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Un padre y su hija, refugiados sirios, contemplan desde una azotea la 'banlieue', los suburbios de París que cíclicamente estallan. «No me imaginaba Francia así», observa ella. «Esto es para los extranjeros. Los franceses no viven aquí», constata el padre. El director de 'Los indeseables', ... Ladj Ly (Mali, 1978), creció en Montfermeil, un barrio al este de París construido para el aluvión de emigrantes magrebíes y europeos en los 60. A los 10 años fue detenido por primera vez por la Policía.
'Los indeseables', en los cines desde el 19 de junio, es su segundo largometraje tras su aclamada ópera prima 'Los miserables', retrato de la vida en la periferia parisina que obtuvo el Premio del Jurado en Cannes y estuvo nominado al Oscar a mejor película internacional en 2019. Ly sigue hablando del gueto, aunque con mayor ambición al hacer protagonistas de la historia a los políticos que perpetúan un sistema cimentado en la desigualdad.
«Hagamos lo que hagamos, siempre seremos vándalos», reflexiona un chaval sin futuro criado en uno de esos bloques en los que se hacinan los desheredados de Francia (el título original del filme es 'Batiment 5', Edificio 5). Están los que se instalaron hace décadas y en cuanto se integraron huyeron de la colmena, como el teniente de alcalde negro, corrupto hasta las trancas, que recibe escéptico al nuevo alcalde del municipio, un pediatra burgués que encenderá con sus malas decisiones la llama de la rebelión.
También están los franceses hijos de migrantes, como la chica protagonista, que trabaja en una ONG proporcionando pisos de acogida a sus vecinos y que acabará presentándose como candidata a la alcaldía. Los últimos llegados conforman el eslabón más débil de la cadena: los refugiados sirios que ni siquiera hablan francés.
'Los indeseables' no posee el ritmo sin tregua de 'Los miserables'. No abusa de la acción y violencia policial que tantas veces hemos visto en las historias sobre la 'banlieue'. Pero atesora escenas potentísimas, como el arranque, en el que una familia musulmana baja el ataúd de la abuela muerta alumbrando con sus móviles las escaleras del bloque, en el que hace años que no funciona el ascensor. Acto seguido, la explosión controlada de un edificio se salda con el infarto del mandatario municipal, cuya banda en pecho con la bandera de Francia cortan los sanitarios para intentar reanimarlo. Todo un símbolo.
'Los indeseables' describe el fracaso del Estado en un extrarradio donde franceses de segunda y tercera generación votan a Marine Le Pen. Culpa a políticos rendidos a intereses inmobiliarios, que bajo el pretexto de reformar viviendas insalubres desalojan a sus moradores para que constructores hagan negocio. A veces, ni siquiera con las buenas intenciones basta si se ignora la idiosincrasia de tus gobernados, como sufre en carne propia el nuevo alcalde que acoge a refugiados en su casa el día de Nochebuena, siempre que sean blancos y cristianos, eso sí.
«No os gusta estar aquí, pero os gusta aún menos estar en un país de mierda sin electricidad», acusa un francés de origen africano a otro. Ladj Ly apuesta por la resistencia y la lucha activa frente al desamparo de las instituciones. La rabia y el ojo por ojo –ese final de infarto– no son la solución, alecciona.
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