Juan Diego Botto: «El franquismo no necesitaba policías porque los llevábamos dentro»

-En toda la obra de Azcona late el anhelo de ser europeo, pero sus protagonistas están condenados a no serlo.

-Azcona escribe desde la oscuridad de una España que vive una dictadura, inmersa en una profunda represión que recorre no solo lo político, sino también lo sensual y lo sexual. La novela 'Los europeos' transcurre en Ibiza, que era una pequeña ventana desde la que uno se podía asomar para ver el mundo que acontecía fuera de los límites de la censura. Y ese otro universo parecía más bonito. Es normal que uno quisiera pertenecer a él, vivir un mundo en color y no en blanco y negro. Hay algo muy bien descrito pero profundamente triste en el hecho de que al final del camino la represión es algo que los personajes llevan puesto. El de Raúl Arévalo tiene la posibilidad de afrontar una vida distinta, con una mujer libre, pero no se atreve. Quiere volver al vivan las cadenas, a lo que le da estabilidad y seguridad. A la Virgen del Pilar y la censura.

-Es como si el franquismo fuera más allá de lo político, los personajes lo llevan dentro.

-Exacto. Como si la censura hubiera permeado en ellos y el régimen no necesitara policías para decirte lo que tienes que hacer, porque el policía lo llevas tú dentro. Esa es una de las más precisas descripciones de lo que fue el franquismo y lo que explica el posterior devenir de nuestro país. No es tan sencillo como que los muros estén rodeándote: es que los llevas en tu interior.

-Su personaje debe estar en las antípodas de usted.

-Ja, ja. Supongo que sí. Fue un precioso y complejo trabajo de creación. Es mi segunda película con Víctor García León, un director que obliga a los actores a asumir responsabilidad. Ensayamos mucho. Encontré una veta en 'El desencanto', la cosa exquisita y entregada al hedonismo, con ese bon vivant que era Juan Luis Panero.

-¿No cree que los jóvenes actuales ya no tienen ese sentimiento de inferioridad respecto al resto de europeos?

-Ya no lo tienen. No sienten que no van a llegar, que no van a estar a la altura. Pasaba con los deportes, que nunca jugábamos en la misma liga. Y culturalmente lo mismo. Han pasado muchas Copas de Europa, un Mundial, muchos Oscar, artistas que exponen internacionalmente. Ahora los problemas son otros, no la sensación de inferioridad frente a Europa.

-¿Le da pena que 'Los europeos' se estrene en una plataforma?

-Buf. Al parecer un chino se comió un bicho y vino una pandemia. La cosa está muy malamente. Que se estrene en plataformas no excluye que lo vaya a hacer en salas. Pero vivimos un tiempo en el que los órdenes tradicionales han explotado para no volver a ser como antes. Los productores necesitan amortizar la película y garantizar su exhibición, porque el cine se hace para que se vea. Las películas están hechas para disfrutarse en una sala, en una buena pantalla y compartiéndolas con otra gente. Y se hará, pero a partir de ahora veremos muchos estrenos en páginas web y después pasarán a salas. Tenemos que pelear para que sigan existiendo cines que proyecten este tipo de películas, que no queden solo para Marvel y los megaestrenos.

-Hablando de Marvel, o mejor de DC, ¿cómo ha sido la experiencia de 'Escuadrón Suicida 2'?

-Divertidísima. Nunca había jugado en esa liga y ha sido como un viaje a Disneylandia todos los días.

-¿Cuál es la principal diferencia con un rodaje en España?

-El presupuesto. Es absolutamente incomparable: teníamos el presupuesto del Ministerio de Cultura, algo escandaloso. Eso te permite contar con muchísimo tiempo para la preparación, unos efectos especiales espectaculares y unos decorados como de otra época. Teníamos todo un estudio para nosotros, entrabas y era apabullante. Eso sí, cuando gritan acción el cine es igual. Por más que tengas enfrente a Margot Robbie o a Raúl Arévalo tu trabajo es el mismo, dar verosimilitud a una cosa que esta escrita en un papel.

-¿Qué piensa de las palabras de Scorsese, culpando a las películas de superhéroes de la falta de riesgo en el cine actual?

-Scorsese se ha ganado con su talento y trayectoria ejemplar que escuchemos con respeto lo que dice. Es parte de la historia del cine y muchos se dedican a este oficio por él. Muchas de las cosas que decía son ciertas, pero con otras discrepo.

-Su primera película fue una de Martes y Trece, 'Ni te cases ni te embarques'. ¿Cómo fue eso?

-Fue la primera vez que tuve conciencia de que por esto se pagaba. Tenía seis o siete años. Supongo que entré por mi madre (la profesora de interpretación Cristina Rota). Recuerdo que rodamos en el parque de atracciones de Madrid. Al acabar, alguien me dio un sobre y me dijo: esto se lo das a tu madre. Lo abrí ¡y había dinero! Mi madre me explicó que por aquello que había hecho, faltar a clase y hacer el payaso, se pagaba. Me abrió los ojos: allí había una forma de vida.

-Es muy combativo en Twitter. ¿Alguna vez le han tentado para entrar en política?

-Obviamente. Lo he agradecido y lo he rechazado. Me interesa la política como ciudadano y me interesa hacerla desde el arte, pero no dedicarme a ello. Mi oficio es contar historias y tengo la enorme suerte de poder hacerlo. Vivimos en comunidad y todos debemos mojarnos para que el mundo se parezca a lo que pensamos que es más justo y digno. Pero me quedan muchas historias que contar.

-¿Se siente desencantado con la izquierda?

No he descubierto nada decepcionante con la izquierda que no supiera hace quince años. El efecto 'Vida de Brian' no es nuevo, cualquiera que haya estado cerca de una opción de izquierdas ha comprobado el efecto Frente Popular de Judea y Frente Judaico Popular hasta la extenuación. En Argentina se cuenta un chiste: van tres trotskistas y crean cuatro partidos. La decepción no viene tanto con la izquierda, sino con los límites de la democracia formal en sí. Pensé que había más cancha democrática. Frente a atisbos leves de cambio los resortes saltan para poner límites desde lo económico, lo judicial, lo mediático y lo cultural. Llevo muchos años trabajando en una pieza de teatro sobre Lorca que por fin voy a estrenar este año. Y aproximándome a ese periodo histórico es triste comprobar similitudes con la actualidad que no deberían existir.