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Icíar Bollaín (Madrid, 1967) asegura que a veces se siente tan desbordada por su trabajo y su familia como Rosa, la protagonista de la película que llega a los cines este viernes, el mismo día que inaugura el Festival de Málaga. Candela Peña encarna ... en 'La boda de Rosa' a una mujer indispensable para los suyos; para una hija que fue a buscarse la vida a Manchester y ha regresado con un bebé, para unos hermanos superados por el trabajo y hasta para un padre que sufre la soledad del viudo. Su manera de decir basta consistirá en romper con todo y regresar al pueblo, donde soñará con reabrir el taller de costura de su madre y celebrar una ceremonia de reafirmación personal casándose consigo misma.
Sergi López, Nathalie Poza y Ramón Barea completan el reparto de un filme con el que Bollaín regresa al humor y la frescura de su ópera prima, 'Hola, ¿estás sola?', rodada ya hace 25 años. La actriz y directora contesta a EL CORREO desde Edimburgo, la tierra de su pareja, el guionista Paul Laverty, donde vive desde hace seis años.
-¿Hay gente que se casa consigo misma? ¿Existen este tipo de ceremonias?
-Mogollón. De hecho yo leí la noticia en el 'Guardian' y cuando nos pusimos a investigar Alicia Luna y yo descubrimos que había gente que se casaba sola o en grupo en el mundo entero. En España hay una mujer en Bilbao, May Serrano, que organiza bodas en grupo y te hace incluso un cursillo prematrimonial. Es buenísima. Hablamos con ella y nos presentó a mujeres que se habían casado solas. Ya ves, es tendencia.
-Hay una línea muy delgada que separa ser buena de ser idiota, entre hacer fácil la vida a los demás y que te utilicen. Quizá es lo que le pasa a Rosa.
-Desde siempre está instaurada una cultura de las mujeres como ayudadoras y cuidadoras. Va en el disco duro y es difícil ponerle límites. Si además eres buena persona y tu familia tiene una cara que se la pisa se produce la tormenta perfecta. Hay roles familiares que se perpetúan y es difícil romper dinámicas. Rosa es muy buena gente, no creo que tenga nada que ver con la inteligencia, sino con la dificultad de decir que no. Conozco muchas Rosas y yo me siento así a veces. Mi madre es una Rosa, una mujer muy brillante, que tiene esa tendencia a estar al servicio de los demás. Decir que no le cuesta.
-¿Y cuándo se siente usted Rosa?
-Hay días en que me doy cuenta de que no he hecho nada más que lo que me piden; otros digo: chicos, buscaos la vida. Cuando eres madre te pones el cartelito de 'atención a la familia' y despachas.
-Sostiene que aprender a saber lo que uno quiere en la vida y no renunciar a ello es una asignatura difícil de aprobar.
-Sí. Aunque no seamos conscientes de ello soportamos mucha presión social. Tenemos que hacer cosas exitosas y la familia espera mucho de nosotros. También está lo que uno cree que es mejor para sí. Abstraerte de ese ruido y preguntarte qué quieres, por simple o complicado que sea, es difícil.
-La película apuesta por regresar a una vida más apacible en el pueblo, un tema de actualidad con la pandemia.
-Es una coincidencia, porque la película se rodó antes de la pandemia. Lo que hay es una vuelta a las raíces, algo generacional. La madre de Rosa soñó con ser diseñadora y se quedó en un taller de pueblo porque tuvo que criar a sus hijos. Y Rosa toma su testigo. Nos inspiramos en una mujer que volvió a su pueblo en Andalucía, usa el taller familiar como base y vende por internet. Recoges la herencia y la tradición de un lugar concreto que tiene mucho significado para ti, pero estás en el mundo a través de internet.
-Todos los personajes están desbordadísimos por su trabajo.
-Van acelerados y no se han parado. ¿Yo qué quiero? Y la siguiente pregunta que no se quieren hacer: ¿qué me pasa?
-'La boda de Rosa' supone un regreso a sus orígenes, con mucho más humor que en sus últimos filmes.
