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Un urubú es un zopilote, un ave rapaz diurna que se alimenta de carroña. De plumaje negro y gris, habita principalmente al este y sur de los Estados Unidos, y en países como Chile o Argentina. Su aspecto puede recordar al buitre o al cuervo, ... como si fuese una fusión de ambas especies. El protagonista de 'Urubú', un fotógrafo y ornitólogo cuya carrera está cayendo en picado, decide desplazarse junto a su familia a la selva amazónica para encontrar un urubú albino, del que no existe registro. La búsqueda del extraño pájaro se torna un viaje pesadillesco cuando su hija desaparece y se ven obligados a adentrarse en territorios inhóspitos, donde el miedo hace acto de presencia.
Ópera prima en formato largo de Alejandro Ibáñez Nauta, hijo del gran maestro Chicho Ibáñez Serrador, la historia se decanta por el thriller psicológico, con claros elementos de terror, aventura y fantasía. Carlos Urrutia ('Desde el lado del corazón'), la debutante actriz brasileña Clarice Alves y Julllie D'Arrigo, en el papel de la niña, adicta a las redes sociales, protagonizan un filme rodado en un entorno paradisíaco, en localizaciones de Brasil, principalmente, y España.
'Urubú', filmada con un presupuesto ajustado, parte de la experiencia del propio director, quien ya rodó varios documentales en el Amazonas. «Es un escenario espectacular que aporta un ambiente increíble para una película de terror», señala Ibáñez Nauta, que también encarna al capitán de un barco donde se desplazan los protagonistas. «También sabía que es complicado, pero como mi equipo y yo estábamos habituados a rodar ahí pensé que no había mejor sitio». Afrontaron el rodaje en medio de la selva con un equipo mínimo y unas condiciones climatológicas complicadas.
La ciudad más próxima estaba a 400 kilómetros, cerca de cinco horas en lancha rápida, y les pilló en mitad del jaleo la llegada de las grandes lluvias, que se adelantaron unos días fatales en el calendario. El nivel del agua sube 16 metros en esa época del año, con el riesgo que conlleva. «Localizábamos alguna playa para rodar secuencias y a los tres días estaba un metro y medio por debajo del agua», relata. «No solo había que cambiarlo todo, si se ponía a llover te quedabas atrapado en medio de la selva tapando el equipo con plásticos; en alguna ocasión pudimos esperar hasta cinco horas así». Tampoco faltaban los insectos, tarántulas y serpientes, para añadir tensión a la gesta. Un relato de terror en paralelo. La producción de la película terminó dos semanas antes del fallecimiento de Chicho Ibáñez Serrador, a cuya memoria está dedicada una esforzada propuesta que no logra ocultar su falta de presupuesto.
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