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Un fotograma de 'First Love'.

'First Love', un thriller delirante de ritmo incansable

En cartelera ·

El responsable de la sobria '13 asesinos' retoma su gusto por el thriller, para ofrecer un clímax constante a lo largo de casi dos horas de metraje que no renquea en ningún instante

Jueves, 9 de julio 2020

'First Love', la mejor película en tiempo del prolífico cineasta nipón Takashi Miike, se estrenaba el fin de semana que saltó el estado de alarma, con lo cual no tuvo recorrido real en la taquilla. Afortunadamente, la reapertura de las salas de exhibición permite la recuperación de clásicos y de lanzamientos damnificados por la pandemia. El filme tuvo buena acogida en Cannes, Toronto y San Sebastián, donde participó en la sección Zabaltegi, dejando claro la apuesta del festival por el cine de género. El responsable de la sobria '13 asesinos' y de delirios impagables como 'Gozu' o la saga 'Dead or Alive' retoma su gusto por el thriller, muy presente en su carrera, para ofrecer al público desprejuiciado un clímax constante a lo largo de casi dos horas de metraje que no renquea en ningún instante. La acción, para nada agotadora, transcurre en una sola noche en Tokyo. En sus calles se cruzan una serie de personajes que pretenden quedarse con un alijo de droga, la excusa perfecta para que un simple enredo vaya creciendo como una bola de nieve cayendo por la pendiente. La yakuza hace acto de presencia, también las triadas chinas, algún yonki y un agente de la ley corrupto que se topa con el joven boxeador protagonista, un pobre incauto al que han diagnosticado un tumor maligno en la cabeza. Como no tiene nada que perder, decide ayudar a una chica en peligro. La pareja por accidente es el centro neurálgico de una espiral de violencia sin límites.

'First Love' reúne todos los tics habituales del cine de Miike, siendo una de sus propuestas más comerciales. Contenido a ratos, siempre ordenando el caos, también se explaya desatado cuando toca, manteniendo el ritmo en todo momento. La galería de personajes esperpénticos, marca de la casa, es razón más que suficiente para dejarse llevar por la locura y el non sense, especialmente en el tramo final, donde cada giro va acompañado de un borbotón de sangre. Afinando su retorcida imaginación, fiel a su sentido del espectáculo, llega a resolver una escena de acción de un coche volando por los aires mediante una colorista secuencia de animación que no rompe el tono. La falta de medios nunca frena el paso al director japonés, para el que los actores se mueven en algunas imágenes como si fuesen cartoons. La ultraviolencia va in crescendo, retando a los estómagos débiles, aunque no llega a los extremos de sus primeras obras de culto ('Audition' e 'Ichi the Killer', sin ir más lejos). Calificado en más de una ocasión con acierto como «un género en sí mismo», el estreno que nos ocupa se revela como otra prueba más de tan osada definición. No dejar indiferente al espectador es una importante virtud en la carrera del hiperactivo realizador oriental.

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