-Todas mis películas tienen sus dosis de humor, pero esta claramente apuesta por contar con ligereza y alegría cosas muy serias y profundas. Fue algo voluntario desde el guion. Es una historia de personajes aparentemente muy sencilla pero con mucho trabajo detrás.
-Aquellas chicas de 'Hola, ¿estás sola?' serían hoy muy distintas. ¿Cómo ha vivido esta nueva ola feminista?
-Con mucha emoción. Las manifestaciones de los últimos años, con las calles llenas, me han parecido impresionantes. Me he emocionado al ver a tanta gente muy joven, porque las mayores llevábamos décadas con el discurso. Que recojan el testigo y hagan suyo el feminismo es fantástico. No se cortan un pelo y reclaman su espacio, el respeto y el no es no.
-Es madre de tres chicos. ¿Les educa en el feminismo?
-Claro, lo ven en casa. Me gusta comprobar que tienen esos valores no solo por lo que les digo, sino porque de repente están ahí. Es curioso, ven películas de los 80 y 90 y aprecian cosas que les chirrían. Hace poco vimos 'Los cazafantasmas'. Hay una escena en la que Bill Murray está ligando de mala manera con una estudiante veinte años menor que él. Mis hijos me miraron y dijeron: ¡qué grima!. Se imaginan a un profesor haciendo eso y les extraña. A mí también me pareció antiguo, fuera de lugar y sin gracia, pero lo dijeron ellos.
-¿El confinamiento lo ha pasado en Edimburgo?
-Sí. Lo hemos tenido más fácil porque podíamos salir una hora al día a hacer deporte. En Escocia ha habido más respeto que en otros sitios del Reino Unido. No ha sido tan duro.
-¿Su visión de España desde la distancia ha cambiado en estos últimos años?
-Yo sigo trabajando en España, allí es donde está mi vida laboral. Lo que tengo es más capacidad de comparar. Y lo que aprecio es el nivel de crispación y polarización disparado. Hay muy poca reflexión, está todo en un extremo o en otro. Aquí también ha habido muchas críticas sobre cómo se ha gestionado la pandemia con Boris Johnson haciendo giros de noventa grados cada semana. Pero la oposición ha esperado a que pasara la crisis sanitaria para pedir explicaciones. La crispación no ayuda a nada, la imagen de los políticos españoles durante la pandemia ha sido tremenda. Lo prioritario es que no haya más muertos, ¿no?
-Hubo un tiempo en que usted parecía la única directora del cine español.
-Había más. Estaban Isabel Coixet, Gracia Querejeta, Chus Gutiérrez… No estaba sola, pero éramos pocas. Mi generación rompe con el hecho de que antes solo había tres directoras. Ahora no están las cosas igualadas, pero hay medidas que se han tomado y están dando resultados. No solo hay directoras, sino técnicas, músicas, sonidistas, directoras de fotografía… Detrás de las cámaras hay muchas mujeres haciendo cine. Me encanta seguir a las nuevas directoras.
-¿Le daría pena que nos quedásemos sin salas de cine?
-Sería una verdadera pérdida. Las salas son compatibles con lo que tenemos en casa. Yo he crecido viendo cine en salas, es otra experiencia. Perderíamos todos, como si desaparece el teatro o las actuaciones en directo.
crispación
pionera
-¿Usted hace sus películas para que se vean en un cine?
-Las hago para que se contemplen desde donde sea. Hace mucho que se ven no solo en una sala de cine y soy consciente de que se disfrutan en un formato mucho más pequeño. En el montaje no te pierdes en el plano general, porque sé que habrá gente que la verá en un móvil.
-¿Ya no la veremos más trabajar como actriz?
-No sé… Me gusta un montón, pero no me da la vida para hacer tantas cosas. Me gusta mucho trabajar con las actrices, hacerlo conmigo misma me parece aburrido.
-¿No se ha desengañado de la profesión?
-Nooo, para nada. Si me llaman y me gusta el papel lo aceptaría. Ser actriz me sigue pareciendo una profesión muy difícil pero muy bonita.
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