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Fernando Trueba (Madrid, 1955) trabaja en su estudio rodeado de fotografías de sus héroes: Rafael Azcona, Truffaut, Billy Wilder... y Héctor Abad Gómez, médico y activista colombiano asesinado en 1987, cuya vida contó su hijo Héctor Abad Faciolince en 'El olvido que seremos'. El director ... adapta la novela con Javier Cámara de protagonista en un filme rebosante de humanidad y emoción, que llega a los cines el próximo viernes tras ganar el Goya a la mejor película iberoamericana.
-¿A Héctor Abad le asesinaron por ser un hombre bueno?
-No lo sé, habría que preguntarles a los asesinos por qué lo hicieron. Seguramente están vivos y en sus casas. Supongo que interfería en sus intereses. Héctor era alguien muy querido y existía la posibilidad de que lo votaran y ganara.
-¿Ha conocido gente buena como él?
-Por supuesto. He conocido gente espectacular, esa es una de las cosas bonitas de la vida. Algunas personas muy, muy buenas.
-¿Por ejemplo?
-Dos de las mejores personas que han existido son mi madre y Bebo Valdés. Una se dedicaba a cuidar de su hijos y el otro, a la música. Héctor Abad cuidaba de sus hijos pero también de la gente, como si fueran sus hijos. El otro día vi un reportaje sobre los emigrantes en Canarias. Cada vez que arriba un cayuco empieza a surgir gente con mantas de no se sabe dónde. Si llegan bebés aparecen biberones calientes. Es gente de la que no se habla ni se le hacen fotos, ni hacen ruido ni dan gritos, no se la oye. Existen y son la hostia. Lo que pasa es que solo oímos a los coñazos, que no callan.
-Habrá quien piense que reivindicar la bondad en estos tiempos resulta naíf.
-Pues hay que defenderla. ¿Prefieres vivir en tu casa con una buena persona o con un hijo de puta? La respuesta es obvia. ¿Prefieres vivir en una sociedad justa o en una con una desigualdad brutal? Yo apuesto por lo primero, entre otras cosas por puro egoísmo, para ir por la calle sin mirar para atrás y dormir mejor. ¿Por qué se dedica Piketty a estudiar la desigualdad desde siglos remotos? Porque ese es el problema de la convivencia.
-Nos dejamos arrastrar por el pesimismo.
-El pesimismo tiene un componente de lucidez, inteligencia y escepticismo. Pero también una limitación: conduce a una especie de nihilismo paralizador. Ser un poco menos listo y ser optimista te lleva a creer que la sociedad es mejorable y a hacer algo por mejorarla. Y una cosa importantísima: eres más feliz y te diviertes más si eres optimista que si eres pesimista.
-¿Qué ha descubierto en Colombia que no encuentra en España?
-Somos muy parecidos, muy familia. Ellos tienen unos conflictos y unas dificultades extremas. Colombia es un país con una desigualdad mucho mayor y donde el Estado y la justicia no llega a todos los rincones. Cada semana muere un líder social, indígena o sindical en zonas perdidas, alejadas de la mano de dios. Al mismo tiempo, es una sociedad que ha apostado claramente por la paz y está esperando el cambio. Hay una generación joven que viaja y que no quiere el país que le dan en herencia, sino otro donde se pueda vivir. Te voy a decir una cosa muy bonita de los colombianos: cuando alguna vez nos quejamos los españoles, te miran y te preguntan si estamos locos, porque en España se vive mejor que en ninguna otra parte. Y Madrid les parece la mejor ciudad del mundo: hablan castellano, hay museos estupendos, puedes pasear a las cuatro de la mañana sin peligro…
-Enrique González Macho me dijo una vez que si tuviera 40 años se iría a Colombia a buscarse la vida.
-No me extraña. Cuando he vuelto de Colombia siempre me preguntan si había visto matar a alguien. Y las charlas con amigos que he tenido allí sobre literatura, arte o cine son acojonantes. No las he tenido ni en París, ni en Nueva York ni en Madrid. Hay amor a la cultura.
-'El olvido que seremos' habla del sentimiento de felicidad, que experimentamos siempre cuando la perdemos. Y del paraíso perdido. ¿Cuál es el suyo?
-No lo tengo. Mis paraísos están perdidos en la Historia, nunca los conocí más allá de la literatura o el cine: la Grecia de Pericles, la Francia de los enciclopedistas, los impresionistas, el cine cómico mudo americano, la comedia screwball… Esos son mis paraísos perdidos, planetas que me hubiera gustado visitar.
-¿No es nostálgico de una etapa concreta de su vida?
-No. Mi infancia tiene cosas bonitas pero también mucho miedo y cosas feas. No soy nostálgico de ella. Tengo amigos con infancias muy difíciles, que han salido de sitios terribles. Yo no soy un niño de la guerra ni he crecido en chabolas. Pero mis recuerdos son de miedo y autoritarismo. Los niños de ahora viven en un mundo cojonudo, protegidos y queridos. Yo era querido por mis padres, pero fuera de eso vivía asustado.
-Hace seis años, su ironía al recoger el Premio Nacional de Cine afirmando que no se había sentido español ni cinco minutos provocó su linchamiento. ¿Mide sus palabras desde entonces?
-Sí. Desde entonces me he desentendido más. Allá ellos, que les den. Uno tiene que elegir sus enemigos y con los que no consideras ni tus enemigos no tienes que ponerte a su nivel. Yo voy a hacer mis películas y allá los demás.
