a una comida fastuosa.
«Este plato puede ser la estrella de mi próxima película», cuenta Gagnaire que le dijo el director tras visitar su restaurante parisino y probar su 'pot au feu'. De hecho, el título alternativo del filme -en español se ha despachado con un anodino 'A fuego lento'- alude directamente a esta receta ancestral de origen humilde, pariente gala de la olla podrida, que Bouffin se propone servir para corresponder al príncipe. Quiere enseñarle que un gran menú no tiene por que ser una sucesión de sofisticadas elaboraciones «sin luz» ni conexión entre ellas y que lo importante es «tener algo que contar». Una máxima que sigue vigente hoy en día, en cualquier disciplina artística.
Aunque la cinta transcurre en Francia hace 140 años, tiene esa capacidad de las grandes historias para retratar sentimientos universales. «Hemos querido que el vestuario o la ambientación fueran sencillas para no generar distancias con el espectador y subrayar que en el fondo seguimos siendo iguales», apuntaba la pareja de Tran y directora artística del filme, Tran Nu Yeng Khe.
«Todo realizador siente en algún momento la necesidad de hacer una obra dedicada a la idea del arte, en mi caso escogí el arte culinario», explica Hung sobre los motivos que le llevaron a embarcarse en este proyecto. Su amor por la cocina, como casi siempre, nace en la infancia. «Crecí en una región y en una familia muy pobres y la mayor belleza a mi alcance estaba en los platos que cocinaba mi madre», explica. Esa emoción infantil del descubrimiento se muestra en la película a través de los ojos de una niña con un talento natural que Bouffant toma como aprendiz.
El premio de Culinary Zinema se suma a otros importantes reconocimientos –mejor dirección en Cannes y candidata francesa a los Oscars, entre otros- auguran que La Pasión de Dodin Bouffant está «llamada a pasar a la historia del cine gastronómico», en palabras del director del Zinemaldi, José Luis Rebordinos. El sustrato, más allá de las estrellas implicadas o el preciosismo con el que está filmada, es una historia sencilla, capaz de llegar a todos los públicos. Como esas cebollas y puerros que Binoche desentierra del huerto en los primeros compases de una película que llegará a España el 29 de diciembre.
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