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Jonás Trueba (Madrid, 1981) lleva ocho largometrajes contando los desvelos sentimentales de su generación. Rueda siempre con el mismo equipo y retrata un Madrid muy concreto, de cafés bohemios y librerías, escenario en 'Volveréis' de la ruptura de una pareja que decide montar una fiesta con sus amigos para celebrar el final de 14 años de relación. Premio a la Mejor Película Europea en la Quincena de Cineastas de Cannes, 'Volveréis' está protagonizada por Itsaso Arana, pareja del realizador en la vida real, y Vito Sanz. El filme, en cines desde el 30 de agosto, cuenta asimismo con la aparición de Fernando Trueba como actor, casi casi interpretándose a sí mismo.
–¿De dónde saca esa idea loca de celebrar la separación de una pareja con una fiesta?
–La película da pistas para averiguarlo. Es una idea, una 'boutade', una ocurrencia de mi padre. Una frase muy suya, que le representa mucho en su escapismo. Mi padre es alguien que siempre quiere huir de lo trágico, de lo dramático. Tiene aversión a todo eso, se concentra en ser feliz. No por casualidad se le ocurre decirme algo así para consolarme. 'Separarse está bien, es más, habría que celebrarlo', me soltó. Cuando firmas una unión es una promesa en el vacío, pero la separación es un hecho, tienes una certeza real. Te separas porque no estás bien y para estar mejor.
–Toda la película se construye con esa hipótesis.
–Así es. Es una buena premisa, un objetivo para unos personajes que son conscientes de su crisis, la ponen en escena y se reinventan haciendo algo juntos que paradójicamente les llena.
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–Una ruptura es a la vez motivo de celebración y de duelo.
–La fiesta es un elemento cómico pero por debajo está lo dramático. En el fondo se trata de ocultar o postergar el drama de la ruptura, el espectador lo intuye. A veces, en los momentos más trágicos nos da por reír, eso es la vida.
–'Volveréis' es su octavo largometraje, de nuevo abrimos una ventana a su vida y a la de la gente de su generación. A los 42 años toca hablar de crisis.
–Efectivamente. Cada una de mis películas representa un momento vital: dudas, tensiones... En mi primera peli ya hablaba de una ruptura amorosa, pero de otra manera. Ahora tocaba hablar de la crisis que todo el mundo tiene a los 40, cuando repites las mismas coordenadas que los demás.
–A los 40 hay más libros que repartir cuando te separas.
–Exacto, has acumulado más cosas. La película habla de un cierto agotamiento, no pasa nada por reconocerlo. Inseguridades nuevas. Esta pareja ha estado junta 14 años, el tiempo que yo llevo haciendo películas. Has ganado experiencia, pero tienes que aprender a seguir conviviendo.
–Afirma que con 'Volveréis' cierra un ciclo.
–Bueno, son cosas que yo me digo para entenderme. También lo pensaba con las anteriores. Al equipo les decía que a lo mejor no volvíamos a rodar juntos y se reían. Tenía un sentimiento de crisis.
–¿Le apetece salir de su zona de confort, dejar de rodar entre amigos?
–No sé si esa sería una manera de salir de mi crisis. Rodar en inglés, con otros actores y otro sistema de producción... Firmaría por seguir haciendo películas así, pero sé que el cine es un oficio muy incierto. No tienes nada asegurado. Procuro no caer en el triunfalismo y no dar por hecho nada. También sé que hay cosas que hace mi padre que yo no sabría hacer, ni se me pasa por la cabeza.
–Es muy emocionante el cariño y la admiración con los que rueda a su padre.
–Me alegro de que lo veas así. Es, sin duda, lo más emocionante que contiene la película, la razón más profunda para hacerla. Incluir a mi padre me generaba inquietudes, no sabía en qué iba a consistir. Resultó caótico y divertido, porque es un torbellino que llega y se pone a hacer reír a la gente. Tienes que domesticarlo un poco para que encaje en el tono de la peli. Fue bonito verle dentro de nuestro pequeño mundo, convertido en un personaje más.
–Él estaba preocupado por fastidiarle la película.
–Yo le intentaba tranquilizar y no darle mucha trascendencia. Los dos sabíamos que nos estábamos jugando algo.
–'El cine, ¿puede hacernos mejores?' es el título de un ensayo de Stanley Cavell que muestra en el filme. ¿Qué piensa usted?
– Yo creo mucho en esa idea. Si existe el cine es porque hay personas que decidimos hacerlo con lo que eso implica de locura. Buscar el dinero, rodar, promocionar... Es un gesto loco, gente que se junta para dar forma a la vida, para salvar algo del mundo. Y después hay personas que escribís de las películas y otras que van a verlas. Todo eso me da esperanza. Stanley Cavell se fija en la capacidad del cine para retratar comportamientos humanos, algo más cercano a una filosofía cotidiana. Viendo 'Historias de Filadelfia' hay una comprensión del mundo y del ser humano mucho menos hermética que la filosofía académica. Eso me anima a seguir haciendo películas, a seguir preguntándome qué hacemos aquí.
–¿Ha tenido alguna vez miedo de vivir en una burbuja de cinefilia, ajeno a la vida real?
– Todos los días, no es un miedo, es una realidad. Tengo que ser consciente de que habito en una burbuja privilegiada y a veces ridícula. Cada vez soy más crítico con la fauna que hacemos películas, que vivimos de espaldas a la realidad. Es un mundo endogámico y cerrado que se mira a sí mismo, una burbuja minúscula. Ese pensamiento me tranquiliza, porque cruzo la calle y me alegra ver a la gente ajena a todo este mundo.
–¿Sabe? Su película me ha congraciado con Madrid.
–Me alegro. Yo tengo una relación de amor-odio con Madrid, soy bastante crítico con los defectos de las grandes ciudades. Me gusta que siga conservando su lado pueblerino, cochambroso y provinciano. Me da muchas cosas que me gustan y procuro atrapar esa burbujita en mi cine.
–En las últimas elecciones europeas apoyó a Izquierda Española, una formación que tuvo 28.000 votos.
–Nunca había pedido el voto para un partido. No sé si arrepentirme, pero me apetecía apoyar la opción de que existiera un partido de izquierdas en el sentido tradicional, una izquierda universalista, igualitaria y solidaria. Es algo que se ha ido perdiendo, eso era un partido de izquierdas de toda la vida. Sé que apoyarles generó desconfianza porque el país está como está, pero no debería ser llamativo. Era una opción que se ha demostrado ingenua e idealista y eso me entristece. Ojalá hubiera sacado representación y fuera una opción. Siento que la gente está pegada a los partidos como si fueran clubes de fútbol, no se puede disentir. El sector del cine nuestro también es un poco así, hay mucha cerrazón. Soy bastante crítico con el nacionalismo, reaccionario por naturaleza. Me incomoda que la izquierda se arrime cada vez más a los nacionalismos y asuma sus postulados ideológicos.
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