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La ficción audiovisual nacional está hambrienta de thrillers con tramas mafiosas. Películas como 'La caja 507', de Enrique Urbizu, o 'Grupo 7', de Alberto Rodríguez, araron el camino en décadas diferentes para impulsar una tendencia actual en alza que viene de 'El ... crack' de José Luis Garci. 'Hombre muerto no sabe vivir', ópera prima del cineasta malagueño Ezekiel Montes, presentada en el reciente Festival de Málaga, a competición en la Sección Oficial, sigue la estela de hitos recientes de nuestra cinematografía, como 'Tarde para la ira', de Raúl Arévalo, o las últimas apuestas del propio Urbizu, con 'No habrá paz para los malvados' a la cabeza y, especialmente, la serie 'Gigantes', deudora a su vez de la reivindicable 'Crematorio', de Jorge Sánchez-Cabezudo, pionera en su campo por estos pagos.
'Fariña' es otro título a tener en cuenta como producto foráneo que retrata las pesquisas de una organización criminal que se dedica al tráfico de estupefacientes y opera en una determinada región de España, con sus peculiaridades. El estreno que nos ocupa opta por La Costa del Sol como escenario. Como todo lugar turístico que se precie, los tejemanejes y el mercadeo están al orden del día en un mundo donde manda el dinero por encima de la amistad y los sentimientos.
Los negocios sucios no son lo que eran. Como todo en la vida, las costumbres cambian y el protagonista de 'Hombre muerto no sabe vivir', Tano, encarnado por Antonio Dechent, un animal de la interpretación, con carisma a raudales, observa cómo termina una era. Sus principios caen en saco roto. Las nuevas generaciones no piensan igual y su realidad al margen de la ley se tambalea. «La película habla de lealtad, de unos valores que la sociedad está perdiendo, de una época que ya no existe», recalca Montes, que ha levantado el proyecto de su debut a base de trabajo y cabezonería. Sin ayudas institucionales y ninguna televisión detrás, la película existe por sí sola y exhibe un nervio que ya quisieran iniciativas con presupuestos holgados.
Consciente de sus carencias, perceptibles en alguna escena de acción -a diferencia de 'Xtremo', estrenada con éxito directamente en Netflix, una exhibición hipervitaminada de golpes y tiroteos made in Spain-, se apoya en un casting poderoso, encabezado por una lista de tops de nuestro cine. Al genio y buen mal genio de Dechent se une el talento de Rubén Ochandiano, un villano excepcional, Paco Tous, Nancho Novo, Manuel de Blas, Juan Fernández, Juanma Lara y Manolo Caro. Una alineación de quitar el hipo, rebosante de testosterona, que dan forma a escenas sumamente violentas, verbales y físicas, con momentos gore incluidos no aptos para estómagos débiles. Elena Martínez ('Este amor es de otro planeta') se encuentra algo sola en una historia de narcotraficantes desbocados en la cual Jesús Castro ('El niño') aporta la juventud.
Si 'Fariña' se mira en 'Narcos', 'Hombre muerto no sabe vivir' lo hace en el western y en los clásicos de Martin Scorsese, que viene a ser parecido, como bien sabe Urbizu. Así deslumbran en Corea del Sur, especialistas en el género. Rodada en Málaga, Cádiz y Marbella, 'Hombre muerto no sabe vivir' exprime su ajustado presupuesto con ganas, se atreve con secuencias difíciles, a pesar de la falta de medios, y resuelve con oficio la puesta en escena. Mientras describe la carga emocional del protagonista, sobrepasado por las circunstancias, y su evolución a lo largo de metraje, retrata una realidad oculta a nuestros ojos cuando vamos de veraneo a una zona tan atractiva como machacada por la corrupción inmobiliaria, las drogas y la prostitución.
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