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¿Quién maneja la cartelera? ¿Quién? Pregunta inevitable, sin respuesta alguna, que tintinea en nuestra cabeza cuando irrumpe en la parrilla del circuito de exhibición tradicional, el presencial y convencional, una anomalía como la que nos ocupa: el estreno coincidiendo en el espacio-tiempo de ... dos peculiares comedias francesas con muchos puntos en común, incluyendo la estética de sus respectivos carteles. 'Increíble pero cierto' y '¡Tiburón a la vista!' coexisten en las salas de cine tras presentarse ambas en el pasado festival de Sitges. La segunda acaba de llevarse, hace apenas una semana, el premio a la mejor película en el Fant, el festival de cine fantástico de Bilbao, aunque su paso por el evento catalán fue más que discreto. Si hay que recomendar ambas propuestas, la del escualo queda en un segundo puesto en este curioso doble programa accidental. El primer título citado, obra del excéntrico realizador galo Quentin Dupieux, se lleva la palma y cuenta con un aliciente poco habitual en los tiempos que corren: una maravillosa duración de 74 minutos. Encaja perfectamente en nuestras apretadas agendas.
'Increíble pero cierto', galardonada con el premio al mejor guion en Sitges, es una buena muestra de cine sencillo de producir, con una premisa original. El siempre extravagante Dupieux, cuya creciente filmografía no deja indiferente, no necesita alardear de grandes medios técnicos. Esta nutrida temporada se ha paseado con dos filmes de nuevo cuño bajo el brazo, el lanzamiento aquí mentado y 'Fumar provoca tos', igualmente recomendable (y algo superior). Responsable de delirios formales sumamente desconcertantes como 'Rubber' o ' Réalité', otrora Mr. Oizo, el DJ del peluche amarillo, sabe cautivar al espectador mediante la descripción de personajes entrañables sumidos en tropelías ilógicas. El elemento fantástico en esta ocasión, invitando al delirio, es rematadamente simple, en la senda de esa ciencia-ficción de andar por casa que tanto gusta a Nacho Vigalondo y otros cineastas contemporáneos, bautizada por estos lares como «sci-fi pocha». Una pareja compra una vivienda que cumple con su idea de casa de ensueño. La propiedad privada cuenta con un sótano... con una particularidad que es mejor obviar en la presente crítica, no vamos a destripar el mayor valor de la historia, pero la peculiaridad del lugar afecta a los miembros del hogar familiar hasta el enloquecimiento. Aunque pueda parecer un relato de terror, no lo es, el humor camba a sus anchas, negro y amargo. Se antoja una comedia oscura, de final sorprendente, que en manos de Hollywood sería algo completamente diferente.
Dupieux es uno de los cineastas autorales europeos más inusitados del momento. No requiere artificios para enganchar al espectador con proyectos que se salen de lo habitual poderosamente, con una puesta en escena que roza lo teatral pero está medida a conciencia. Como narrador excepcional no necesita más, va al grano y sabe integrar gags estratosféricos sin que sepamos como audiencia hacia donde va, un espíritu que marcaba, aparentemente, la dirección de sus paisanos, los hermanos Ludovic y Zoran Boukherma, responsables de '¡Tiburón a la vista!', cuyo póster remite claramente a las películas y el humor desconcertante de Quentin. Probablemente, para atraer al mismo público potencial, de ahí el choque de trenes citado al comienzo de este texto con ambos estrenos cohabitando en las salas partiendo de una misma fecha. La anterior iniciativa de este tándem francés, la prometedora 'Teddy', mostraba trazas de la genialidad de 'El pequeño Quinquin' y Bruno Dumont, otro nombre indispensable como referencia. Se erigió en 2020 como una de las rarezas del festival de Sitges, donde se llevó el premio de la crítica despertando filias y fobias, como tiene que ser. Un chico lobo de pueblo, en la Francia profunda, era el punto de partida de una curiosa oda a la licantropía.
Si con 'Teddy' los Boukherma jugaban con los tics del cine terrorífico de hombres lobo, con un halo de serie B, en '¡Tiburón a la vista!' se nota demasiado su intención de homenajear a 'Tiburón', el insuperable clásico de Spielberg. Precisamente en las escenas acuáticas de tensión no está a la altura, aunque no quiera pretenderlo, pero la escasez de ideas visuales se antoja excesiva a lo largo de todo el metraje, aceptando su concepto. Por otra parte, no hay rastro del sentido del absurdo de Dupieux, Dumont o el anterior filme de los hermanos galos. Parece una «suecada», léase un remake sin medios, doméstico y artesanal, con menos gracia de la deseada. Hay una intención de reflejar los problemas de una mujer policía en busca del pez asesino. Especialmente, lo que su obsesión afecta a la pareja, como ocurre en 'Increíble pero cierto', pero el peso emocional no es suficiente para enganchar al personal y la atmósfera de amenaza del escualo se muestra superficial. El tedio te atrapa irremediablemente, aunque logró conquistar al jurado soberano del Fant, por encima de otras propuestas bastante más sugestivas como 'Huesera'. Así son los festivales.
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