-¿Le sorprendió tanta virulencia?
-Como no me va a sorprender. Fue terrible, muy doloroso. Fui atacado de una manera muy fea. Pero ya sabemos lo que hay… Un mal rollo muy grande.
-Ni usted ni su hermano David están en redes sociales. ¿Siente que se pierde algo?
-No tengo tiempo. Yo tengo correo electrónico antes que nadie, Rafael Azcona fue el primero en contarme que había un sitio en la universidad de Cardiff que elaboraba una base con información de todas las películas del mundo. El principio de IMDB. Mira (señala su iMac, tres iPods, discos duros…). Todo esto me vale para disfrutar, no para trabajar. No estoy alejado de la tecnología, pero la uso a mi favor, para estar mejor, lo que no quiero es ser esclavo de ella. Las redes tienen cosas estupendas y cosas horribles.
-¿Cree que contribuyen a esta crispación que vivimos?
-Está claro que sí. Vas por la calle y ves a la gente con el dedito en el móvil… Cada uno elige lo que quiere hacer. Yo soy muy egoísta y prefiero estar leyendo un libro o escuchando música. Siempre he defendido el egoísmo de crearte tu propio mundo y no estar todo el rato en el fregado. Me niego a que suene un teléfono mientras veo una película. Tienes que perderte una serie de cosas para tener otras.
-Usted es madrileño y ha retratado Madrid en sus películas…
-Nadie ha retratado Madrid más bonito que mi hijo Jonás.
-Le quería preguntar si le preocupa el Madrid de después del 4 de mayo.
-No. En Madrid ya estamos acostumbrados al desastre, es una ciudad que sobrevive a todo. Se habla de los hospitales pero no de los parques o de la sierra. He estado localizando allí y cuando los guardas forestales te cuentan el abandono se te saltan las lágrimas. Hemos tenido muchos gobiernos depredadores. Y lo bonito de la política local es precisamente el amor a tu sitio pequeño, defenderlo. Eso es lo que en Madrid no hemos conseguido casi nunca.
-¿Y qué le parece este sentimiento identitario que defiende Ayuso, esa manera de ser madrileño que pasa por tomar cañas en una terraza?
-Yo no lo tengo. Vivimos en un mundo en el que si no hay un nacionalismo se lo inventan. Los que hay, para mí son inventados. Ninguno es orgánico, todos son puras manipulaciones sociales. Siempre ha existido el madrileñismo un poco castizo, un cierto orgullo de la ciudad. Pero de eso a inventarse ficciones… Pero no quiero hablar de gilipolleces.
-¿Una película puede cambiar las cosas?
-Yo siempre decía que vivía tranquilo pensando que no. Hacía comedias para divertir a la gente y ayudarles a soportar las dificultades. Pero cuando rodé 'El milagro de Candeal' me di cuenta de que se tradujo en avances para la comunidad en la que estábamos: una escuela, una plaza… Cuando Ken Loach hizo su primera película se cambiaron leyes de la vivienda en el Parlamento británico. Un libro, una película, pueden cambiar cosas en el mundo.
-¿No tiene la sensación de que el cine cada vez tiene menos importancia?
-Para mí, no. En mi generación había una cosa que se llamaba cinefilia, una pasión desenfrenada por el cine. Yo tenía amigos que no querían dedicarse a esto pero que eran más cinéfilos que muchos directores actuales. Estaban todo el día viendo películas. Hoy no es igual, aunque también hay chicos jóvenes que van a la filmoteca.
-¿Volveremos a las salas?
Se volverán a llenar porque necesitamos ir al cine, al teatro, a conciertos, a cenar con los amigos… Si es lo mejor de la vida, lo otro es un coñazo.
-Pero las plataformas han venido para quedarse.
-Sí. Como la tele, porque son otro tipo de empresa televisiva. Tienen que pactar con el cine como tuvo que hacerlo la televisión. Los de las plataformas te hablan de un proyecto «con un look muy cine»… Las plataformas tienen montones de ventajas, dan acceso a películas a gente que no puede ir al cine. Y Netflix financia una película como 'Roma', que es más cine que nada.
linchamiento en redes
el madrileñismo de ayuso
-No descarta trabajar para una plataforma.
-Estaría encantado, ahora bien, yo quiero que mis películas se puedan ver en una pantalla grande. Eso sería innegociable, salvo que las hagas expresamente para la televisión, como cuando Rossellini hizo 'La edad de hierro'.
-¿Qué vamos a sacar de bueno de la pandemia?
-No lo sé. Tengo una fe relativa en la especie humana. Creo que siempre se avanza un poco y se hacen conquistas. Hay leyes recientes que son conquistas de todos. En la pandemia ha salido lo peor de los seres humanos, se hace negocio con la muerte. Y a la vez nos ha dado la lección de que vamos todos en el mismo barco; o nos salvamos o la cagamos todos. El coronavirus no distingue entre ricos y pobre, puedes ser premio Nobel y te mueres igual. Le enfermedad es muy democrática y nos va a obligar a replantearnos muchas cosas. No porque hayamos aprendido, sino porque nos va a obligar. La generación que ahora tiene entre 10 y 20 años nunca va a olvidar esto, son los que de verdad aprenderán la lección, porque el canalla que está de retirada no cambiará.
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